Ser periodista de corazón, es todo un reto.

** CON SINGULAR ALEGRÍA .

/ POR GILDA MONTAÑO /

 

Cuando vemos a algunas mujeres y lo que han hecho en el tiempo, nos tenemos que quitar el sombrero porque han dejado huella en nuestra historia, como acto de amor, como testimonio permanente.

 

Ayer, Gloria Díaz González de Libién fue reconocida por dos grupos de sus pares periodistas, la Fapermex y el Conalipe, como la mujer que más años tiene en la profesión, en nuestro país –71 años–, con el Premio México de Periodismo, Ricardo Flores Magón, en una ceremonia que se hizo en la Academia Nacional de Historia y Geografía, patrocinada por la UNAM.

 

El premio instituido en mayo de 2002, en Ixtapan de la Sal, en nuestro Estado, se renueva, porque ahora se da por trayectoria. Y los 71 años de aplomo, constancia y dedicación de muchos miles de artículos publicados por Gloria, en su famosa Crinolina, al fin, fueron merecedores.

 

“Después de esta entrada de distintos sabores y condimentos, trataré casi brevemente de contarles mis experiencias dentro del periodismo, que no de escritora de libros, porque eso aun no lo empiezo: pero ya sembré un árbol, tengo tres inteligentes hijos y saboreo el postre de la vida con mis cinco nietas y un nietito. Y mi eterno Simón…

 

“Emocionante es para mí recordar cómo me inicié en el camino periodístico aquí en “Toluca la Bella”, cuando no había tantas publicaciones como las que encontramos ahora en cada paso que damos. Tampoco es fácil hacer un recuento, pues son muchos los momentos que a lo largo de setenta y un años, he disfrutado en el medio periodístico.

 

“Empecé con la Crónica Social en el “Sol de Toluca”. Allí fueron mis primeros pininos. En esa época -era la década de los 50’s- el periodismo tenía que modernizarse: lo exigía la sociedad, la vida cotidiana, las noticias que circulaban de boca en boca y que se publicaban en los diarios y revistas citadinas; así que mi maestro de periodismo, mi inolvidable tío Alfonso Sánchez García, el popular “Profesor Mosquito”, fue quien me enseñó las artes del periodismo. Por cierto, él quien ya traía una vasta experiencia por haber sido editor de varias revistas y periódicos de la Ciudad de México, me invitó a elaborar una columna de chismecillos del medio social y de otros menjurjes”.

 

 

 

 

“No me hice del rogar: juntos pensamos en el nombre de tal tira y desde luego pusimos el seudónimo de un utensilio que mucho se usaba en ese tiempo. Fue así como nació mi “Crinolina” por Maricel, o sea yo.

 

“Preguntarán por qué mi columna se llamaba así: “Crinolina”. Les decía que la ocurrencia había sido de mi tío, el Profesor Mosquito, porque en esa época, la moda femenina era usar falda amplia y para lograr más espectacularidad en el vestir, se ponía una, una enagua de olanes bien almidonados que así se llamaban, lo que proporcionaba mayor volumen a la falda del vestido.

 

“La famosa “Crinolina” del periódico “El Mundo” en su primera época (año 54 a 59), revolucionó la comunicación pública escrita. Nadie sabía quién era yo; de dónde sacaba tantas verdades que parecían mentirillas, pero lo que fue espléndido es que pegó fuerte en los lectores juveniles y en sus papás. Los jóvenes y las “nenorras” querían saber con quién estaban ligadas y muy tempranito compraban el periódico para leer sus nombres en los olanes… Por su parte, los papás adquirían el tabloide para saber con quienes andaban sus hijas y en que malos o buenos pasos se encontraban sus hijos.

 

“Ya se imaginarán todo lo que le decían a la Maricel, autora de la “Crinolina”, mientras yo me divertía de lo lindo. Para tal efecto, me hice de varias “antenas” con mis amigas y amigos que aspiraban también a ser periodistas y eran quienes recogían comentarios, chismes, asuntos no publicables, pero que discretamente salían”. (Continuará)

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CON SINGULAR ALEGRÍA

POR GILDA MONTAÑO

12-12-22

Crinolina

“Por mucho tiempo no me identificaron, y seguía yo en el anonimato dando rienda suelta a salpicar de chile piquín, salsa endiablada, cuernos retorcidos; pero mieles y flores también, no faltaba más: toda la de cosas que comentar y poner. Los novios de “mano de torta” que paseaba por los portales; las parejitas de enamorados que se daban sus “picoretes” saboreando los helados de “Adiós tu Presumida” en la Alameda, todos los domingos. Los “perita en dulce” escondidos en “El Rey” de don Amado Martínez, aprendiendo a fumar “su cigarrito”. Uf…

“Renglón aparte, es indispensable sacar a relucir el “Café del Rey” que se encontraba en el Portal Constitución, junto a la puerta de atrás de la Santa Veracruz. Ese era el sitio de reunión de los “Chicos bien, de costumbres mal”, como yo les decía, y también el indispensable escaparate –había grandes ventanales en la construcción- para las “nenorras” de la sociedad toluqueña muy chic. Iban a lucir sus modelitos en voga, y ligar romance. Entonces, en los años 50’, Toluca era una ciudad tranquila, hermosa, hasta inocente. Limpia, bien querida y bien cuidada.

“Estos festines eran más bien organizados por estudiantes. Ya fuera por las chicas de la Normal de Señoritas –flamante normal para profesores; mismo edificio porfiriano-, o de la escuela Superior de Comercio, o quizá la academia Elena Cárdenas. En fin, la diversión era sana y alegre. Los Clubes de servicios: Leones, Rotarios, Rotarac y otros, levantaban ámpula con sus bien organizados eventos.

“Habían transcurrido algunos meses de publicarse diariamente mis “Crinolinas” y la incógnita seguía: nadie me había identificado. Pero el secreto no se guardó por siempre: alguien se enteró y de inmediato corrió la noticia, como reguero de pólvora. Ya identificada, todos se cuidaban de comportarse bien en donde quiera que me apareciera, o de plano se escondían.

“A la fecha, después de varias décadas que han transcurrido, los abuelos actuales de la sociedad toluqueña, siguen recordando esas anécdotas periodísticas que con gusto yo elaboraba de martes a sábado. Muchos de mis amigos y amigas que me leían y salían publicados sus nombres, me cuentan que aún tienen guardados los “recortitos del periódico”.

“Para mí, ha sido fantástico dejar huella con el paso de los años. He hecho un periodismo diferente: así interpreté y con esto contribuí a la actual comunicación social. Les di gusto a muchas personas diciendo en la “Crinolina” lo que querían que supiera la gente. A otras las fastidié por comportarme indiscreta. Pero creo que hubo una linda generación de toluqueños que aceptaron la innovación de comentar lo que pasaba en nuestra ciudad, en esos tiempos en que todos nos conocíamos en donde además en todos lados había temas para publicar,  a pesar  de dar disgustos pero también satisfacciones.

“Por medio de la “Crinolina” tuve la oportunidad de relacionarme con la gente “chic” de chorizolandia, como del medio político. Así, tengo el gusto de decirle a usted, querido lector, que tengo la friolera de escribir la “Crinolina” hace 70 años”.

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