*Mis proyecciones en el espejo
/Por: Paula Roca/
Hace muchos años, cuando trabajaba en una televisora, recibí uno de los mejores consejos de mi vida, aunque en ese momento no lo entendí del todo. Me encontraba frustrada, sintiéndome desplazada. Mi productor, al que todos llamaban “La China”, me habló de una manera directa, sin adornos ni halagos, pero con una claridad que me sacudió.
Me dijo: “Deja de ver las asignaciones de los demás y ponte a hacer lo que te corresponde. Que tu trabajo hable.”
En el instante, me retiré molesta, incluso ofendida. Sin embargo, después de reflexionar, decidí tomar su consejo. Me propuse dar lo mejor de mí en cada tarea que me asignaban, sin compararme, sin pensar en el programa piloto del que ni siquiera formaba parte. Dejé de voltear a ver a los demás y hacia afuera; comencé a explorar y a dejarme llevar por mi inspiración, conocimiento y experiencia.
Fue entonces cuando descubrí lo que realmente significaba ser periodista. Mi pluma comenzó a fluir con una autenticidad que nunca había experimentado. Mi creatividad se reflejó en las palabras que poco a poco tomaron vida en lo que escribía y así las imágenes empezaron a resonar en un todo. Y un día sin buscar empezaron a llegar los premios y reconocimientos. Uno, incluso, Premio Nacional.
Con el corazón lleno de gratitud, fui a buscar a “La China” para agradecerle. Con una sonrisa y la serenidad que lo caracterizaba, me dijo: “Tu trabajo habló. Sabía que lo lograrías”.
Hoy, esas palabras son un ancla en mi vida. Cada vez que me siento vulnerable, confundida o tentada a huir de una situación difícil, recuerdo su consejo. Es en esos momentos cuando elijo enfocarme en lo que realmente importa: mi camino, mi esencia, mi creatividad todo empieza a funcionar en una sintonía con buen final.
Decido no voltear atrás, no detenerme en los juicios, ni en los bloqueos que intentan alcanzarme. En cambio, permito que mi trabajo, mi vida, hablen por sí mismos.
Querido “China”: Jamás he olvidado aquel febrero en que te fuiste para siempre, la esquela de tu partida nos estremeció a todos tus cercanos. Pero a la vez me reconforta recordar tu mirada clara, sin rodeos, tu cabello recogido con una cinta, tus risas, tus enfados y tu afecto.
Gracias, “China”, siempre te recordaré.