Sí hay que investigar a los ex.

Jorge Ramos Ávalos

México es un país que siempre ha estado intranquilo e inquieto con su pasado. Por eso es legítimo y necesario investigar a los expresidentes mexicanos. No podemos olvidar los fraudes, los abusos de poder, la corrupción ni las partidas secretas de los últimos sexenios. Ese deseo de saber qué pasó -y quizás hacer justicia- quedó demostrado con las más de dos millones de firmas que aparentemente se juntaron para pedir una consulta popular sobre los exmandatarios.

Hay que investigar. Ningún expresidente debe tener impunidad. Pero este es un proceso doloroso y tomará años. Y va a distraer de asuntos fundamentales, como la violencia y la pandemia. Imagínense, por ejemplo, el día que llamaran a testificar a Carlos Salinas de Gortari, a Felipe Calderón o a Enrique Peña Nieto. El país se pararía.

Más que juicios individuales, lo que necesitamos en México es una comisión de la verdad. Y si surgen acusaciones concretas sobre crímenes y violaciones específicas, entonces se puede seguir un proceso penal. Esto requiere de una figura de reputación irreprochable para estar al frente de la gigantesca tarea.

Los países que se han lanzado a la complicadísima aventura de revisar su pasado reciente con comisiones de la verdad -como Chile, Argentina, El Salvador y Sudáfrica- han salido con democracias más fortalecidas y han promovido un proceso de reconciliación. Incluso en Chile, por ejemplo, le llamaron Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación.

Pero eso es lo que yo no veo en México. No veo ningún interés de reconciliación. Más bien lo que percibo es un deseo de revancha. Andrés Manuel López Obrador tiene muchas cuentas pendientes con los expresidentes Calderón y Peña Nieto, a quienes ha responsabilizado de la actual situación de violencia y a quienes ha acusado de los supuestos fraudes que le impidieron llegar al poder en el 2006 y 2012.

Hay mucho que investigar, denunciar y asimilar.

Ya sea que se realice una consulta popular o que se cree una comisión de la verdad, yo sí quiero saber qué pasó con el mayúsculo fraude electoral de 1988 y cuál fue el papel de Manuel Bartlett, el actual director de la Comisión Federal de Electricidad. Luego de que se cayera el sistema, Carlos Salinas de Gortari fue declarado ganador pero su contrincante, Cuauhtémoc Cárdenas, declararía: “Estamos convencidos de que hubo fraude el 99 por ciento de los mexicanos”.

Quiero saber cómo se utilizaron los 854 millones de dólares de la “partida secreta” del presupuesto durante el sexenio de Salinas de Gortari. “En todos los gobiernos en todo el mundo existen fondos confidenciales que se utilizan para tareas de responsabilidad del Estado”, me dijo el expresidente en una entrevista en el 2000. Que ahora nos diga cómo lo gastó.

Yo quiero saber cómo Ernesto Zedillo llega a la candidatura del PRI -y luego a la Presidencia- tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994. “Usted mejor vaya y pregúntele al PRI”, me dijo Zedillo molesto en una entrevista (en 1996) cuando lo cuestioné sobre el dedazo. Bueno, ahora le tocaría contestar a él.

Quisiera saber qué pasó con la idea de una “Comisión Nacional de Transparencia” -para investigar a expresidentes- que me mencionó Vicente Fox después de ganar la Presidencia en el 2000. ¿Qué la detuvo?

Quisiera saber “cómo el crimen organizado se estaba apoderando de pueblos y ciudades enteras”, como escribe el expresidente Calderón en su libro Decisiones difíciles. Cómo se pasó “del narcotráfico al narcotráfico más menudeo” y cómo se tomó la polémica decisión de declararle la guerra al narco.

Quiero que interroguen al expresidente Peña Nieto sobre la compra de la “Casa Blanca”, sobre los sobornos de Odebrecht a funcionarios de su gobierno, sobre la censura a la periodista Carmen Aristegui y sobre su responsabilidad por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Con tantas preguntas, no hay por qué dejarlo estar tan cómodo en Madrid o dondequiera que esté.

Quiero, como muchos mexicanos, que los expresidentes den la cara. Y que si cometieron un crimen o un fraude, que paguen o vayan a la cárcel. Ya estamos advertidos: este es un pozo sin fondo y habrá durísimos coletazos de los dinosaurios que se creían intocables hasta hace poco.

Pero en México se tiene que decir la verdad. Ya es hora.