**Autonomía relativa.
/ Juan Ignacio Zavala /
Hay paralelismos que pueden salir forzados. Semejanzas que se quieren hacer a como dé lugar para hacer quedar mal a determinado personaje. Pero hay otras que salen naturalmente, que se dan casi que copiadas milimétricamente. Es el caso de Luis Echeverría y López Obrador. Almas gemelas que el destino ha visto en la presidencia de México con algunas décadas de distancia.
La verborrea inagotable, las ocurrencias, los sinsentidos, el nacionalismo barato, la falsa soberanía, la idea del Estado como gran empresario, la demagogia, la corrupción, la humillante pleitesía de sus subordinadas, los arranques de chauvinismo, el autoritarismo a flor de piel, su desprecio por los medios y todo aquello que no controla, todas esas cosas los asemejan. No deja de ser curioso que Echeverría, ya centenario, muriera en este sexenio, mientras en el poder estaba “uno de sus más aventajados alumnos”, señalaron varios observadores de la política.
Hay otra cosa que los hermana: su pleito y su fobia contra los empresarios, particularmente los de Monterrey. Sabido es que Echeverría generó un clima de animadversión en contra del empresariado regiomontano que culminó con el asesinato de Eugenio Garza Sada, líder indiscutible de los empresarios en ese entonces que vivía en Monterrey. En septiembre se cumplirán 49 años de aquel crimen.
En el sepelio de Garza Sada, el abogado Ricardo Margáin señaló ante el entonces presidente Echeverría que se había propiciado “desde el poder, a base de declaraciones y discursos, el ataque reiterado al sector privado (…) sin otra finalidad que fomentar la división y el odio…”. Estas palabras resultan preocupantemente actuales. El presidente López Obrador ha usado la tribuna presidencial para atacar una y otra vez al sector empresarial y, particularmente, a la empresa dueña de los Oxxos.
La charlatanería, la palabrería del Presidente en materia electoral puede llegar a sus electores o perderse en el viento, pero sus ataques de odio ya empiezan a cosechar veneno. Casualidades o no, ayer en redes sociales se mencionó, de manera reiterada en Twitter, el hecho de que el crimen organizado hubiese quemado 25 tiendas Oxxo en Guanajuato. Una reacción, sabemos por las noticias, de los grupos delincuenciales a la detención de uno de los cabecillas del CJNG. Más allá de la lógica criminal de sembrar miedo en la población, sí resulta extraño que se hayan centrado como objetivo en esas tiendas y no hubiera ninguna oficina de gobierno siniestrada como respuesta por parte de los criminales. Como ha sido público, el Presidente ha culpado a esas tiendas, a sus dueños, de rapacería en materia energética; ha dicho que saquean con la luz, que hacen uso indebido de las nuevas energías y pagan menos que el pueblo. Es claro: el Presidente señala al enemigo, y el crimen se encarga de hacer el trabajito.
Las palabras tienen consecuencias… en la boca de un Presidente más aún. Siempre será buen tiempo para que este Presidente modere los ataques a sus gobernados, porque, de otra manera, ya se sabe: siembra odio y cosecharás crimen.