*Texto y fotos: Eliana Gilet.
29.07.2025. Ciudad de México.- “Creo que hubiera sido importante que nos invitaran pero ni siquiera nos avisaron, ni cuando lo quitaron ni ahora”, responde Mary Coronado ante la restitución que el gobierno hizo del memorial para su esposo desaparecido, Mauricio Aguilar Leroux, que ella, junto al colectivo Huellas de la Memoria, había colocado en marzo de 2024 en el Zócalo de la Ciudad de México y que hace un mes fue quitado sin explicación.
“Creo que hubiera sido importante estar ahí, porque al final de cuentas son memoriales de las familias, donde siempre hemos estado presentes al colocarlos. Y saben que esto lleva sentimientos encontrados”, agregó la buscadora, destacando el punto medular de este movimiento gubernamental: la exclusión de las familias.
Mary reconoce que existe una diferencia personal, física y sensible, pero también política, en la intervención del espacio público para visibilizar la desaparición de una persona cuando ésta nace de sus familiares, a cuando se les excluye. El centro de la actividad de Huellas de la Memoria, el colectivo que ha acompañado a las buscadoras en estos procesos de denuncia tomando el espacio público, ha sido incluir a las familias en el acto, que es removedor y cargado de sentimientos.
“Yo ahorita estoy fuera de la ciudad, y me enteré porque me avisaron de Huellas de la Memoria, igual que ellos me avisaron cuando fue quitada, el 27 de junio. Estamos a días de cumplir un mes de eso, y la volvieron a poner. Imagínate cómo se siente uno cuando te quitan la estructura. Aparte de que ya te desaparecieron a tu esposo, te lo vuelven a desaparecer”, comentó Mary Coronado en entrevista con Desinformémonos.
El día de su desaparición, Mauricio Aguilar Leroux salió en automóvil desde Córdoba, Veracruz, camino a Querétaro a recoger a sus hijos, cuando a la altura del municipio de Concepción se perdió todo rastro de él. Cuando Mary, su esposa, quiso denunciar su desaparición, los mismos policías le dijeron que esa zona era “el triángulo de las Bermudas, porque todo el mundo desaparece”.
Esa actitud de tolerancia en la comisión de delitos de lesa humanidad llevó a que las familias emprendieran por su propia cuenta la búsqueda de sus seres queridos, y que luego encontraran caminos para organizarse y formar una voz colectiva para reclamar por su situación y por la prevención para que nadie más sea desaparecido. La instalación de memoriales fue un mojón más en ese camino.
Memoria en el espacio

Los primeros memoriales del Zócalo, con los rostros de Óscar Antonio López Enamorado, Antonio Verástegui, Antonio de Jesús Verástegui y Marco Antonio Amador Martínez, se colocaron en enero de 2024 en las jardineras frente a Palacio Nacional, pero fueron retirados el 15 de marzo de ese mismo año sin explicación, causando la denuncia pública de las familias ante el atropello. Una semana más tarde, se colocó el de Aguilar Leroux, que había resistido durante más de un año: “siempre íbamos a darnos una vuelta, a vigilarlo, también desde Huellas, o le decíamos a conocidos que iban al Zócalo: ´chécame la placa´. Estábamos en constante atención, y nos íbamos avisando siempre. Cuando recibí el mensaje de que lo habían regresado, me puse mal, me puse a llorar porque desde que lo quitaron estuvo el reclamo de que lo volvieran a poner”, contó Mary en entrevista.
Ahora, con la restitución de este mural, se abre el precedente para las demás familias en búsqueda. Mary recordó que presentaron un amparo judicial contra su remoción (el cual está aún en proceso), ya que los murales han sido financiados por ellas mismas: “como familias nos cuesta mucho trabajo esto, nos cuesta en lo económico tratar de conseguir lo necesario para lograr esas estructuras para los memoriales, porque no es que nos los regalen, tenemos que luchar para obtenerlos, tenemos que plantarnos aquí y hacer acciones. Y esto siempre es bien difícil para nosotras, pero por el amor que les tenemos a nuestros familiares desaparecidos, vamos a tratar de estar presentes y hacer lo que tengamos que hacer”, apuntó.
Los memoriales colocados consisten en una estructura de fierro vertical, que había sido colocada firme en la tierra de las jardineras frente al Palacio Nacional, en el Zócalo de la Ciudad de México, para sostener el mosaico con el retrato de la persona desaparecida, su nombre y la fecha de su desaparición. En el caso del memorial para Mauricio Aguilar Leroux, se agregó la exigencia “queremos saber dónde está; su esposa e hijos exigimos ¡presentación con vida ya! ¡memoria, verdad y justicia!”.
La presión sobre los memoriales y los antimonumentos que también recuerdan crímenes de Estado ha estado siempre latente, pero la amenaza de su remoción ha aumentado con la llegada del próximo Mundial de fútbol, en junio de 2026, y ha hecho que los colectivos emitan llamadas de alerta, en línea con la expresada voluntad gubernamental de intervenir la ciudad para las necesidades de la Copa.
Esto es particularmente delicado cuando se trata de estas intervenciones, que funcionan como mecanismos de denuncia ante crímenes que se perpetúan en el tiempo. “No hemos encontrado a nuestros familiares, pero estamos dando seguimiento y haciéndolos visibles por medio de memoriales. Por eso no tengo que dar un agradecimiento al gobierno por esto, no. Y no sé si se den cuenta que ellos mismos nos vuelven a lastimar, nos vuelven a abrir la herida que tenemos”, sentenció Mary Coronado.