Si expresas lo que sientes y te dice «loca», es violencia psicológica. Ángela, la serie que revela la luz de gas

*Gaslighting, otra forma de violencia que hay que detectar.

/ Escrito por Wendy Rayón Garay /

20.07.2025/CimacNoticias.com/ Ciudad de México.- En la miniserie «Ángela», la protagonista experimenta diferentes episodios de violencia por parte de su pareja y padre de sus dos hijas, aunque intenta esconder la situación frente a sus cercanas, es percibida con facilidad: ella se ha retraído, tiene menos contacto con el exterior de su casa, se mira ansiosa y cada tanto en su piel se asoman los moretones de la violencia física recibida, pero cuando finalmente quiere acabar la relación es tildada como «loca», lo cual constituye otra forma de violencia: el gaslighting o luz de gas.

Aunque esta trama en esa mini serie en plataformas lleva la situación hasta un hospital psiquiátrico en el que recluyen a Ángela por supuestamente estar «loca», lo cierto es que muchas mujeres enfrentan este tipo de violencia sin ellas a esa situación, basta que expresen sus sentimientos para vivir bajo ese concepto emitido por su pareja y esto la hace dudar todo el tiempo de ella misma.

El gaslighting es definido como una forma de manipulación y abuso psicológico: “Es una violencia sutil, muy normalizada, que ejerce un hombre a una mujer por su posición de poder. Con el gaslighting se invalidan emociones y sentimientos, comienzas a disculparte, a dudar de ti al grado de preguntarte: ‘¿Seré yo el problema?’”, contó a Cimacnoticias Erika Díaz, psicóloga integrante de la Red de Acompañamiento Psicológico para la Salud Integral (Redapsi), una red de especialistas que brindan psicoterapia con perspectiva de género a mujeres.

Esta violencia recibe su nombre por “Gaslight” o “Luz que agoniza”, proviene de una película de 1944 dirigida por George Cukor, en la que un hombre manipula a su esposa lentamente hasta hacerla creer que está volviéndose loca. El protagonista aísla a su víctima dejándola sin redes de apoyo y poco a poco juega con su mente para obligarla a instalarse en un mundo casi irreal, así evita que ella descubra que él asesinó a su anterior pareja en su primer matrimonio. ¿Perturbador? Sí, pero nada lejos de la realidad.

Desde afuera, Ángela parece encajar en el ideal de una familia perfecta y esto es un peso mayor para ella quien no desea destruir este concepto en el imaginario de sus hijas, no obstante, el miedo la invade constantemente. Todo cambia cuando una denuncia anónima por maltrato revela a la luz su vida personal. La exposición pública intensifica el control y el abuso que sufre hasta que no puede distinguir lo que es real.

Una de las formas más comunes de violencia emocional es el gaslighting, una práctica que usa el agresor para mostrar una aparente amabilidad que encubre tácticas de manipulación. De acuerdo con el articulo «Gaslighting. La invisible violencia psicológica», esta conducta forma parte del ciclo de abuso en relaciones de pareja, el cual comienza con una etapa de tensión caracterizada por hostilidad y daño emocional. Posteriormente, se produce una fase de confrontación que puede escalar en agresiones física y situaciones de riesgo.

A partir de ese momento inicia el gaslighting en donde el agresor adopta un comportamiento manipulativo que hace que la otra parte dude de sí misma y su construcción o criterio sobre la realidad, esta táctica produce inestabilidad emocional y debilita la confianza. Después, se activa la última fase del ciclo de violencia: llegan las disculpas, las promesas de cambio y los gestos amorosos con los que intenta restablecer el vínculo y reiniciar la dinámica de abusivo.

La violencia que no se ve

Si bien Ángela termina viviendo diferentes episodios de violencia física, su historia también denota violencia psicología, la cual puede pasar desapercibida. De acuerdo con la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, este concepto se define:

«Como cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica, que puede consistir en: negligencia, abandono, descuido reiterado, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, indiferencia, infidelidad, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio.»

Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2021 exponen que el 39.9% de las mujeres de 15 años y más sufrieron violencia durante una relación de pareja. Esto representa una manifestación extrema de desigualdad de género y se muestra por medio de diferentes agresiones, siendo el maltrato psicológico el mayor usado, el cual estuvo presente en el 35.4% de las encuestadas.

FUENTE: Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)

Sentirte «loca»

De acuerdo con la feminista, académica, antropóloga e investigadora Marcela Lagarde y de los Ríos, en su libro «Los cautiverios de las mujeres. Madresposas, monjas, putas, presas y locas», las mujeres son consideradas «locas» cuando viven «con una intensidad fuera de lo común», es decir, que se atreven a ser, sentir o actuar de forma desmedida o transgresora, desafiando las normas sociales impuestas. En consecuencia, son vistas como locas, irracionales o desequilibradas, ya que la sociedad las cataloga así por salirse de los límites esperados de una mujer y esto es llamado locura patriarcal.

«Las mujeres locas son las suicidas, las santas, las histéricas, las solteronas, las brujas y las embrujadas, las monjas, las posesas y las iluminadas, las malasmadres, las madrastras, las putas, las castas, las lesbianas, las menopaúsicas, las estériles, las abandonadas, las políticas, las sabias, las artistas, las intelectuales, las mujeres solas, las feministas» -Marcela Lagarde y de los Ríos.

La antropóloga considera que las diferencias son interpretadas como síntomas o manifestaciones de enfermedad mental, marcando de «anormales» a quienes no encajan y justificando la exclusión y la represión institucionalizada que se reproduce y se difunde principalmente en canales dirigidos a las mujeres. Esta dinámica refuerza el control sobre ellas y limita su autonomía.

Para Lagarde, cuando una mujer es considerada «loca» se le señala pensando no en la afectación que se produce en su cerebro, sino en su matriz, es decir, en su útero. Este es imaginado como el lugar de origen de la locura femenina llamada histeria. No solo se considera una enfermedad mental, más bien se convierte en motivo de acusación hacia las mujeres.

¿Por qué ellas enloquecen? Porque se les enseña a renunciar a sí mismas (sus sueños, deseos, autonomía), por lo que se vuelve la raíz de su malestar psicológico. La presión de género, la ruptura de las instituciones tradicionales (familia o matrimonio) y las expectativas contradictorias son las que las llevan a una sobrecarga emocional, aislamiento y culpa.

La locura no es una experiencia personal, sino un constructo social y el poder, según las normas sociales vigentes de cada época, establece quien se considera normal o loca. ¿Qué sucede después? Históricamente, el encierro es la herramienta predilecta para tratar la anomalía. Algunas permanecen recluidas dentro del hogar y otras son internadas en instituciones públicas o privadas, siendo la familia la encargada de decidir cuándo y cómo se realiza.

«El momento político de darle el nombre de loca a la mujer, como el signo de otra naturaleza, ocurre en el ritual del encierro, ritual de pasaje que simboliza la institucionalización de la locura.» -Marcela Lagarde y de los Ríos.

Una vez que las mujeres son encerradas, Lagarde señalan que pasan por diferentes rituales para llevar a cabo la «transformación», por ejemplo: la purificación (baños y desinfectantes), la confesión (entrevista médica), el cambio de indumentaria (de la ropa a la bata), la mutilación del cuerpo (corte de cabello o violencia), la modificación del nombre (apodos), y la reclusión en un nuevo territorio (celdas, cuartos, salas, rincones).

Salir del ciclo

En muchas dinámicas de poder, las mujeres se ven atrapadas sin posibilidad real de escapar, como ocurre con Ángela. Aunque en ciertos momentos encuentra la fuerza y los elementos necesarios para denunciar a su esposo, las circunstancias que la rodean la paralizan: el miedo a perder la custodia de sus hijas, la manipulación emocional constante, la ausencia de respaldo institucional y la presión social que termina por silenciarla.

Cabe recordar que, de acuerdo con el Violentómetro –herramienta para detectar conductas violentas en los vínculos, desarrollada por la Unidad Politécnica de Gestión con Perspectiva de Género del Instituto Politécnico Nacional (IPN)– este tipo de agresiones registradas en las relaciones afectivas no son aisladas, ya que se derivan de un sistema machista que brinda permisividad, protección y tolera que estos actos escalen incluso hasta llegar su grado máximo: el feminicidio.

Si identificas que estás siendo víctima de gaslighting, u otra forma de violencia, recuerda que no estás sola. Reconocer el maltrato es un primer paso fundamental para romper el ciclo. Te invitamos a consultar el siguiente directorio de acompañamiento psicológico feminista, donde podrás encontrar apoyo profesional, empático y libre de juicios.