Reforma electoral: Nos arrebatarán hasta el derecho a votar .

*ÍNDICE POLÍTICO

/ FRANCISCO RODRÍGUEZ/

 ¿Reforma electoral o, mejor, reforma del régimen de Cuarta… Transformación?

La señora Claudia Sheinbaum debe repensar su propuesta a partir de que sólo el 13% de la población llamada a votar en la pantomima de elección judicial acudió a las urnas, y que únicamente el 4% de los ciudadanos empadronados en CDMX sufragaron para elegir proyectos del Presupuesto Participativo 2025, pese a que ambos ejercicios estuvieron precedidos de apabullante propaganda en medios electrónicos y redes sociales.

¿Será porque la ciudadanía está harta de los políticos, sean estos cuatroteros, prianistas o republicanos de iú-es-ey?

¿Será porque los políticos sólo legislan y resuelven problemas que sólo atañen y benefician a los políticos y no a la sociedad en general?

¿Será por la pésima gestión de los gobiernos de la 4T que han fallado en todos los rubros de gobierno como son seguridad, salud, educación, alimentación, vivienda, obras públicas…?

¿Será por la corrupción, la ostentación y el cinismo de la que han hecho gala en los últimos meses?

Sea por lo que sea, la 4T ha alejado a la ciudadanía de las casillas de votación, lo que es, al menos, un llamado de atención para el gobiernito formalmente encabezado por Sheinbaum, quien supuestamente cuenta que una aprobación de más del 80%, según varias encue$tas.

Porque si los votantes no acuden a las urnas en el día de la elección, la relación entre gobierno y ciudadanos se concibe lejana –cuando no, hasta rota–, donde el ciudadano queda como agente distante para tomar parte de las decisiones públicas con respecto al interés nacional. Y el resultado es un gobierno ilegítimo.

¿Es eso lo que le interesa al autoritarismo cuatrotero? ¿Vía libre para convertirse en espuria dictadura frente a una ciudadanía a la que todo ya le vale madre?

Ojalá que no.

Antes que una reforma electoral, urge meter a la 4T al reformatorio.

Los frenesíes electorales de hace 85 años

Muy distantes están aquellas pasiones electorales desbordadas en todo el país. Muertos, heridos y rafagueados antes y durante la votación. Cientos de casillas ultrajadas de distinta manera por partidarios de los “Verdes” de Manuel Ávila Camacho y los “Rojos” de Juan Andrew Almazán.

Almazán era un soldado obregonista, de muy cuestionada trayectoria. Había servido bajo las órdenes de Victoriano Huerta y había participado en la batalla de Agua Prieta, donde liquidaron a Francisco Villa, con la ayuda del “derecho de paso americano” de Woodrow Wilson. Después, hombre de negocios.

El atractivo popular de Andrew Almazán era ser un opositor eficaz a la posible candidatura de Francisco J. Mújica‎, secretario de Comunicaciones y Transportes. Millones de mexicanos se hubieran aliado con él, de haber figurado en las boletas el michoacano. El Dedo, empero, no favoreció a Mújica. Así lo habían previsto los industriales del ya famoso Grupo Monterrey, quienes no sólo se llevaron a Andrew Almazán como jefe de la Zona Militar de la Sultana del Norte, sino que lo apoyaron con un despliegue económico y publicitario inusual en ellos.

Cuando le preguntaron a Lázaro Cárdenas por qué no había elegido a Mújica, contestó: “era necesario salvar la expropiación petrolera de cualquier amenaza o contingencia”. Hasta la fecha, nadie ha sabido interpretar qué quiso decir con ello La Esfinge de Jiquilpan. ‎Todo mundo sabía que el ideólogo, operador e impulsor de la expropiación petrolera había sido el secretario de Comunicaciones y Transportes. Cárdenas sólo había sido el ejecutor de un designio internacional, que le fue transmitido por el gringo Franklin Delano Roosevelt.

‎Por otro lado, se había hecho popular la broma que le atribuían al divisionario poblano Almazán. Cuentan que, en un recorrido de revisión a las tropas acantonadas en Morelia, preguntó por qué olía tan feo, a lo que el comandante de la guarnición le contestó: “es pólvora, sólo pólvora, mi general”.

‎O la vergüenza sufrida ante su superior, el general Cárdenas, cuando, en medio de la revuelta cristera, fue a pedirle ayuda para localizar a su pareja, que se había fugado del hogar con un sargento de fajina de la plaza. Su fuerte no era el trato con las mujeres.

Cárdenas: el “poder a la dictadura del proletariado”

 

El primer domingo de julio de 1940, todo mundo fue a las urnas, con un entusiasmo superior al de 1929, para que sólo le reconocieran a Almazán un número irrisorio de votos. ‎El 7 de julio de 1940, la radio reportaba textualmente: “El senador Gonzalo N. Santos anda asaltando las casillas con un grupo de bravos, disparando ametralladoras contra los votantes partidarios de Almazán”.

Lo cierto es que Ávila Camacho no había prendido el fuego de la participación ciudadana para defender su candidatura. Era un hombre quieto, sin atributos. Esa noche, llorando en la oficina del presidente Cárdenas tuvo que aceptar dejarse ayudar para defender su triunfo. Si alguien necesitaba a un hombre de coraje como el Alazán Tostado era precisamente su compadre de grado Ávila Camacho, que “no calentaba ni un café”.

Hasta votos que no se emitieron, como los de la CTM lombardista en el Distrito Federal, fueron sumados por el potosino, que después de esas acciones fue ingratamente olvidado. Ni el mismo Ávila Camacho hubiera podido votar –la casilla donde le tocaba hacerlo en Lomas de Chapultepec estaba “tomada” por representantes almazanistas–, si El Alazán Tostado no le hubiera abierto un espacio decoroso para hacerlo.

Entre julio y noviembre de 1940 fueron aprehendidos o ejecutados en distintas partes del norte de la República, diversos militares acusados de alentar una sublevación almazanista. ‎Y sanseacabó.

Para esas fechas, después de un autoexilio breve en Cuba,‎ el protegido del Grupo Monterrey ya había arreglado con el cardenismo los términos de su rendición, entre los que figuraba el traslado a su peculio de los terrenos donde actualmente se encuentra la capitalina plaza comercial Coyoacán y el viejo hotel Papagayo, en La Quebrada, de Acapulco.

Y es que la gente estaba cansada de los excesos retóricos del cardenismo, de su populismo desbocado. El mismo Ignacio García Téllez, secretario de Educación, tan moderado, había expresado en el Palacio de las Bellas Artes unas palabras que atemorizaron a muchas buenas conciencias de las clases media y alta. Había centrado el ideal de don Lázaro en llegar a “cerrar el ciclo de los presidentes y entregar el poder a la dictadura del proletariado”.

Los libros obligatorios en las primarias consignaban frases provocadoras del poder obrero y abiertos llamados a la conciencia juvenil para masacrar al prójimo si de instaurar la justicia se trataba. Para muestra, en los libros de lectura se glorificaba el homicidio: “Obrero: Si quieres encontrar la libertad/ búscala con el fusil / y a la luz del disparo la verás”. “Minero‎: ya no saques más oro / para comprar el crimen / arrebata el que existe, mata, cobra / con sangre todo el mal que ha hecho /con el hundido pecho de tu clase, el hambre”.

En el fondo, descontento popular con la 4T

Nadie que esté en su sano juicio quisiera que regresaran los arrebatos electorales de hace ocho décadas y media. Lo deseable, en cambio, sería que se incrementara la participación ciudadana, pilar fundamental de cualquier democracia –aunque ya sea “la mejor del mundo”, como presume la señora Ce Ese por haber “electo”, con “acordeones” en mano a un cuestionable nuevo y parcial Poder Judicial.

Porque cuando esta participación se reduce, se genera un daño significativo en la legitimidad del sistema político. La esencia de un sistema democrático radica en la involucración activa de la ciudadanía, y para ello, a menudo se promueve el sufragio universal y, en algunos casos, se establece el voto obligatorio. Sin embargo, es preocupante observar un creciente desinterés político entre la población.

¿Es intencional?

¿O acaso refleja el descontento popular de la ciudadanía con la 4T?

Me inclino por lo segundo.

¿Y usted?

Indicios

 

Si el costo del aparato es la principal argucia que el gobiernito federal presenta para llevar a cabo la enésima reforma electoral, que ahora se advierte será regresiva por la unilateralidad de quienes integran la comisión que prepara el proyecto, lo recomendable sería, de verdad, eliminar al INE y al TEPJF, lo mismo que a las cámaras legislativas, y sí, hasta el derecho a votar y ser votado. Bastaría con que el emperador y/o la monarca designen a sus cortesanos. Ya sucede. ¿Para qué seguir con estas pantomimas? * * * Por hoy es todo. Con mi reconocimiento a usted, vayan como siempre mis deseos para que goce de ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

 

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