¿QUÉ TE PASÓ, MINATITLÁN?

ColumnaSinNombre
@pablojair

+ ¿Y el reo muerto de Pacho Viejo, apá?
+ Salen nombres de candidatos del PRD.
+ Abarrotados restaurantes de la periferia.

¿De plano en Veracruz no hay otra estrategia contra el Covid19 más que seguir el lineamiento federal? ¿O sea, así de plano?
–Chopenjawer

No fue hace mucho cuando todavía se podía andar por tus calles sin peligro alguno.

Eran esporádicos los asaltos; los robos a casas habitación eran regularmente cometidos por el raterillo de la vecindad. Ir incluso a los bares, a los lupanares a ver el show francés o el de los tehuacanes o nomás a ligarte a las meseras, eran parte de una vida nocturna que se apagó hace mucho, como los fandangos.

Podías dejar a tu novia al Ejido Tacoteno a patín, entonces un lugar que era como que peligroso… “Ahí matan con bolillo”, decían, pero no pasaba del susto.

Era común que por “la calor” la banda se reuniera en algunas banquetas a caguamear, como así eran comunes los depósitos de cerveza que te atendían a cualquier hora de la noche y hasta dejabas empeñado el reloj o el celular.

¿La droga? Todavía no inundaba a la ciudad. De hecho, eran pocos y conocidos los atascados, los marihuanos de la colonia, los que comenzaron a hacerse petroleros y entonces le entraron a la coca porque ya tenían varo para costearse el polvo que aspiraban por la nariz. Y ya no eran caguamas, ahora tomaban Buchanan’s.

Todavía recuerdo que alguna vez fuimos en bola a chelear al parque de Los Leones, y un policía muy amablemente nos dijo que no había problema, pero que si le podíamos guardar las latas de aluminio. Cuando mucho, te decían que no hicieras desmanes y que si les regalabas cigarros para el desvelo.

De hecho, era otra policía, no tan fanfarrona: de las que conocen las calles, las familias, los barrios. Recuerdo que los polis eran nobles, pero aguerridos: llegaron hasta a encarcelar al Inspector de Policía, Gilbio Cruz Ericson, porque ya estaban cansados de sus abusos.

Sí, había un submundo de delincuencia: tráfico de migrantes que eran “hospedados” en hoteles de mala muerte en el centro, piratería, etc.; los problemas de abigeo sonaban lejanos, pero había un control. Eran otros mandos: uno de ellos llegaba cuando Mina comenzaba a desbordarse en inseguridad. Era el jefe policiaco Jesús Lozano Cayetano, experto en meter en orden en las ciudades. Todos se cuadraban y listo.

Recuerdo que el punto de partida de un Minatitlán que empezó a joderse fue cuando se dispuso que no se tomara alcohol en las calles y se hizo una “campaña” para que la gente comenzara mejor a ir a los bares para su “seguridad”. Entonces iniciaban los “dealers” bajo la fachada de empresarios discotequeros, cuyos antros eran simples centros de distribución de basura y media.

Todos los de Minatitlán sabemos cuándo se empezó a ir todo a la mierda. La época exacta, el régimen que permitió que se inundara de droga al pueblo. Todos nos dimos cuenta cuando comenzó también la entrada fuerte de la delincuencia organizada, justo en una ciudad sede de una zona militar.

Con la droga, llegó la violencia; entre balaceras y ejecutados, la gente dejó de salir y comenzó a caerse la vida nocturna de los chanchamitos a la orilla del río, las palapas botaneras, los lupanares de gordibuenas, los antojitos de paisana; ya todo era del crimen organizado, aunque hubo relativo control porque los jefes controlaban las plazas y castigaban a los atrabancados.

Pero se fue descomponiendo todo: con los jefes de plaza detenidos o muertos, los cárteles se dividieron en células pequeñas (“delincuencia pelusa”, les decía el patrón César) que aprovechando el temor a los Zetas, comenzaron a autonombrarse comandantes y a realizar secuestros o crímenes de alto impacto.

Mina se fue descomponiendo más: el secuestro y la narcodistribución como negocio de malvivientes y drogadictos; súmese a la imperante corrupción en Pemex y sus derivados también de delincuencia organizada como el huachicol.

Quizás el cenit de toda esa porquería llegó cuando se dio la matanza de siete personas en una palapa donde se celebraba un cumpleaños. Un pleito que derivó en un crimen atroz, dantesco, en la colonia Obrera, la que alguna vez fue casa, barrio para vagar, esconderse, ir a ver de lejos a la morra que me gustaba en la secundaria.

O cuando algún desquiciado mental le prendió fuego al viejito indigente barbón que vivía por el mercado Pino Suárez, que no hacía daño a nadie y hasta se lo querían llevar las locatarias por que era güero y guapo. De su asesinato hasta el día de hoy nadie sabe quién fue y por qué lo hizo.

Doloroso, muy doloroso. Crímenes sanguinarios nunca antes vistos, como el caso de la joven Silvia Jazmín, cuyo cuerpo fue calcinado luego de haber recibido al menos tres tiros. Todo apuntaba a su expareja –detenido posteriormente– pero nadie explica porqué o qué lo movió a realizar algo tan inhumano.

Ya ni se diga de los más recientes: una balacera en un restaurante bar aparentemente clandestino (todo mundo sabía del lugar) también en la colonia Obrera, donde mataron un amigo de hace muchos años e hirieron a otro.

Anoche, parientes en la Soto Innes (la más nueva colonia petrolera, donde incluso viven los líderes petroleros locales) me alertaban que había mucho movimiento policiaco porque aparecieron en una de las residencias los cuerpos de un papá, una mamá, y un bebé asesinados. De entrada, al chavo ya lo estaban criminalizando como un asesino drogadicto sin que hubiese todavía una investigación de por medio. Ya sabe, es que hay que ganar rating en el Feis, tener muchos “laics”… Hoy se sabe que también fue víctima.

Pero esta escena se suma a la constante de una Minatitlán que se ha estado pudriendo desde hace algunos años entre la inmundicia.

NOTA PARA PEGAR EN EL REFRI: No se ha sabido hasta el día de hoy de responsables por la muerte del prisionero en Pacho Viejo al que traían haciendo talacha en una olla de drenaje, entre el excremento y los gases, donde también estuvieron a punto de morir dos internos más. Al parecer andan como que la Virgen les habla.

OTRA NOTA: Ya salieron nombres de candidatos a diputados federales de Veracruz, que fueron votados por unanimidad en el cuarto pleno extraordinario del Décimo Consejo Nacional del PRD. Entre estos figuran: Elisa Rivera Elizalde, ligada al sector de la construcción, por el Distrito V en Poza Rica; por el Distrito VI de Papantla, va Mariano Romero González, exalcalde ligado al grupo del exgobernador Miguel Ángel Yunes Linares; por el Distrito X, de Cosoleacaque, va Jessica Zetina Coli, quien también fue candidata en 2018; por el Distrito XIV, Minatitlán, un tal Fredy; por el Distrito XIX de San Andrés Tuxtla, va el exalcalde, exsenador, excandidato a la gubernatura y exdirigente estatal del PRD, Arturo Herviz Reyes; y por el Distrito XVIII de Zongolica, Maria Sabina Martinez Pinto.

LA ÚLTIMA PORQUE TAQUITOS CAYERON MAL: Hace unos días, el buen amigo y excelente publicista Juan Carlos Cerecedo me comentaba que, debido al COVID, había detectado que los negocios que estaban despegando y les estaba yendo bien en la pandemia, eran los restaurantes en pueblos de la periferia en Xalapa. De por si ya era una tradición antes de la pandemia, que mucha gente de la capital –o incluso de otras ciudades cercanas– buscaban visitar los pueblos coloridos de la región de Xalapa, donde hay historia, buena gastronomía, precios que no son tan caros, pero además con el beneficio de ir a un lugar pintoresco o rural. Xalapa, hay que recordarlo, es el segundo lugar a nivel estatal en contagios; por eso la gente no quiere estar dentro tentando a la muerte, y deciden salir a lugares cercanos para convivir. A lo anterior súmese –ahora sí, en tiempos de pandemia– que para mucha gente esto es como una ilusión de que el Covid19 no los va a alcanzar fuera de las ciudades o que tienen menos riesgo de contagio. Lo anterior podríamos decir que es una verdad a medias, pues si bien hay lugares alejados como Xico Viejo donde aparentemente están muy sanos, bastaría que llegara alguien infectado para iniciar una cadena de contagio en dicho pueblo. Es curioso, pero esa comunidad hasta hace unos años era un pueblo rural enclavado en la montaña, relativamente cerca de la cabecera municipal, cuyo tiempo se acortó porque asfaltaron el camino y ahora se ha convertido en un lugar donde se pueden comer en al menos 4 restaurantes cuya especialidad es la trucha. Este sábado tuvimos oportunidad de volver a ir a comer a Cinco Palos –una congregación de Coatepec también famosa por las truchas, cortes y comida regional– y los sitios igual: abarrotados.