Alma Grande
Ángel Álvaro Peña.
La política es una actividad que exige de sacrificios con objetivos de servicio a la sociedad; sin embargo, hay quienes lo consideran al revés, y a ellos hizo referencia el Presidente de la República en la conferencia.
En su titánica labor de tratar de enderezar el barco que estaba a la deriva a causa de los intereses particulares que se anteponían al servicio de la población, denunció que no son tiempos de arribismos personales, sino de despojarse del egocentrismo que caracterizó al pasado, aconsejó anteponer los ideales y los principios al oportunismo que sólo ha mostrado la vileza de los hombres y mujeres en los tres niveles de Gobierno.
Porque hay estados donde no tienen gobernador electo, sino señor feudal donde su palabra impera sin importar si viola la ley o simplemente se ajusta a las normas. Para ellos la política es un ejercicio que otorga beneficios personales a quienes la practican y se olvidan de servir.
Porque hay algunos que, a pesar de que tienen su origen en corrientes progresistas, siguen viendo la práctica política como un negocio.
Trabajan cuando quieren, no importa el trabajo, sino lo que éste pueda producir en beneficio propio, y por ello los cargos dentro de la administración pública provocan hasta asesinatos por “estar donde hay”.
Cuando la sed de poder impide ver las necesidades sociales que lo llevaron a su responsabilidad política, el sujeto extravía no sólo el camino, sino que se inscribe en la nostálgica práctica de la corrupción, y para ellos no importa dividir al partido o dejar las promesas de campaña olvidadas.
El problema con quienes quieren practicar la política como se llevaba a cabo en el pasado es que impiden el cambio, son reacios a la transformación, son jóvenes viejos que no se adaptan a la evolución del país y que dejan en manos de otros lo que deben hacer, para que finalmente nada se haga en favor de otros.
El Presidente parece haber ubicado a quienes ahora quieren el pastel completo para ellos y no lo comparten con quienes deben comerlo. La población, para este grupo de personas, debe estar al margen de los beneficios y ellos se apuntan como los primeros beneficiarios.
Hay políticos, incluso gobernadores, que en el no hacer está su principal privilegio, mismos que desde el momento en que iniciaron su administración han mostrado animadversión hacia los medios de comunicación. Así, desde el Palacio de Gobierno ven pasar una realidad que se niegan a transformar, por apatía, por complicidad, por flojera.
El oportunismo y el arribismo atentan contra quienes lo practican, y su propio partido deberá marginarlos antes de que se vea afectado por las conductas que se ha demostrado que ya tienen su merecido.
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