*Paralaje .
/ Liébano Sáenz /
México es el país más vulnerable de todo el orbe ante una eventual guerra comercial a partir de los aranceles que impondría EU a los productos del exterior. La economía mexicana se ha transformado, destacadamente por el volumen de producción y, especialmente, por nuestras exportaciones en volumen y calidad, pero como ningún otro dependemos del vecino y socio comercial, que es nuestro mayor mercado. Este aspecto es preciso tenerlo presente para valorar la estrategia ante el nuevo entorno mundial.
Los márgenes para actuar en la nueva circunstancia son sumamente estrechos, especialmente ante el temperamento veleidoso del presidente Trump y la convicción de él y los suyos de que el mundo ha abusado de EU y que la mejor prueba es el déficit comercial. Para él, imponer contribuciones extras a las mercancías importadas tiene un doble objetivo, recuperar a la manufactura del pasado y un esquema recaudatorio cuyos recursos servirían para reducir los impuestos de los contribuyentes, apoyar el proceso de reindustrialización y compensar a los perdedores del ajuste.
Los aranceles del presidente Trump son una forma de presión para que los países adopten determinadas políticas, pero para el caso de México el objetivo es contener el tráfico de drogas y la migración. En general, su interés se centra en la redefinición de la relación económica y política de EU con el mundo, un nuevo paradigma de impredecibles consecuencias. En esta nueva visión, México sería el país que más ha ganado porque es la nación con la que los norteamericanos tienen el mayor déficit comercial. Por ello, el riesgo sí es mayor, pero tiene más que ver con lo que se haga en materia de seguridad o migración.
Es un acierto encomiable que la presidenta Sheinbaum actúe de manera diferenciada respecto a las respuestas de Canadá o de la Unión Europea que han resuelto reciprocar aranceles. México estaría en una situación semejante a la de Inglaterra; a ambos nos afectan los aranceles al acero y al aluminio, pero esperar es lo sensato. Para México es preciso jugar con prudencia y cuidar los términos de la relación comercial, porque sería desastroso una guerra comercial total. Así, plantados en la nueva realidad la convocatoria del actual gobierno a la unidad debiera evitar el discurso de la exclusión.