Por: Zaira Rosas
México es un país donde abunda la desigualdad. Más del 44% de la población vive en situación de pobreza, lo que equivale a falta de oportunidades, entre ellas la educación y en muchos casos esto también vuelve a la población vulnerable ante la manipulación y desinformación. Rara vez los datos oficiales van dirigidos ese 44%, las campañas electorales sí son claras para este sector, pero los apoyos y datos del día a día no.
Dos temas han llamado mi atención en la semana, la solicitud de la renuncia de Hugo López-Gattel por parte de algunos gobernadores y el nuevo etiquetado de alimentos. Aunque no lo parezca estos temas pueden ir de la mano. Al subsecretario de prevención y promoción de la salud se le quiere responsabilizar de las consecuencias de la pandemia en nuestro país, principalmente opositores le acusan de un mal manejo de información, de decisiones y medidas tardías entre otros. Algunos periodistas buscan comparar las estadísticas de nuestro país con otras naciones de semejante población, dejando de lado que las características y hábitos de cuidado son muy distintos.
Es de dominio público que la COVID-19 se puede complicar en personas con morbilidades como: diabetes, obesidad, hipertensión, padecimientos respiratorios, inmunodeficiencias, etc. Estas condiciones ya existían en la población de nuestro país. En México siete de cada diez adultos, cuatro de cada diez adolescentes y uno de cada tres niños presentan sobrepeso u obesidad. Desde el 2000 la diabetes es una de las principales causas de muerte en el país. Todo lo anterior tiene estrecha relación con los hábitos alimenticios. Por ende, también se vincula con el etiquetado de alimentos.
¿Cuántos saben leer una etiqueta nutricional? Pese a las especificaciones de gramaje en cuanto a los azúcares, grasas, sodio y demás, son pocas las personas que conocen el impacto que el consumo de ciertos productos trae en su cuerpo. Mostrar en mayor tamaño el exceso de sodio, azúcares o grasas podrá prevenir consumos excesivos, pero sigue sin informar realmente a los consumidores. Es aquí donde urgen campañas claras y básicas. Si a la ecuación le sumamos la desigualdad económica descubriremos que nos estamos enfocando en las consecuencias de errores que se hicieron evidentes con la pandemia, pero no surgieron con esta.
¿Podemos responsabilizar al gobierno de todo lo ocurrido? No. ¿De qué es responsable el gobierno? de establecer estrategias que busquen el bien común. De informar oportunamente de todo lo acontecido. De proveer a los sistemas públicos de los insumos necesarios para cumplir con su función. En la otra parte está la responsabilidad de los ciudadanos: ser partícipes de manera constante en las decisiones y el entorno social. Acatar las medidas impuestas por el bien común. Cuando miembros del gobierno o de la ciudadanía rompen el equilibrio es difícil encontrar a los verdaderos responsables.
Puede haber marchas diarias que exijan la destitución de gobernantes, pero estas no tienen coherencia si antes no participaron en la elección de los mismos. Podemos exigir medidas de cuidado, pero ¿de qué sirven si como ciudadanos no las respetamos? Hemos llegado a un punto crítico, donde abunda la incertidumbre y desesperación, enfrentamos una crisis de salud y economía, por lo que lo más necesario es sumar esfuerzos, unificar criterios que nos ayuden a reactivar el entorno. ¿Queremos salir de casa? ¡sin duda! Para ello entendamos que hay medidas que creamos o no son indispensables. No podemos responsabilizar a otros de nuestras tareas individuales. Entendamos cómo cada acción repercute en los demás y busquemos aportar a reactivar empleos, a cuidar de nuestra salud y sobre todo entendamos que cuidar de otros es cuidar de ti.