Se trata de las niñas

Karina Vergara Sánchez

Las faldas de los uniformes escolares en México no son amplias, por lo que restringen el movimiento. Tampoco son lo bastante largas como para impedir que se vea la ropa interior si las niñas saltan, corren o trepan. Si se ve la ropa interior, los calzones, las pantaletas, ellas son sancionadas en su entorno por adultos y por otros niños:

“Lo enseña todo”, “no sabe comportarse como señorita”, “es tonta, mala, fea, sucia”.

En invierno esas faldas no abrigan y las piernas ateridas, moradas o azules y que duelen son una constante. Incluso, hay planteles tan desconsiderados que prohíben portar mallas bajo la falda cuando hace frío.

En verano, las faldas significan muslos rozados.

Durante las primeras menstruaciones y los aprendizajes de manejo de las mismas, una falda “manchada” es garantía de que se vivirá burla, vergüenza y señalamiento.

Las faldas escolares son de los primeros mandatos sobre las mujeres, sobre las niñas, que facilitan el acoso tanto en las calles y en el transporte público como dentro de los mismos planteles escolares.

El entrenamiento de cualquier joven machito acosador pasa por levantar las faldas de sus compañeritas de la primaria mientras se encuentran distraídas en el patio escolar. “Son cosas de niños”, hay quien argumenta, pero en esos actos las niñas aprenden a que no pueden estar con la guardia baja en ningún momento y los niños aprenden que pueden transgredir la intimidad de la otra y que habrá quien les festeje la gracia.

Desde muy pequeñas, las niñas ensayan a usar pantaloncitos cortos o mallas bajo la falda, aún en época de calor con incomodidad y sudor, para dificultar el acoso tanto de otros niños, como de docentes y de adultos por la calle. De hecho, en los códigos infantiles, es mal vista una niña que no use alguna de esas estrategias porque “no se cuida”, como si no debiera ser ella cuidada, como si la responsabilidad fuera suya.

Esta pedagogía sexista no es sólo para el entorno escolar, es para la sociedad toda. La falda escolar es tan instrumento de sexuación que se convierte en fantasía pedófila y los sitios web y revistas de pornografía están llenos de niñas y mujeres portando faldas escolares en donde se anuncian “Colegiala…”, “violación a colegiala”, “azotes a niña desobediente”, etc.

Esto en el contexto de un país como México en donde se mata y se viola a las niñas por ser niñas, 81 feminicidios infantiles el año pasado; en donde la discriminación y la violencia infanticida se ensaña en particular con las más pequeñas y en donde la estrategia de prevención de embarazos infantiles –abusos de adultos en su mayoría- ha fracasado rotundamente.

Ayer ocurre que una demarcación, la Ciudad de México, instaura la posibilidad de que las niñas porten pantalón en lugar de falda y la respuesta en explosión misógina es impresionante. La operación resulta así:

Si las niñas pueden usar pantalón, lógicamente y “por equidad de género”, los niños podrían usar falda.

Entonces, los medios machistas se llenan de titulares:

“Faldas para los niños en las escuelas”, “Los niños podrán usar falda”, “Los niños podrán escoger entre usar falda o pantalón”.

Así generan animadversión entre la población a la medida; así estimulan los discursos de odio desde las miradas más conservadoras que insinúan que se trata de “feminizar” a los niños o de imponer lo que mal llaman “ideología de género”. Sobre todas las cosas, incentivan la sanción social a las niñas que hagan uso del derecho a portar pantalón, al mismo tiempo que invisibilizan la necesidad concreta de esta disposición que debería ser en pro del bienestar para las niñas.

Por otro lado, los discursos progres en columnas y en las redes se llenan de gente diciendo cómo defenderán el derecho de su hijo, de su niño, a portar falda, cómo lo están animando a adquirir esa prenda para su uniforme y cómo se sienten orgullosos de su varoncito deconstruido y se llenan de likes y de aplausos con esa posibilidad de “perfomance”. Nuevamente, la historia, el contexto y las necesidades concretas de las niñas se silencian y se invisibilizan. ¡Qué lleno de purpurina es el machismo progre que todo lo capitaliza!

Mientras machos y progres permanecen en su bulliciosa, pero alegre, disputa sobre si los varones serán feminizados o tocados por el ángel del liberalismo por portar falda escolar o no y ya que el tema está en la mesa, hay que señalar que a las niñas de hace décadas y a las de ahora se les deben, se nos deben, disculpas y retribuciones por todo lo padecido:

Por la restricción de movimientos, por la incomodidad física, por la vergüenza, por los acosos, por los tocamientos, por la sexualización, por toda la pedagogía de opresión sexista ligada a la imposición de una prenda.