Sin tacto
Por Sergio González Levet
Con toda razón, hace unos días el presidente Andrés Manuel López Obrador exigió en una de sus imponderables conferencias mañaneras que se respetara la figura presidencial.
Fue una respuesta del político tabasqueño ante la acusación sin pruebas fehacientes que le lanzó el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, en el sentido de que había estado atrás de los grupúsculos que generaron y siguen generando violencia en Guadalajara, en el marco de las manifestaciones originalmente pacíficas que tomaron las calles pidiendo justicia para Giovanni López, el joven que hace un mes fue asesinado presunta y brutalmente por policías municipales de Ixtlahuacán de los Membrillos.
Aquel día, el jefe del Ejecutivo dio toda una lección de civismo cuando explicó desde su tribuna madrugadora que la figura presidencial debe respetarse y que no se deben hacer acusaciones sin sustento jurídico en contra del titular del Ejecutivo.
Nada más cierto, nada más congruente, sobre todo porque proviene de la persona en la que recae actualmente la investidura más importante del país, otorgada a través del voto legítimo de 30 millones de ciudadanos.
No había más que darle la razón a AMLO, ante palabras tan prudentes y llenas de verdad.
Hasta aquí, todo iba bien con la actitud del mandatario nacional, pero…
Pero ayer no se contuvo una vez más, y cayó en lo mismo que había criticado tan recientemente.
La acusación presidencial fue hecha ayer a través de un anónimo “que llegó a la oficina de la Presidencia”, en la que se denunciaba un “complot” de empresarios, periodistas, políticos de la oposición y académicos, para hacer perder las elecciones de 2021 a los candidatos de Morrena y conseguir que la ciudadanía votara en 2022 por la revocación del mandato de López Obrador. El documento contenía una serie de acciones y una larga lista de prominentes mexicanos que, según la Presidencia de la República, estaban inmiscuidos en la intriga.
¡Y lo hizo sin pruebas fehacientes!
Es decir, se faltó al respeto a sí mismo en su investidura al acusar sin fundamentos reales, como señaló que estaba haciendo su oponente político, el gobernador Enrique Alfaro. Y no sólo eso, sino que cayó en el ridículo porque muchos de los involucrados tan frívolamente tomaron a chunga ese banal señalamiento del Presidente, y empezaron a verter declaraciones más bien jocosas.
Don Andrés Manuel y sus asesores y consejeros hicieron un ridículo mayúsculo, y contra eso no hay defensa, como en el béisbol con la base por bolas.
Deberían pensar muy bien los marrulleros que están cerca de Palacio y emboletan a AMLO en situaciones cada vez más lastimosas.
Ayer en las redes, el patriarca de Morrena fue objeto de un destrozo despiadado y universal, lo que es toda una falta de respeto.
El problema es que esas diatribas fueron ocasionadas por la ligereza acusatoria del señor Presidente, y él es el primero que debería salvaguardar la investidura.
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