¿Reactivando? Los narcos nunca han dejado de serlo…

/ Adela Navarro Bello /

El Cártel Jalisco Nueva Generación es el más prolífico en México. Salvo cuatro estados en los que tiene mediana o nula presencia, domina criminalmente en 28 entidades federativas. Las únicas que se “salvan”, son Coahuila y Nuevo León, donde no han logrado penetrar, y Sinaloa y Chihuahua donde hay feudos criminales del cártel de Sinaloa.

Liderado criminalmente aun por Nemesio Rubén Oseguera Cervantes “El Mencho”, el cártel Jalisco Nueva Generación sumará apenas diez años de su fundación. A finales del sexenio de Felipe Calderón e inicios del de Enrique Peña Nieto, fue cuando comenzó la expansión de su imperio criminal.

Esa carrera delictiva no se ha detenido. Ni en el presente sexenio. Todo lo contrario, han ampliado sus territorios criminales hasta lograr la presencia en 28 estados de la República, sumando municipios y regiones a partir de una violenta lucha contra su principal rival, el cártel de Sinaloa, cuya presencia está prácticamente en la totalidad de las entidades federativas, acaso con menor incidencia en Nuevo León y Coahuila, estados donde el cártel dominante es lo que persiste del Cártel del Golfo, del Noroeste y lo que queda de los Zetas.

Aun en la incertidumbre de su liderazgo, pues sin confirmarse se refiere que una enfermedad terminal estaría por acabar con la vida de “El Mencho”, la capacidad criminal del CJNG se sustenta en el tráfico de drogas, metanfetamina, anfetamina y fentanilo principalmente, sin dejar de lado las drogas “tradicionales”, y en su violento brazo armado que lo mismo asesina a rivales para conservar territorios, que inocentes que se cruzan en su camino.

Hace unos días, hicieron, como cada navidad desde hace por lo menos dos sexenio, su desfile criminal e impune para entregar regalos en comunidades donde residen o tienen centros de operación. Muy de armas largas, impunemente, fueron videograbados en tal acción. No es una novedad, los cárteles suelen tener ese tipo de “detalles” con poblaciones que les sirven, lo mismo hace el cártel de Sinaloa en su región, igual entregan regalos, o roscas de reyes, o simplemente desfilan para demostrar el poderío criminal y el armamento con el que cuentan. Sucedió en el sexenio de Calderón, en el de Peña y ocurre ahora en la administración de Andrés Manuel López Obrador.

A pesar que el Presidente emanado de Morena diga que “ya no es como antes”, en términos del crecimiento de los cárteles de la droga, sí es como antes y a veces peor. Peor, porque si antes controlaban a las autoridades policiacas a base de corrupción, hoy también lo hacen pero con las Fuerzas Armadas.

Ahí está el ejemplo más reciente en Baja California Sur, donde en el municipio de Comondú dos miembros de la Marina asignados de escoltas del director de seguridad pública acudieron a rescatar a un narcotraficante del cártel de Sinaloa, cuando este fue aprehendido por las Fuerzas de Seguridad Estatales. Un Marino quedó muerto en el enfrentamiento para liberar al criminal, y otro herido. La investigación sigue inconclusa y, por lo tanto, los Marinos participantes, impunes benefician al cártel de Sinaloa.

El Presidente López Obrador refirió que los narcotraficantes “…están queriendo reactivar, estos mecanismos para que no haya vigilancia, porqué, se está actuando mucho en decomisos, como nunca…”. Realmente no están reactivando nada, nunca han dejado de ser un brazo corruptor criminal con las corporaciones que les proveen de seguridad.

Lo que sí ha cambiado es que si antes corrompían a policías municipales, estatales y federales, ahora siguen corrompiendo a los municipales y a los estatales, pero han sumado a su nómina delincuencial a miembros de las Fuerzas Armadas, las mismas que fueron facultadas para perseguir el crimen (aun sin estrategia sólida) en el sexenio de López Obrador.

Al tiempo, para justificar “los decomisos” y la “reactivación” de los criminales, el Presidente informó que “ya son 130 mil elementos de la Guardia Nacional”, dijo que no tiene comparación con los 40 mil que llegaron a ser, en su momento más consolidado, los integrantes de la extinta Policía Federal. Solo que no dice que, por ejemplo, siendo una de las policías más corruptas del país, la Federal llegó a encabezar operativos para la aprehensión de criminales, el último de ellos de hecho, fue el fallido operativo para detener a Ovidio Guzmán, el hijo de El Chapo, que de no haber sido por la intervención del Presidente López Obrador, para ordenar la liberación del capo, habría sido exitoso, pues para aprehender a uno de los juniors del narco los federales no habían disparado ni una sola bala.

A diferencia, la Guardia Nacional con sus 130 mil elementos, no emprende operativos para detener a los narcotraficantes, ejemplos -otra vez- ahí están por lo menos los dos narcotraficantes más buscados y más impunes, el líder criminal del cártel de Sinaloa, Ismael Zambada García “El Mayo”, y el propio Nemesio Oseguera Cervantes “El Mencho”, sin dejar de mencionar a los hijos de “El Chapo”, que delinquen desde Sinaloa en la frontera norte con suma impunidad, o Enedina Arellano Félix, la hermana de Benjamín y Ramón, que no ha sido tocada por una foja de investigación ni en México ni en los Estados Unidos.

En sobradas entrevistas, pero particularmente en una concedida al semanario Zeta, un general comandante de región en el norte de la Guardia Nacional, explicó eso: que ellos no estaban para perseguir narcotraficantes sino para proveer seguridad a los ciudadanos, a partir de operativos disuasivos exclusivamente con su presencia patrullando las calles. También confirmó que no había en su estructura un área de inteligencia, y efectivamente, en los operativos en los cuales intervienen elementos de la Guardia Nacional en los Estados, solo lo hacen para “coadyuvar” en el aseguramiento de drogas, acordonamiento de escenas del crimen o protección de detenidos.

Los narcotraficantes en México no se están reactivando, nunca han dejado de serlo. No dejarán de delinquir como lo hicieron en sexenios pasados, en la presente administración, que no ha cesado de proveerles impunidad, a partir de la no investigación sobre sus acciones criminales, de la ausencia de estrategia para contener la violencia, o de la política de “abrazos no balazos”, que tanto daño hace a la seguridad de los mexicanos y a la credibilidad del primer gobierno federal morenista.

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