Prosa aprisa.
Arturo Reyes Isidoro.
El gobernador Cuitláhuac García Jiménez expresó el lunes su deseo porque un comentario que hizo diera pie a mencionar la necesidad de una ley que prohíba en forma determinante, sin vulnerar derechos políticos, la sucesión, en forma de herencia, de los cargos públicos, concretamente de las presidencias municipales.
Creo que su idea fue que se debata, o que permee en la sociedad, el problema en que devino esa ya vieja práctica en el Estado, nociva a todas luces, porque se pervirtió y, eso digo yo, ha dado paso a verdaderos cacicazgos que prácticamente se han repartido el territorio veracruzano y que coartan el derecho de los ciudadanos a aspirar, a participar y a ostentar un cargo de representación popular.
“Ojalá ya con este comentario se empiece a mencionar que hace falta una ley…”, dijo el gobernador. Lo secundo, porque Veracruz, la que debiera ser su vida democrática, hace ya mucho tiempo que es rehén de un grupo de caciques regionales que se apoderó del territorio estatal e hizo su propia división política conforme a sus intereses y a sus caprichos.
Priistas, panistas y perredistas llegaron al poder y se entronizaron, heredándoles alcaldías y diputaciones a los miembros de sus familias al amparo de la impunidad política de anteriores gobiernos, que los toleraron y que toleraron la práctica porque les servían a sus intereses, práctica que no solo se enraizó sino que después, hace apenas tres años, despertó la tentación de un gobernador de llevar esta malsana herencia política al más alto nivel intentando, prácticamente, heredarle el cargo a un hijo suyo.
Hoy ninguno de los dirigentes de esos tres partidos (los tomo como referencia porque son los más grandes, los más antiguos y los más representativos) puede condenar esa reprobable práctica porque sería como escupir hacia arriba: les caería en la cara su propio espumarajo, pues en sus filas tienen caciques que, proceso electoral tras proceso, imponen como candidatos a sus familiares, reciclándolos y haciendo enroques con ellos para no soltar el poder político y todos los privilegios que otorga, como hacer jugosos negocios e incrementar las riquezas personales y familiares, muchas malhabidas.
Es cierto. Hay derechos políticos, por lo que cualquier intento por corregir esta deformación política no es fácil, pero algo se tiene que hacer, que intentar. Dijo el gobernador García Jiménez que ya hubo intentos en el Congreso local. No los recuerdo. Pero es mérito suyo, y se tiene que reconocer, que ventile, que actualice el tema y que tenga la intención de acabar con este que se ha convertido en un cáncer de la política.
No recuerdo que algún antecesor suyo le haya entrado al toro.
Nadie repara en que estos cacicazgos políticos familiares han logrado tal poder, tanto que no se tientan el corazón para intimidar a cualquier ciudadano que intente participar con las mejores intenciones de verdaderamente democratizar la vida pública del Estado como, lo he repetido con insistencia, el caso de la exdiputada presidenta de la Mesa Directiva del Congreso local, Octavia Ortega, a quien hace tres años fueron a tirar frente a su casa, en Pánuco, una mano humana cercenada con un mensaje amenazante con el propósito de que desistiera, porque resultaba incómoda para los cacicazgos locales.
No me quiero imaginar el momento en que estos cacicazgos, verdaderos carteles de la política, pacten con los carteles de la delincuencia organizada, que cada vez más intervienen en el escenario político para tratar de inducir, incluso de imponer, candidatos. Entonces el Estado habrá claudicado en su rectoría.
En Veracruz ha habido cacicazgos políticos a lo largo de su historia, pero nunca llegaron al grado de la herencia del poder a los familiares. Es cierto, un jefe político regional imponía a sus más cercanos, pero no a sus parientes. Los petroleros, cuando estaban en pleno auge, se alternaban el mando en las secciones de su sindicato, o el cacique La Quina les decía quiénes, pero sin que fueran familiares suyos.
Hoy en las regiones del Estado están en el cargo muchas personas cuyo único mérito es ser familiar del cacique, sin que tengan preparación adecuada, el perfil idóneo.
Es tal la ambición, la embriaguez del poder político familiar que incluso se usa la violencia para retener y mantener los cargos, como sucedió recientemente en el puerto de Veracruz, donde la alcaldía y las diputaciones ya se convirtieron prácticamente en un coto de una sola familia.
La intención del gobernador Cuitláhuac García es buena, no lo dudo y lo secundo. Pero sería mejor, con el poder que tiene, que empezara por romper con esos grupos, con esas familias, pues en el norte del Estado, en la Huasteca (aunque no dudo que sea en toda la entidad), los actores políticos que intentan participar en el actual proceso electoral saben muy bien que esos cacicazgos y el gobierno se han arreglado, contlapachado, para pactar y repartirse los cargos: yo desde el poder no te pongo trabas para que ganes la presidencia municipal, e incluso te apoyo, a cambio de que me ayudes a ganar las diputaciones federal y local, que le interesan al presidente y al gobernador para seguir manteniendo el poder en el país y en el Estado.
También se trata de un círculo vicioso, gobernador, y si no lo sabe, creo que podría preguntarle a su mano derecha en el palacio de gobierno cuántos acuerdos hay con estos cacicazgos familiares que usted pretende combatir. Si le resultan, creo que hasta usted mismo terminará alentándolos y protegiéndolos si le garantizan que pueden retener el poder en 2024. En mi caso, el de un simple ciudadano, con un espacio periodístico que intenta hacer opinión, lo apoyo si va en serio, pero quiero verlo, que su gobierno legisle y que no se quede todo en una simple declaración periodística.
Confirmó Joaquín Guzmán: en Xalapa la alianza va
En una conferencia de prensa, el dirigente estatal del PAN, Joaquín Guzmán Avilés, no dejó ninguna duda que habrá alianza con el PRI y el PRD para llevar un candidato común a la presidencia municipal de Xalapa.
Fue muy preciso. Dijo que las encuestas definirán el nombre del candidato y que continúan las negociaciones, que el tema está en la mesa. Se decía que el PAN ponía trabas, pero ya se ve que no.
En realidad, la encuesta es una sola y una empresa de la Ciudad de México, contratada de común acuerdo por las dirigencias nacionales de los tres partidos, la realiza ya en todo el municipio.
Se cree que para el 14 de este mes, cuando se volverán a reunir las partes negociadores, ya se tengan resultados.
Anoche le pregunté a un negociador del PRI: ¿Y si gana Sergio Hernández, del PAN? No dudó en decirme que se respetará a quien gane. Pero encuestas previas favorecen, por amplio margen, a David Velasco Chedraui, el candidato tricolor.
Por lo que hace a puerto de Veracruz, dijo que la solución está en manos de la Comisión de Justicia del Comité Ejecutivo Nacional, o sea, nada está definido.