Por Jacobo Dayán/ @dayan_jacobo
El fin de año y el inicio de uno nuevo han sido cargados de noticias y temas que han atraído la atención mediática y social. No es para menos, la pandemia crece y crece, el programa de vacunación es todo un reto nunca antes visto, el embate sedicioso desde la presidencia en EUA pone en alerta al mundo entero. Sin embargo, pasó completamente desapercibido que la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) actualizó las cifras de personas desaparecidas y el número de quienes continúan sin ser localizados superó los 80 mil. Hoy la cifra oficial es de 82,241.
A este número habría que sumar el enorme subregistro y a quienes fueron hallados con o sin vida y se encontraban desaparecidos. Estas cifras las desconocemos ya que las fiscalías de todo el país no realizan investigaciones y mucho menos lo actualizan en la base de datos de la CNB. Es decir, estamos ante un fenómeno de dimensiones muy superiores a la respuesta que han dado 3 administraciones federales y decenas estatales. Tampoco los medios ni la sociedad han estado a la altura del reto.
Esto me hace recordar un texto del psiquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers quien después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial reflexionó, sobre las responsabilidades ante lo ocurrido, en su libro El problema de la culpa.
En el texto Jaspers identifica 4 tipos de responsabilidades/culpas. La culpa criminal de aquellos que cometieron actos que infringían leyes concretas. La culpa política sobre las acciones de funcionarios de alto nivel y de la ciudadanía por las cuales se sufren las consecuencias de las acciones del Estado. La culpa moral sobre las acciones que como individuos tenemos sobre lo ocurrido. La culpa metafísica es que “hay una solidaridad entre personas como tales que hace a cada uno responsable de todo el agravio y de toda la injusticia del mundo, especialmente de los crímenes que suceden en su presencia o con su conocimiento. Si no hago lo que puedo para impedirlos, soy también culpable”.
En el México de los últimos años, demasiados años, criminales y agentes del Estado con culpa criminal; clase política y actores de la sociedad, incluyendo medios, con culpa política; culpa moral y metafísica compartida por prácticamente toda la sociedad.
Continúa Jaspers, que la violencia “no dependa ni de la solidaridad entre todos los hombres, ni entre los ciudadanos, ni siquiera entre los grupos más pequeños, sino que quede restringido a los lazos humanos más estrechos, hace que esa culpa se extienda a todos nosotros… Sois responsables de los actos del régimen que habéis consentido, aquí se trata de nuestra culpa política. Es culpa vuestra que, más allá de ello, hayáis apoyado al régimen y colaborado con él, en ello reside nuestra culpa moral. Es culpa vuestra que os quedarais sin hacer nada cuando se cometieron los crímenes, ahí se insinúa una culpa metafísica”.
Más adelante afirma que “tenemos que experimentar la indignidad que esa responsabilidad política exige. Experimentamos en ello nuestra completa impotencia política y nuestra exclusión como factor político”.
Más de 80 mil personas desaparecidas, más de 4 mil fosas clandestinas, más de 36 mil cuerpos en espera de ser identificados y una impunidad casi absoluta. Las respuestas desde el Estado son simulación total y continuidad por 3 sexenios con administraciones de todos los colores. Ni una Comisión de la Verdad que esclarezca los patrones de las desapariciones, ni un Mecanismo extraordinario de justicia que aborde el fenómeno, ni modelos de reparación acordes a la dimensión de la tragedia, ni mecanismos de búsqueda del tamaño de la crisis. Tampoco indignación social en cantidades que obliguen a la clase política a tomar medidas serias. ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto más horror se requiere para que estos temas no desaparezcan de la agenda?
También somos lo que toleramos.
