REDIGNIFICACIÓN DEL SERVICIO PÚBLICO

#LunesDeOpinión

Alma Delia González

“Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio”.
Octavio Paz

El pasado martes se aprobaron en el Senado una serie de reformas a la Ley General de Responsabilidades Administrativas y la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria; en ese paquete legislativo también se incluyó la creación de la nueva Ley Federal de Austeridad Republicana que tiene por objeto regular y normar las medidas de austeridad que deberá observar el ejercicio del gasto público federal y contiene, además, disposiciones que tienen como finalidad la redignificación del servicio público.
(http://infosen.senado.gob.mx/sgsp/gaceta/64/1/2019-07-01-1/assets/documentos/Dict_Austeridad_Republicana.pdf).

Estas medidas se erigen como una respuesta del estado mexicano a los sucesos de corrupción que se han presentado en los últimos años, que han sacudido fuertemente al servicio público en todos sus niveles y que también han arraigado en la colectividad social la falsa idea de que todas y todos los servidores públicos son poco productivos, ganan grandes salarios y son corruptos.
Partamos de un hecho evidente: los servidores públicos son personas normales, que tienen sus propias aspiraciones personales, sus metas profesionales y también altibajos como cualquiera en la vida. Sería un error pensar que los más de 90 mil servidores públicos que hay en el Estado (según el presupuesto de egresos) son corruptos; por el contrario, estoy convencida de que en la administración pública los buenos son más.

En días pasados una persona me exponía la situación que vive como servidora pública en una de las dependencias del Gobierno del Estado. Esta persona, con una antigüedad de casi veinte años me comentaba que se encontraba laborando desde el sexenio del exgobernador Miguel Alemán Velasco, siempre como auxiliar administrativo, con el horario habitual que corresponde a su dependencia y daba su testimonio de cómo había visto ir y venir a Secretarios, Subsecretarios, Directores y Jefes de Área que habían dejado una huella – buena o mala – en su carrera profesional.
Me contaba lo difícil que son para el personal de confianza los cambios de sexenio e incluso los cambios de Secretarios o Secretarias de Despacho por toda la ola de suspicacias que se generan con estos movimientos; me narraba que incluso en los tiempos de la hegemonía partidaria, siempre se tenía la incertidumbre sobre la continuidad y la estabilidad laboral, incertidumbre que se hizo mayor con la alternancia, pues la marca del pasado los colocaba en la mira de la sospecha y los vinculaba en automático con un partido o un proyecto político. Ella es una madre de familia que todos los días se divide entre preparar el desayuno para los suyos, pasar a dejar a sus hijos a la escuela primaria y llegar a las nueve de la mañana para checar a tiempo su entrada a laborar, atender sus cargas de trabajo y al concluir su jornada regresar en camión a su casa en la zona norte de la ciudad para asumir las responsabilidades de su otro trabajo: el de madre y ama de casa. Su salario dista mucho de ser ostentoso, pero es suficiente para ayudarle en los gastos del hogar pues su esposo tampoco gana mucho como empleado de piso de una tienda departamental.

Esta realidad no es ajena a la de muchas mexicanas y mexicanos que laboran en el servicio público, que viven al día y que han ido formando un patrimonio a través de ahorros y endeudamiento. Ella es madre de dos menores y durante un tiempo pensó que al interior de su dependencia era posible hacer carrera y progresar para tener un mejor puesto y un mejor salario, hasta que el tiempo le dio a entender una realidad diferente a la esperada. La razón por la cual se me acercó era para explicarme que precisamente no todos son malos servidores públicos aunque como lo ella misma dice: de que los hay, los hay.

No tiene sentido aspirar a ser un país de “primer mundo” cuando en el tema de cultura de la legalidad aún quedan muchos pendientes, como el bloqueo que realizan algunos mandos medios y superiores a sus subordinados sólo por la propia satisfacción de su ego o como una manera de disfrazar su cobardía e incompetencia. Los buenos son más, porque en las filas del servicio público hay gente muy valiosa y talentosa; hay gente de experiencia que pese a los años aún tiene mucho por dar, hay jóvenes con energía e ideas nuevas que requieren el apoyo y la orientación adecuada para dar su máximo esfuerzo y hay casos muy destacados derivados de la inclusión que le brindan una oportunidad a personas que cuentan con alguna discapacidad pero que tienen el más grande compromiso y determinación de dar su mejor esfuerzo.

Se aplauden todas las disposiciones normativas que tienen como finalidad que las y los servidores públicos se ajusten los principios de honestidad, probidad y compromiso, pero también es necesario que se redignifique el servicio público desde todas las aristas.
Pasará algún tiempo para poder evaluar la efectividad de todas estas disposiciones normativas y el cambio de paradigma que se pretende, pero tengo confianza en que los resultados serán positivos, pues son más los que trabajan, son más los que quieren que a Veracruz y a México le vaya bien.

Mtra. Alma Delia Hernández Sánchez
Integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción de Veracruz de Ignacio de la Llave.

Twitter: @almadehesa
Facebook: almadeliahs
Instagram: almadelia2

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