Se requieren ejemplos que dejen de reproducir el machismo: Sandra Escutia, de la FFyL.

*María Guadalupe Lugo García .

05.05.2025  Transformar las masculinidades desde un horizonte político implica reconocer que la construcción de lo masculino no es un tema privado, íntimo o individual. Se requiere un panorama donde no sea visto como un riesgo o peligro para las mujeres, niñas y niños, y para mismos hombres, afirmó Sandra Escutia Díaz, académica de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.

Ahí aún hay mucho trabajo por hacer, porque pensar en los hombres y en lo masculino sigue siendo un tema que causa temor y conflicto, y aún desconocemos cómo abordarlo socialmente, añadió en la conferencia “Masculinidades en transformación: rompiendo moldes, construyendo puentes”.

En la sesión, organizada por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), la universitaria dijo que las masculinidades se definen como formas sociales, culturales e históricamente construidas de ser y actuar, y que se relacionan con lo masculino.

A diferencia de la idea tradicional de una única masculinidad (del hombre fuerte, dominante, heterosexual, etcétera), el concepto en plural reconoce que existen múltiples maneras de vivir y transformar la identidad masculina, influenciadas por factores como la edad o el contexto geopolítico.

Dentro de las formas de ser masculino existe una dimensión que se olvida: la etaria, y es importante porque los reclamos de cómo ser hombres corresponden a las diferentes etapas de vivencias. Por ejemplo, en la primera infancia se puede prevenir la internalización del machismo. “Evitar y alejarse de lo femenino, y normalizar la agresividad como fuerza, es una de las primeras formas en las que se socializa a los varones”, advirtió.

En esta etapa se debe fomentar el aprendizaje del autocuidado, que no se suele enseñar a los varones, recordó la especialista en la conferencia.

Pero no podemos trabajar con las infancias si los hombres adultos no observan que es necesario que transformen sus formas de relacionarse entre ellos y con el entorno, señaló en la sesión moderada por Gaya Makaran, del CIALC.

Otra etapa relevante es la adolescencia, cuando se les pide “demostrar que son hombres” a través de la iniciación sexual, pertenencia a grupos (en algunos casos pandillas), participación en el acoso escolar o el riesgo de reclutamiento por parte del crimen organizado, por ejemplo.

También son importantes la adultez joven y media, que viene acompañada por la figura del proveedor; y la vejez, cuando muchos enfrentan el aislamiento y la vulnerabilidad, lo cual puede repercutir en una profunda soledad.

Sandra Escutia Díaz recalcó que es importante trabajar con las masculinidades porque es necesario el cuidado de la salud física y mental, y para tener mejores relaciones. “Ellos no suelen atenderse con terapeutas o psiquiatras”, por ejemplo.

Los varones ejercen violencia contra las mujeres, contra otros hombres y contra ellos mismos. Al detallar el segundo aspecto mencionó que ese fenómeno se da de distintas formas: por razones de edad, contra niños y adolescentes (por ejemplo, cuando son reclutados por el crimen organizado) y contra adultos mayores; por racialización, cuando se discrimina a otros por su origen, color de piel, acento o nacionalidad; o por explotación, cuando se realizan trabajos de riesgo sin protección, en la migración, mediante trabajos forzados, etcétera.

Pero también ejercen violencia contra sí mismos mediante autolesiones (ocho de cada 10 suicidios son cometidos por varones, sobre todo jóvenes); por medio de negligencia médica (se aguantan el dolor, dicen que no necesitan de otros, tienen menor esperanza de vida, etcétera), o por consumo, por ejemplo, de alcohol y de adicciones.

A esos aspectos se suman las demostraciones de hombría, como conducir a exceso de velocidad, lo cual los lleva a accidentes viales; no usar casco o manejar en estado de ebriedad; o la sexualidad autodestructiva, cuando no usan condón o no ponen atención a su salud sexual y reproductiva.

Ante este panorama, recomendó promover la educación emocional desde la infancia y que las personas acompañantes en el proceso estén dispuestas a hacer estos cambios en sus relaciones de género.

Es necesario formar y educar sujetos que vivan su sexualidad, masculinidad e identidad de forma sana, para ello se requiere que los modelos del entorno dejen de reproducir machismo, vejaciones y violencia.

De igual modo, mencionó, se necesitan campañas de salud masculina para todas las etapas, desde la higiene hasta el seguimiento para detectar alguna enfermedad y que se interioricen.

Por último, propuso el desarrollo de políticas públicas con enfoque de género y que haya intervención donde la construcción de las relaciones masculinas puede conllevar riesgo para mujeres y cualquier persona que los rodea.

Hay que construir puentes con los feminismos e intergeneracionales, así como trabajar en la comunidad contra la violencia y romper con las narrativas violentas en las redes sociales, entre otros aspectos.

Gaceta UNAM