Rebelión judicial: entre la dignidad y el deshonor.

*Retrovisor.

/ Ivonne Melgar /

8 de septiembre: la dignidad. “¡Si Juárez viviera, con nosotros estuviera!”, gritan los jueces y aspirantes a serlo, hombres y mujeres que cosen expedientes, ese aprendizaje que se convierte en timbre de orgullo entre quienes se han forjado una carrera judicial desde la talacha de integrar un caso.

En el templete están varios jóvenes de los que marcharon en las primeras horas de septiembre y se fueron a plantar el día 3 al Deportivo Magdalena Mixhuca, donde los diputados aprobaron el dictamen de la reforma al Poder Judicial de la Federación (PJF). Acompañan a trabajadores, jueces, actuarios, secretarios concentrados en la esquina de la calle de París y Paseo de la Reforma, contando cuántas horas hicieron para llegar hasta ahí: 10, 14, 18… Son de Coahuila, Chiapas, Nuevo León, Oaxaca, Tamaulipas, Hidalgo, Guanajuato, CDMX, Querétaro…

Transpiran sentido de pertenencia e identidad gremial que aumenta con los aplausos de las decenas de ciudadanos que ahí los acompañan. Hay en sus palabras un tono de dignidad herida, que apenas se estrena en el atrevimiento a decir que ya no van a permitir más humillaciones ni mentiras.

Claro que tenemos miedo, dice una jueza que, al pronunciarse en contra de la reforma, también invita a los demás y se llama a sí misma a vencer ese temor que durante mucho tiempo les hizo aguantar callados los insultos matutinos desde Palacio Nacional.

Y todos piden a las y los 43 senadores de oposición que no se doblen, que piensen en la patria, la libertad, la justicia independiente, la división de Poderes y en la defensa de la democracia que sus votos representan.

Atrás del templete cuelga un enorme cartel en el que se lee traidores en letras destacadas, enmarcando las fotografías de los dos senadores del PRD que se pasaron a Morena a finales de agosto, Araceli Saucedo y José Sabino, reduciendo a un solo legislador, en todo el Congreso, la posibilidad de hacer la diferencia para frenar el dictamen que llevaría al despido a más de mil 600 juzgadores, quienes ese domingo aún confían en que el Poder Judicial no va a caer, una consigna que no dejan de corear.

* 10 de septiembre: la degradación. Cuarenta y ocho horas después, los protagonistas del alzamiento judicial atestiguan el adelantado fin sexenal de una oposición que prometió salvarlos de la criminalización de sus labores, las que pronto serán sustituidas por jueces de voto popular.

Porque al mediodía de ese martes se despeja en el Senado la duda de quiénes pondrán los últimos clavos al ataúd de un sistema de impartición de justicia que el presidente López Obrador se propuso eliminar en la Constitución.

Y como en una película en la que desde el principio nos cuentan quién le disparó al difunto que están velando, en una primera sesión que se suponía de trámite, las bancadas de Movimiento Ciudadano y de Acción Nacional son notificadas —en medio del estupor incrédulo de algunos— de que Morena ya tiene consigo a dos de los 43 votos con los que la oposición garantizó parar la reforma que renovará en las urnas a jueces, magistrados y ministros.

En voz de su coordinador Clemente Castañeda, MC denuncia una detención del gobierno de Campeche al senador Daniel Barreda, junto con su padre y suplente.

Sabedores de la situación del escapista, como burlonamente habrá de llamarle en la votación final el jefe de Morena en la Cámara alta, Adán Augusto López, tanto él como el presidente de la Mesa Directiva, Fernández Noroña, cuentan haber hablado con Daniel Barreda, asegurando que está libre y en la CDMX.

Y para evidenciar que hay un montaje pactado entre el ausente y sus interlocutores telefónicos, la senadora Citlalli Hernández se dirige a los representantes de MC: “Ahora sí que amigos, dense cuenta, si no les contestan las llamadas… Es que no les quieren contestar”.

Queda de manifiesto que la bancada naranja no tendrá los cinco votos ofrecidos contra la reforma. Al incumplimiento de MC se suma la confirmación de que el senador del PAN Miguel Ángel Yunes Márquez se encuentra bajo el cobijo de Morena y, argumentando un problema de salud, pide licencia.

Humillados, con un escaño vacío, los 21 senadores del PAN atestiguan una de las más dramáticas escenas de chapulines parlamentarios, cuando el suplente y padre del legislador con licencia, Miguel Ángel Yunes Linares, entra al pleno en medio de cálidas muestras de gratitud de la mayoría 4T.

Mientras el exgobernador de Veracruz toma su lugar entre la bancada guinda, el grito de traidor resuena entre los azules.

En seguida, desde la tribuna, en un intercambio de reclamos con Yunes padre, el dirigente del PAN y senador Marko Cortés lanza un último ruego al converso, esperando acaso el perdón de los traicionados que afuera lloran la derrota de una generación que irá a la calle: “Te pido, Miguel, que te pongas del lado correcto de la historia”.

Con esa escena damos por sepultado el dique de contención opositor que no fue y ya no será. Enterrada la ruta de la resistencia parlamentaria, dos horas después llega el inédito portazo de la rebelión judicial.

Y frente al lema de que la patria es primero, se ahoga en la sordera oficial el grito de los inconformes: “¡Somos abogados, no somos acarreados!; Somos del pueblo, ¿dónde está Morena?; Exámenes sí, tómbola no; ¡Yunes, traidor, cediste al dictador!”.

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