Reprobados .

** La inmaculada percepción .

/ Vianey Esquinca /

n esta columna se ha hablado de que mientras en la iniciativa privada para cualquier trabajo al que se aplique se deben cumplir requisitos de experiencia y aptitud, dependiendo de la posición que se pretenda cumplir, en el sector público no sucede así.

No importa que se trate de elaborar políticas o leyes que afectarán a millones de mexicanos, de acuerdo con la Constitución, prácticamente lo único que importa es tener la edad y la nacionalidad. Incluso con las últimas modificaciones aprobadas en la Cámara de Diputados se pretende que una persona de 18 años puede ser diputado o senador.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha ido, incluso más allá, confesando que para él lo único que importa es la lealtad, lo que significa una sumisión plena para cumplir sus órdenes sin chistar. Eso explica completamente por qué el gobierno está como está.

Si fuera el mundo ideal, para ocupar cualquier cargo que tuviera repercusión en el país, se deberían pasar evaluaciones de control de confianza en el que se aplican exámenes médicos, psicológicos, toxicológicos, el polígrafo, entorno social y situación patrimonial.

Lo referente a la salud es especialmente relevante porque si el Ejecutivo llega a faltar debido a una enfermedad, el país podría entrar en una crisis. López Obrador debe estar de acuerdo con esto porque el 5 de junio de 2014, publicó un tuit en el que señalaba: “Existe el rumor de que EPN (Enrique Peña Nieto) está enfermo. Ni lo creo ni lo deseo. Pero es una buena salida para su renuncia por su evidente incapacidad”.

Pero, incluso más importante que el examen físico, es el de salud mental. Esto empezó desde que el entonces presidente Vicente Fox fue señalado de estar medicado con Prozac por una supuesta depresión. Si hubiera este tipo de pruebas se podría encontrar si algún gobernante, funcionario o legislador tiene alguna o varias enfermedades que, incluso, definen su forma de gobernar o legislar.

Se podría, por ejemplo, encontrar si existe un delirio de persecución y que por eso siempre se piense que todo gire a su alrededor y que todos están en su contra o un delirio de grandeza cuando una persona está convencida de que su misión es salvar a un país y que por eso debe eliminar a sus enemigos.

En la prueba de polígrafo, tomando en cuenta que las preguntas son cerradas y pueden responderse sólo con un sí o con un no, quienes aspiran a ocupar un cargo público deberían responder preguntas como: ¿Ha tenido algún contacto con algún integrante de cualquier cártel de drogas? ¿Ha tenido algún contacto con la mamá de algún narcotraficante? ¿Piensa que a los narcotraficantes hay que protegerlos y darles abrazos? ¿Ha recibido dinero en efectivo proveniente de fuentes no confiables?

Otras preguntas podrían ser: ¿Ha realizado cualquier actividad que esté fuera de la ley, porque, no me salgan con que la ley es la ley? ¿Ha plagiado su tesis? ¿Usted ha escrito todos los libros que dice son de su autoría? ¿Ha dicho que las propiedades son de su pareja o de familiares, aunque realmente son suyas? ¿Juró cumplir la Constitución sólo por convivir? Ha señalado que su fuerte no es la venganza, ¿fue sólo para que los enemigos bajen la guardia?

Estos exámenes deberían de hacerse, incluso, antes de ser nombrados o cuando los candidatos estén en campaña para darlos a conocer a la gente y que entonces sí, con todo conocimiento, los ciudadanos voten por quien consideren la mejor persona para representar. Si esto sucediera seguramente algunos políticos, legisladores, ministros o gobernantes no estarían donde están actualmente porque saldrían reprobados en las evaluaciones, pero como esto no es así, se tiene que padecer lo que hay.