¿Revocar el mandato?

Paralaje

 

/Liébano Sáenz/

 

En teoría, la idea de la revocación del mandato es lograr mejores gobiernos. Para ello se pone a consideración de los ciudadanos si ha de continuar o no el Presidente en funciones. La democracia directa es noble en su propósito, pero con frecuencia produce lo contrario de lo que se propone. Un gobernante que privilegie popularidad sobre responsabilidad va a contrapelo del sentido de buen gobierno, pero puede superar cualquier revocatorio.

El país está por inaugurar este ejercicio. No coincido con quienes aducen razones legales en el sentido de que no procede porque entraña una aplicación retroactiva. Legalmente, o más bien, constitucionalmente, no hay lugar a la objeción porque hay cambio constitucional para su aplicación y, como tal, no se puede invocar inconstitucionalidad contra la Constitución. Lo que sí existe es un tema de ética democrática. El Presidente López Obrador fue electo para un sexenio completo porque no existía la revocación de mandato. Por lo mismo, aunque legalmente es posible, no es aceptable que haya modificación al sentido originario del mandato democrático. En el futuro, los mandatarios sabrán que asumen el cargo con la nueva condición.

Entiendo que muchos de quienes no están de acuerdo con el Presidente avizoren una oportunidad para mostrar su rechazo. Sin embargo, de prosperar su propósito con un si mayoritario a la revocación, las consecuencias serían desproporcionadas en cuanto a la incertidumbre a la que llevaría al país. Se equivoca el que piense que nada puede ser peor a lo que existe. Sí puede haber un escenario considerablemente peor a la situación actual. Es de elemental lógica advertirlo.

De hacerse la consulta y prevalecer la continuidad -que suscribo por razones de ética democrática y no por acuerdo con el gobierno-, el Presidente seguramente utilizaría el aval no para actuar en un sentido de representación del todo, sino como ha ocurrido hasta ahora, en función de sus seguidores, y esto ocurriría justo en la fase donde el mandatario debe asumirse jefe de Estado, presidente de todos los mexicanos. Justamente, la ingenuidad de los opositores puede dar combustible a un proyecto transexenal en términos negativos para la democracia y para una alternancia civilizada.