¿Que, qué?

/ Guadalupe Loaeza /

Me niego rotundamente a usarlo. Por más que me lo recomienden, pienso que no lo necesito. Sería como aceptar que estoy más allá que acá. Además de que es carísimo, es estéticamente horrible. Además, por si fuera poco, no es tan fácil adaptarse a él como dicen. Quienes más insisten en que lo use son mis hijos, qué intolerantes. Hay quienes argumentan que al 80 por ciento de las personas de mi generación que lo usan, les ha cambiado la vida. Me vale. Yo estoy muy contenta como estoy a la edad que tengo.

Los que lo usan dicen que ni se ve, que ni se siente y que no es nada molesto. Pero para mí, usarlo tiene un significado de decadencia física, como que ya di el viejazo y como que a todo el mundo le empiezas a dar flojera. “¡Qué hueva ir a platicar con ella!”, pensarán con razón muchos de mis nietos. Si ya de por sí les doy “hueva”, ahora con esos implementos, les voy a dar parte de “hueva”, y lástima. No, me niego a usarlo. Prefiero no enterarme de nada y hacerme ilusiones de que todo va bien, que amargarme. Es suficiente con los otros cuatro sentidos que tengo que me funcionan muy bien: la vista, el tacto, el olfato y el gusto. Con eso tengo.

El otro día le pregunté a Enrique qué opinaba al respecto. Quién sabe qué me dijo, pero por su expresión, adiviné que no estaba de acuerdo conmigo. “¡Qué intolerante!”, pensé. ¡Qué falta de solidaridad ante mis temores! Okey, okey, okey, estoy sorda y qué. Pero no por eso necesito un pinche aparato que además de afearte, revela tu edad. A estas alturas y en este país, a veces es preferible no escuchar. ¿Para qué, para hacer corajes y sentirse frustrado, para oír el ruido de la ciudad: los automóviles, las motocicletas, los cláxones, las ambulancias y los constantes ladridos de los perros de los vecinos? Y qué decir de la letanía de los modernos ropavejeros que gritan a voz en cuello en una grabación aumentada con altavoces: “Se compraaan colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que vendaaaaa?”. ¿Escuchar eso con un aparato para sordera? Ha de ser abrumador. Mejor me quedo como estoy.

Debo de confesar que cuando vienen a visitarme mis amigas, me limito a darles la razón en todo, con un movimiento de cabeza. Hay timbres de voz que de plano ya no oigo. Pero no se me nota. A veces cometo la insensatez de preguntar con mucha delicadeza y educación: “Perdón, ¿qué dijiste?”. Pero cuando me repiten todo el “rollo” y sigo sin entender, hago como que ya oí todo. Y no pasa nada. Yo misma me imagino la respuesta, y quedo muy contenta, al fin que siempre hablamos de lo mismo. Me sé de memoria sus opiniones sobre López Obrador, sobre la violencia, la inseguridad y acerca de las “corcholatas”. Así es que yo, tranquila. No pasa nada. Algunas de mis amigas han de estar como yo y no veo que usen aparato de audición.

Créanme que tiene sus ventajas no oír, sobre todo cuando se habla de enfermedades, en la presencia de alguien que padece una enfermedad. Entonces sí me niego a escuchar y me ausento simbólicamente de la reunión. Hasta ahora, esto me ha funcionado muy bien. Claro que he de tener cara de What? todo el tiempo. Tal vez, no lo sé. Lo que sí se ha convertido en un problema casero es el volumen de la televisión. Mientras que Enrique lo pone muy bajito, yo lo pongo alto y él se exaspera, pero siempre llegamos a un acuerdo respecto a cuántos decibeles es posible soportar sin que sea muy molesto para él.

Tengo la mala costumbre, desde hace muchos años, sobre todo en las noches, de escuchar la radio con audífonos, lo que probablemente haya tenido que ver con la pérdida de audición. Pero para mi tranquilidad emocional, me es imprescindible escuchar ciertos programas en forma de podcast. No me puedo dormir sin ese estímulo. ¿Qué es peor, la sordera o el insomnio?

No hace mucho visité a mi amigo otorrinolaringólogo, el doctor Asch, que siempre me da buenos consejos y me hizo una audiometría y la conclusión fue que necesito un aparato para mejorar mi audición. “¿Quééé?”, le pregunté con cierto nerviosismo. Se rio y me entregó una receta con el nombre de quienes venden esos pinches aparatos.

Después de un año, lo sigo pensando…

!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube