TIERRA DE BABEL
Jorge Arturo Rodríguez
“En la lucha entre ti y el mundo ponte de parte del mundo”. (Franz Kafka).
No sé quién dijo que nada me es ajeno, todo me compete, algo así como el chismoso andando, pero pasa que de todo nos enteremos, queramos o no, porque sencillamente estamos en la era de “la información global”, y pos ni modo; lo cual no sé si sea bueno o malo, quizás todo lo contrario. En fin. Parece que nos han robado el tiempo o nos lo han escondido. Ahora que estamos encerrados, confinados, en cuarentena que durará décadas por la pandemia, según afirman estudios e investigaciones, se me figura que el tiempo se aletargó, como que también se encerró con nosotros en la habitación –no podría ser de otra manera-, y entonces resulta que no sabemos ni en qué día estamos, qué día vivimos, si es lunes, martes, viernes o domingo, ya no podemos decir a ciencia cierta (¿?) que “hoy es viernes y el cuerpo lo sabe”, ni siquiera la hora exacta percibimos, a no ser que recurramos a tecnología y aliviados o aterrorizados nos demos cuenta de qué hora es de tal día. Es aquí donde (no sé ustedes, mis fans), ponemos a funcionar nuestros ánimos, nuestra capacidad de inventiva, de creatividad, y nos ponemos a hacer cualquier pendejada para pasar el tiempo e irlo midiendo. Manos a la obra, porque siempre hay algo que hacer, sólo hay que buscarlo, como alguien me lo comentó. Cada quien se acomoda a los nuevos días, a la “nueva (a)normalidad”.
Las desgracias se suceden; supongo que la tierra ya está harta de nosotros, no sé qué carajos le hicimos. De pronto por todos los rincones surgen infortunios, y nos afectan a todos, ricos y pobres; desde luego, más a pobres que a ricos, pero a todos nos va a llevar la chingada. No es pesimismo, pero sí un mal presentimiento o presagio del fin del mundo. Como que la tierra se está sacudiendo de tantas porquerías creadas por la humanidad, por no decir, inmundicias desechadas en pro de un supuesto mundo mejor. Para no hablar de la inhumanidad misma de nosotros mismos. Ante un panorama nada alentador, seamos objetivos, me pregunto dónde quedó la cultura –sin meternos en rollos de qué chingaos es la cultura-, porque no veo ni se atisba un mínimo de interés por ella, aun cuando ahora más que nunca nos es necesaria. Sobre todo para irle remando y no dejarnos caer, para que nuestros descendientes no se la vean peor.
Otros males vienen a avasallarnos, como la depresión, la desesperación –nada nos acomoda- el aburrimiento (“Si ni no leo me aburro”), el enojo, el fastidio, lo que ocasiona que seamos presa fácil de los virus y otras enfermedades, hasta morirnos por diversas causas y, en una o muchas de esas, mejor optar por el suicidio. No lo digo yo, lo afirman científicos y chuchos en la materia.
Vivimos tiempos de crisis: económicas, políticas, sociales, culturales; crisis existenciales, íntimas, sexuales, eróticas y lo que guste agregarle. Vaya, crisis mental, quizás por eso tanto desquiciamiento por doquier.
Como muestra, parametría.com publicó hace unos días un estudio-encuesta de la Universidad Iberoamericana, “El costo colateral: la salud mental”, con base en las variables-preguntas siguientes: 1. Se ha sentido ansioso nervioso, ansioso o muy alterado. 2. No ha podido dejar de preocuparse. 3. Se ha preocupado excesivamente por diferentes cosas. 4. Ha tenido dificultad para relajarse. 5. Se ha sentido tan intranquilo que no ha podido quedarse quieto. 6. Se ha irritado o enfadado con facilidad. 7. Ha sentido miedo, como si fuera a suceder algo terrible.
Según este estudio, “la situación del país es preocupante. Casi una tercera parte (31.4 por ciento) reporta haber tenido síntomas severos de ansiedad. Con algunas agravantes. Si la persona entrevistada perdió su empleo o en su hogar perdieron una parte considerable de su salario el indicador sube entre 11 y 13 puntos porcentuales. Es aún más grave si se combinan ambas condiciones. Allí el diferencial respecto al promedio se incrementa alrededor de 20 puntos porcentuales”.
Se precisa que el porcentaje de la población de 18 años o más con síntomas severos de ansiedad, por COVID-19: 31.4%; por pérdida de empleo o fuente de ingresos: 44.45%; por pérdida del 50 por ciento o más del ingreso del hogar: 42.5%; por pérdida de empleo y pérdida de más del 50 por ciento del ingreso del hogar: 57.7%.
Bueno, ya pa’ que hablar de los jodidos pobres. El estudio concluye, muy acertadamente: “Lo que nos sucede en México no afecta solo a nuestro país, es un mal genérico. Tal vez la pregunta pertinente es si tenemos una política pública contemplada para este tema de salud como lo tienen otras naciones. Es claro que nuestra emergencia sanitaria por el covid-19 es lo más urgente y visible. Sin embargo, parece haber otros problemas asociados que eventualmente podrían cobrar factura si no se observan o resuelven en el mejor de los casos. No podemos olvidar que la salud mental eventualmente tiene repercusiones sobre nuestro ánimo social. Solo esperemos que, de no atenderse, la factura no sea muy alta”. Ahí ‘ta.
Los días y los temas
Retomo lo del tiempo. He aquí un pequeño problema: la noción del tiempo, ligado al ser o estar. Ni siquiera valen las expresiones: “Vamos a pasar el tiempo…” “Matemos el tiempo…” “Hagamos tiempo…” puesto que ni nos da tiempo de nada, ni siquiera de pensar en el tiempo. ¿En qué tiempo estamos? ¿Qué chingaos hora es? Sin ponernos mamones a filosofar, aunque tenemos tiempo para ello (“Sabia virtud de conocer el tiempo…”), Ramón Xirau, en su libro Tiempo Vivido, escribió: “El futuro mismo nos es ahora, cuando lo prevemos, lo proyectamos, lo imaginamos pero el “mañana”, el futuro de nuestras previsiones, y aquí tiene razón Sartre, es solamente “proyecto”. No podemos saber cuál es su rostro hasta que se nos vuelve hoy, hasta que esté, como presencia, en nuestro estar”. Luego afirma: “…la memoria nos es media vida”.
Caray, aún tenemos tiempo para pensar, crear, inventar, resucitar, darnos tiempo a nosotros mismos y a los demás, darle tiempo a la cultura y embellecernos por dentro, alimentar nuestro espíritu. No todo es pan y circo y mil pendejadas que nos dan pa’ engullirnos. Busquemos otros caminos: el de la humildad y la humanidad. Jorge Luis Borges escribió el poema “El remordimiento”:
“He cometido el peor de los pecados
Que un hombre puede cometer. No he sido
Feliz…”
Quien entendió, entendió.
De cinismo y anexas
Hace unos meses, fui a la presentación del libro Paisajes íntimos, de Magno Garcimarrero. Aún no nos caía la pandemia. Fue una charla muy amena. Ahí adquirí también su Libro de los alburemas, del cual les comparto unos cuantos, pos la risa ayuda a desapendejarnos:
LA ULTIMA PROFECÍA
“Nos dicen los enterados
Que el mundo se va acabar
Y que no hay más que rogar:
“Dios nos coja confesados”.
INE Y EL SEXO
“Cambiar género ya no es
Ninguna complicación
Pues la identificación
Del INE vale a la vez
Al derecho y al revés,
La identidad de un fulano
Ciudadana, ciudadano.
Ya es una práctica sana
Que ayer te llamaras Anna
Y ahora te llames Anno”.
SALUD
“Porque comías con desgano
Estabas perdiendo peso,
Ahora comes con exceso
Y se te mira más sano”.
En Paisajes íntimos aparece el poema “Pasión Cibernética”, del cual les comparto la primera estrofa:
“Has pasado a formar
Parte de mi ilusoria vida.
Estás siempre en mi nube,
En el ciberespacio”.
Ahí se ven. Que el tiempo apremia.