Samuel, el otro candidato de Palacio que no fue.

*Retrovisor.

/ Ivonne Melgar /

Con la utilización de las encuestas como insumo de propaganda, el gobierno y su partido pretenden anticipar lo que sólo tendremos claro dentro de seis meses.

La incógnita electoral persistirá hasta la noche del próximo primero de junio cuando sea despejada por los ciudadanos que acudan a las urnas.

Habrá quienes se arriesguen por deliberado interés o capacidad analítica a aventurar un resultado con medio año de anticipación. Pero el ánimo social de una contienda es un volado.

Sí, la emoción ciudadana que se va construyendo durante una campaña electoral en la que participan dos o más opciones siempre será una moneda en el aire.

Basta revisar lo sucedido en 2023: Turquía, Guatemala, España, Ecuador, Argentina. ¿La tendencia es el cambio? No en todos los casos. ¿El populismo garantiza continuidad? Depende.

La única constante es la incertidumbre y ésta aplica si y sólo si la competencia electoral presidencial y/o legislativa se da con reglas democráticas que a la vez son respetadas por los involucrados.

Quizás es ahí donde comienzan nuestros problemas, porque efectivamente esta vez la operación de Estado es todavía mayor a la que intentaron o pusieron en marcha gobiernos anteriores.

Gracias a su poder, el gobierno intenta permanentemente desoír o doblegar a los árbitros y jueces electorales, léase INE y TEPJF. Aunque la mayoría defiende su independencia.

Así que a la incertidumbre que venimos protagonizando desde 1997 con el IFE autónomo –hoy INE–, se suma la resistencia del Presidente de la República y de su partido a acatar la ley electoral.

La Constitución prohíbe el proselitismo presidencial, establece cárcel por el uso electoral de programas sociales definiéndolo como delito de corrupción y fija tope en el gasto de campaña.

Pero el mandatario promueve a su partido, la denuncia de Marcelo Ebrard contra la Secretaría de Bienestar por apoyar a Claudia Sheinbaum no prosperó y hay derroche morenista.

La debilidad institucional para evitar la violación de las reglas electorales ha venido beneficiando a la precandidata presidencial, que ofrece la continuidad del proyecto del actual gobierno.

Consecuentemente, la oposición compite por la Presidencia de la República y el relevo del Congreso en una cancha dispareja que desde ya coloca a sus candidatos en situación de desventaja.

Efectivamente, ese desbalance es producto de ejercicios democráticos anteriores en los que la ciudadanía castigó a los partidos que conforman la coalición del PAN, PRI y PRD.

Pero más allá del origen de esos antecedentes y de la reconocida ventaja del partido gobernante, el arranque de las precampañas el 20 de noviembre permite afirmar que nada está escrito todavía.

Porque los primeros 13 días de este calentamiento muestran la tensión de una disputa en la que los adversarios están en puja, pendientes de sus palabras y de sus actos, afectándose entre sí.

Si bien el oficialismo impulsa la percepción de que su candidata Claudia Sheinbaum es inalcanzable, sus voceros atacan a la abanderada opositora como si les estuviera pisando los talones.

La conversación digital morenista en redes sociales se ha concentrado en decretar que Xóchitl Gálvez “se desinfló”, pero no deja de darle puntual seguimiento.

Es como si, en los tiempos en que sabíamos que el PRI iba a ganar, el equipo de Miguel de la Madrid, en 1982, se la hubiera pasado atacando a su competidor del PAN, Pablo Emilio Madero.

Como parte de la misma narrativa de que “todo ya está dicho”, el partido en el poder, el Presidente de la República y los promotores de Sheinbaum agregaron un nuevo ingrediente al guion: el candidato bueno de la oposición es Samuel García, postulado por Movimiento Ciudadano.

Según el nuevo libreto oficialista, el gobernador con licencia de Nuevo León ocupará hacia el final de contienda el segundo sitio y le quitará a la oposición del Frente Amplio por México los votantes de las clases medias.

La defensa abierta y deliberada que el presidente López Obrador había hecho en las últimas horas del abanderado de MC lo convierte de facto en una segunda opción del oficialismo.

Podría tratarse de una táctica coyuntural.

Pero, mientras tanto, la vehemencia con la que el mandatario buscaba legitimar al candidato del partido que dirige su antes aliado Dante Delgado obliga a preguntarnos por qué Morena necesita terciar la elección.

¿Qué ganaba la candidata de la continuidad con Samuel García en la boleta? ¿Tranquilidad de que la competencia nunca se le va a cerrar?

Esta madrugada, el gobernador regio anunció que se queda en ese cargo.

De confirmarse esa decisión, ¿el estratega de Palacio Nacional buscará otra forma de desgastar por doble partida a Xóchitl Gálvez?

¿Acaso en MC midieron que el apapacho presidencial le quitaba lustre opositor a Samuel García convirtiéndolo en otra versión de la oferta oficialista?

Después de este sainete, ¿podrá Xóchitl capitalizar este momento para proyectarse como la única alternativa al revivido hiperpresidencialismo?

Son dudas que la incertidumbre democrática impone más allá de la propaganda y el negocio de las encuestas.

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