«Que sea un 10 de mayo muy bonito aquí, en casa»: Keren Ordóñez sobre maternar en reclusión .

*Escrito por Arantza Díaz .

10.05.2025 /Cimac Noticias.com/ Ciudad de México.- Keren volvió a casa y se aproxima un primer 10 de mayo acompañada por su madre y su hija. Una remoción de emociones que la impulsa a nombrar las complejidades de maternar en reclusión, pero también, el profundo trabajo que implica adoptarse a una vida nueva, porque su lucha no terminó con el alcance de su libertad; su lucha continúa todos los días, en casa, cuando cuida de su hija, construye una nueva rutina y sostiene a su madre.

Keren fue separada de su bebé cuando ésta tenía apenas un mes de nacida. Este episodio en su vida, lo reconoce como uno de los más complicados; la herida de la separación y la distancia, fueron componentes determinantes que dejaron huella en la vida de ambas; Keren no podía estrechar ese vínculo de tenerla entre sus brazos, de sentirla, olerla y alimentarla.

En diciembre de 2015, Keren salió de su hogar rumbo al domicilio de su expareja, ubicado a pocas cuadras de distancia, con la intención de exigirle la manutención de su hija. Sin embargo, al llegar al lugar y mientras lo esperaba en la entrada, fue interceptada por vehículos de la Policía Federal y de la Policía Ministerial de Tlaxcala. Sin contar con una orden de aprehensión, los agentes detuvieron a su expareja, a otro hombre presente en el sitio, a Karen y a su bebé.

Desde el inicio de la detención, Keren fue víctima de múltiples violaciones a sus derechos humanos. Los agentes le arrebataron a su hija de los brazos y la subieron a una patrulla sin ofrecer explicación alguna. Dentro del vehículo oficial, Karen fue golpeada, asfixiada y amenazada. Los oficiales incluso advirtieron que podrían hacerle daño o desaparecer a su hija, argumentando que, al no contar con un acta de nacimiento, “nadie notaría su ausencia”.

Tanto Karen como su hija permanecieron detenidas por 11 horas, desde el momento del arresto hasta su presentación ante el Ministerio Público. Durante este tiempo, fue interrogada sobre un supuesto secuestro ocurrido en el domicilio de su expareja. Bajo amenazas constantes hacia su hija, fue forzada a firmar una declaración fabricada en la que reconocía haber participado en el delito, realizando labores de cuidado.

Horas más tarde, las autoridades ministeriales entregaron a la bebé al DIF estatal sin notificar previamente a ningún familiar, ignorando por completo el deber de salvaguardar su salud e integridad física y emocional. Fue hasta 12 horas después que la abuela materna logró recuperarla.

Karen fue sentenciada por el Juzgado Penal del Distrito Judicial de Sánchez Piedras, en Apizaco, Tlaxcala, a 50 años de prisión por un delito que no cometió. El  27 de septiembre de 2021,que  un Tribunal Colegiado le concedió un amparo al reconocer que se habían violentado sus derechos procesales, ordenando reponer el procedimiento desde la etapa de instrucción, Sin embargo en noviembre del 2024, se volvió a reiterar la sentencia hasta que lograron su liberación el pasado 16 de abril del 2025.

Un juez de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Tlaxcala ordenó la libertad inmediata de Keren Selsy Ordóñez Hernández quien permaneció injustamente presa durante casi una década por el delito fabricado de secuestro.

Según informó el Centro Prodh, organización que acompaña el caso desde 2022, fue en ponencia de la magistrada Mary Cruz Ornelas que se logró resolver la apelación y alcanzar la libertad para Keren: «Gracias a todas las personas que unieron voces. ¡Por ella y por todas las mujeres que aún esperan justicia!», anunciaron en sus redes sociales.

Con esta resolución, Keren Ordóñez retoma su proyecto de vida y en entrevista comparte que, su hija, Ashley estaba en Jalapa, Veracruz y ella en Tlaxcala. Por lo que sólo podía sostener a su bebé de forma esporádica, siendo la única herramienta que tenía para mantener la cercanía, las llamadas constantes; tuvieron que pasar 4 meses para que Keren volviera a ver a su bebé desde su aprehensión.

Lo único que restaba era esperar a que Ashley creciera y entonces, pudiera estrechar conversaciones más claras con su madre; que reconociera su voz, que le contara sobre su día y supiera que, del otro lado del aparato, estaba Keren. Fue hasta los 2 años que estos primeros contactos comenzaron a darse.

Ser madre en reclusión y la pérdida irreparable del tiempo

«Yo le marcaba todos los días, mis llamadas eran para ella«, dice Keren en entrevista. No hay cifra exacta de cuántas veces veía a Ashley cada año, pero sí recuerda que existieron momentos donde podían pasar desde 6 meses hasta un año para convivir con su hija. El principal obstáculo: La economía de sus padres, adultos mayores, no permitía costear boletos de transporte, hospedaje y comida.

En casa, Ciria Hernández, madre de Keren, se vio en la necesidad de abandonar su trabajo a fin de encargarse por completo de los cuidados de Ashley; su padre, un adulto mayor, dependía de los apoyos gubernamentales y de la familia.

El cuidado y la lucha de Ciria Hernández implica reconocerla como una de las piezas claves para conseguir la libertad de Keren; su defensa y rabia, permitió mantener en pie la lucha, a la vez, de que se convirtió en la guardiana principal de Ashley. El cuidado de Ciria sostuvo la vida y consolidó la libertad de su hija.

Keren pasó 9 años privada de su libertad y una de las fechas que más la aquejaban era, precisamente, el 10 de mayo. Un día que ella recuerda como «no grato».

«Cada año ahí donde estaba trataban de hacer un festejo y lo hacían en día de visita (…) para mí eran días tristes porque sabía que mi mamá no estaba y que a mi hija tampoco la podría ver. No fueron días gratos y justo platicaba con mi mamá y le decía que era mi primer 10 de mayo con ella, ahora ando con mi hija»

¿Cómo te hace sentir esto y cómo se siente Ashley?: Yo estoy muy contenta es algo que también le decía a mi mamá, no se me separa [Ashley], todo pues ya es conmigo y ahora, es la responsabilidad que me corresponde tomar.

Llegar a este momento de convivencia y vinculación implica también nombrar todo el viaje que ha atravesado Keren, pues, aunque las condiciones de lejanía marcaron su maternidad durante todos estos años, existieron otros episodios que fueron un parteaguas, entre ellas, hacer consciente a Ashley de la situación, protegerla y hacerla sentir segura.

Los primeros encuentros con su hija se dieron bajo la idea de que Keren se encontraba trabajando en ese lugar y por ello, no podía regresar a casa; el trabajo la apremiaba, pero pronto estaría de vuelta.

«¿Cómo le explicas a una niña que yo no podía irme a casa porque estaba en una cárcel? Y, sobre todo, que supiera que la situación que atravesaba era por su papá cuando ella lo tenía muy alto».

«Te están engañando, tu mamá está en la cárcel», le dijeron unos familiares a Ashley, quien tenía menos de 10 años, para Keren, este hecho fue muy doloroso de sobrellevar, pues la menor se había enterado por otras.

«A mí me tocó la parte de explicarle todo lo que estaba pasando a manera de que ella pudiera comprender, se puede decir que, desde los 8 años, hasta ahorita, pues se hizo consciente de la situación (…) entendí que le estaba haciendo más daño no enterarse, porque cuando se enteró, se sintió incluida, parte de»

En la casa de Keren, un sábado 10 de mayo cobra un significado más amplio; uno de lo mucho que implica luchar y ganar la libertad, de celebrar la vida, de reconocer el paso del tiempo y también, de que se ha abierto la oportunidad para construir memorias nuevas; unas más felices, más completas.

Pero acostumbrarse a una vida en libertad, tras casi una década de rutinas y trabajo, no es sencillo. La presunta reinserción social se vuelve débil, cuando mujeres como Keren enfrentan una realidad donde se les exige una doble o triple jornada para cargar, ahora, con todo el peso de un hogar.

Fuente: Centro Prodh

La señora Ciria tiene un mes enferma y hasta hace unas semanas, la gravedad de su padecimiento parecía arrebatarle la vida.

«Ella ya lleva un poco más de un mes pues enferma, fuimos a ver tres doctores antes de del que ahora tiene, decían que era dengue pero no (…) cada semana empeoraba hasta ahora que dimos con una doctora que por fin supo qué tenía: Una bacteria que la estaba atacando. Hubo un momento en que la perdí y ella también lo sentía; sentía que ya se iba a morir. Pero bueno, gracias a Dios conseguimos llevarla a tiempo, ya está en un tratamiento, pero bueno, también fue como toda la lucha que llevó que su cuerpo reaccionó a tanto», dice Keren.<

La responsabilidad se sale de las manos; Keren ha quedado como sostén en casa y la presión por conseguir empleo se ha vuelto sofocante. «Estoy tratando de ser fuerte por cuatro, porque aquí mi abuelita también está enferma, son momentos en los que me desespero porque no sé qué hacer», comparte.

«No se solucionó nada con únicamente decir, bueno pues sí eres inocente ya vete a tu casa (…) Que te alejen de tus hijos es algo muy cruel que la justicia no ve, simplemente te castiga. Lo más doloroso es que se pierde la etapa como madre y yo lo estoy viendo ahorita, me está aprendiendo a conocer y yo a ella y eso es muy triste porque es mi hija y yo soy su mamá, esa oportunidad me fue arrancada. No estuve ahí cuando dio su primer paso o cuando empezó a hablar, son momentos que me perdí y que nunca volveré a recuperar»

Luchar por una verdadera justicia restaurativa

Al interior del penal de Tlaxcala, Keren empezaba sus mañanas a las 6:00 am, se levantaba a bañar, a preparar el desayuno y a su pase de lista matutino. A las 3:00 entraba a su taller de costura y a las 7:00 terminaba su jornada, en ese inter, se daba su horario de comida, de cena y pase de lista. Siendo las 9:30, Keren, estaba en cama y lista para dormir.

En ese espacio sólo existía la posibilidad de elegir el taller de costura y de artesanías, sin embargo, para ella lo que dejaría una mejor derrama económica era la costura; las artesanías no funcionarían, especialmente, porque como costurera, podría encontrar trabajo con más facilidad. Keren dedicó 8 años a su taller de costura.

Keren no refiere la cantidad que ganó por esta labor, sin embargo, sí repara en que era un salario muy bajo que no alcanzaba para poder enviarlo a su casa; era dinero que utilizaba para sostenerse, pues tenía que costear sus productos de higiene, de uso personal y ropa. Asimismo, dedicaba una parte de su salario a una costumbre, prácticamente, sagrada: Llamar a su hija.

Keren corría con el gasto de comprar sus dos tarjetas telefónicas diarias, «todo lo que aprendí, fue por necesidad, no por gusto«, refiere.

Generalmente las mujeres reclusas se ven reducidas a trabajar en labores como la costura o la limpieza, el cuidado de los niños u otras posibilidades de capacitación limitadas, cuando deberían tener acceso a las mismas posibilidades disponibles para los hombres. De hecho, el capítulo 29 del Manual de Capacitación en Derechos Humanos para Funcionarios Penitenciarios del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, refiere en el apartado Acceso a Educación, Capacitación y Trabajo que, debido al reducido número y al alojamiento inadecuado, las reclusas pocas veces tienen acceso a educación y capacitación con la misma calidad de la que se benefician los hombres.

«Siempre he sido una persona muy tímida», dice Keren en entrevista, cuando se le pregunta sobre sus amistades y su vida al interior del penal. Sin embargo, rememora a dos mujeres que estuvieron presentes: Nancy y Arely

Mujeres que fueron un apoyo imprescindible para Keren y que permanecen privadas de su libertad desde hace años (Nancy desde hace una década) sin recibir sentencia. Esta convivencia de escuchar historias hizo entender a Keren que su caso no era aislado, por el contrario, el lugar estaba lleno de mujeres que habían sido criminalizadas, que fueron aprehendidas por culpa de sus parejas o que estaban purgando una pena luego de defenderse de su agresor.

«En estos momentos que recuperé mi libertad, pues también soy un portavoz de todas ellas, porque pues hay muchas mujeres que se vieron en una situación parecida a la mía, por la culpa de un novio o un esposo están ahí (…) hay otras que simplemente pues fue en defensa propia, por defenderse o por defender a sus hijos. Hay más mujeres inocentes que culpables, al menos en donde yo estuve»

En conversación con la defensora Viridiana Molina, explica el doble castigo que enfrentan las mujeres por el rompimiento de lazos filiales, además, advirtió que son las mujeres quienes tienden a vivir mayor abandono por parte de su familia cuando se ven implicadas en algún delito; mujeres dejadas a su suerte y alejadas de sus hijas e hijos por quebrar con el rol de género de «la buena mujer», de la «buena madre y/o esposa».

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Las mujeres privadas de libertad y de sus derechos en la ley nacional de ejecución penal, refiere, que la prisión no fue una sanción pensada para mujeres, pues en ella, se siente una doble marginación como reclusa y en su rol de mujer, pues los hombres al ingresar a cualquier centro penitenciario es habitual que su núcleo familiar sobreviva y encuentra apoyo del exterior, continúa recibiendo los cuidados de su madre, de sus hijas, de su esposa e hijos e hijos.

Por otro lado, cuando se trata de una mujer, una esposa y madre, ésta se ve abandonada con un profundo sentimiento de culpa, por ello, el documento plantea que urge una legislación penal que sólo utilice la prisión en casos excepcionales, pues el encarcelamiento de la mayoría de las mujeres no ayuda, sino que dificulta su reinserción social.

Esto se engarza con una penalidad más severa que los hombres, pues son ellas quienes son mayormente sometidas a la figura de prisión preventiva oficiosa, es decir, ingresan a la cárcel sin recibir una sentencia, siendo ellas solo el 5% del total de personas en centros de readaptación social (Cuaderno Mensual de Información Estadística Penitenciaria Nacional, diciembre 2024).

Keren ya está en casa y está en aras de celebrar su primer 10 de mayo acompañada de las mujeres que la rodean, pero más que reconocer un primer avance de la justicia, también, se debe advertir que el acceso a una vida digna es, también, un derecho elemental y reparatorio que el Estado adeuda con toda la familia Ordóñez; el acceso a la justicia no termina con la libertad.