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Por: Marisol Escárcega
Alicia tuvo una relación sexoafectiva con Carlos. Ninguno conocía a la familia ni los amigos del otr@ porque él nunca quiso, pues “esas cosas hacen una relación seria y nosotros somos libres”, le decía.
Nunca tuvieron la plática tradicional donde un@ le pregunta al otr@ si quiere ser su novi@, simplemente se dio el gusto físico e intelectual y fueron pareja. No salían con otras personas, pese a que sus cercanos sí sabían que tenían una relación, pero sí realizaban las actividades que cualquier pareja: salir al cine, a conciertos, cocinar, viajar y, por supuesto, compartir intimidad.
Bajo esa premisa de “amor libre” estuvieron juntos durante cuatro años, en los que, paralelamente Carlos salió con otra mujer (que sí presentó a su familia) sin que Alicia lo supiera. Ella se enteró de esa doble vida hasta que Carlos hizo público su compromiso en redes sociales.
Cuando Alicia le reclamó, él argumentó que nunca fueron “pareja”, que sólo “salían” y que jamás pensó que ella se “tomaría en serio” eso que ellos tenían.
A Alicia le tomó un largo tiempo y decenas de terapias entender y asimilar que Carlos nunca tuvo responsabilidad afectiva con ella ni con la relación que, efectivamente tuvieron. Por su parte, Carlos ni se casó, y en menos de un año ya tenía otra pareja.
Alicia me decía que muchos hombres cambian con gran facilidad de “parejas” y las desechan como si fueran basura. No se detienen a pensar en el daño que están ocasionando. “Ayer estaba conmigo planeando qué haríamos el fin de semana y al día siguiente dijo que se casaba… pero con ¡otra!”, ¿les suena conocido?
La responsabilidad afectiva es, en palabras sencillas, hacernos cargo de nuestras acciones, porque éstas sí tienen consecuencias en quienes nos rodean. Es verdad, no estamos obligad@s a corresponder sexoafectivamente a alguien, pero sí a ser responsables de los mensajes que estamos enviando.
Al sostener una relación, sin importar si hay sentimientos de por medio, debemos llegar a acuerdos muy claros de lo que sí y no queremos, sobre todo antes de que esa relación avance, porque sí o sí se forman vínculos que no podemos pasar por alto.
En el caso de Alicia fue devastador saber que las navidades, cumpleaños o momentos que ella consideraba especiales no significaron nada para Carlos que, con la mano en la cintura, la dejó con un palmo de narices.
Y, ojo, la responsabilidad afectiva no tiene que ver con el amor ni con el compromiso, sino con el deber de cada un@ en ser honest@ y hacernos cargo de lo que decimos y hacemos, es no confundir a la otra persona y decirle “sí somos pareja”, para más tarde decirle “no, mejor no”, porque lo único que hacemos es jugar con su salud y paz mental.
Si bien la irresponsabilidad afectiva no es exclusiva de los hombres, pues hay mujeres que también lo hacen, es justo en ellos donde se ve más claro esta práctica. Ejemplos sobran y más en el ámbito del espectáculo, en el que, constantemente nos enteramos que quienes fueron pareja durante años ya no lo son porque él ya se fue, salió o se casó con otra.
Hace poco vi un reel en Instagram de una colectiva feminista que justo hacía hincapié en la urgencia de ser responsables afectiv@s y enseñarles a l@s adolescentes que nuestras acciones sí lastiman a las personas. La publicación decía: “¿Estás conociendo a alguien y ves que no hay tanta química?, díselo; ¿no tienes intención de una relación tradicional?, díselo; ¿ya no te sientes atraíd@?, díselo; ¿te gusta otra persona?, díselo”.
El ghosteo (fantasmeo) es la manera más cruel en la que podemos dar por terminada una relación, ya que, bloqueando en redes, desviando llamadas o no responder los mensajes y suponer que la otra persona ya sabe por qué es poco ético, por no ser más dura. ¿No eres feliz, ya no te gusta esa persona?, díselo, agradece y vete, tan claro como eso.