Norma Meraz
El tiempo es como el agua que pasa por el puente: no regresa ni vuelve a pasar.
Lo que ocurrió en Culiacán es exactamente eso: “sí, nos equivocamos, pero ya pasó”, afirmó en su discurso descriptivo de los hechos el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, desde Palacio Nacional.
Nada de lo que sabíamos tuvo un añadido de valor en esa exposición del responsable de la Seguridad Nacional.
Fue el General de cuatro estrellas secretario de la Defensa Nacional Luis Crescencio Sandoval quien verdaderamente –y sentando un gran precedente– mostró y explicó con precisión el minuto a minuto de los hechos del 17 de octubre en la capital del estado de Sinaloa.
El General Secretario no sólo hizo una cronología de los acontecimientos, sino que hiló el tiempo con la operación militar; enumeró puntualmente el equipo diverso con que contaban la tropa, oficiales y policías federales estatales y municipales; vehículos terrestres, armas de altísimo poder, helicópteros, equipos de videograbación por los que, gracias a eso, se pudieron mostrar tanto las imágenes, la captura del supuesto delincuente y el sonido de los tiroteos.
El General Sandoval en ningún momento “politizó” la política de seguridad. “Como buen soldado mostró y defendió la lealtad y honestidad de las Fuerzas Armadas y, reconoció los tropiezos que tuvieron respecto de la eficiencia en el operativo.
Alfonso Durazo destacó en su “pieza de oratoria”, “lo qué pasó, ya pasó, hasta que no acabemos con la corrupción, no acabaremos con la violencia”.
¿Se referiría a que aún quedan por ahí algunas piezas corrompidas, insertas en la Guardia Nacional y que fue por ahí fue que se filtró la información a los” malosos” de Sinaloa y los puso más que en alerta?
Llama la atención que Durazo Montaño incorpore en su exposición palabras como exterminio y que haya agregado: “pudimos ganar, pero hubiera sido una victoria pírrica ya que muchas personas hubieran perdido la vida”.
Esas palabras en un “parte” de seguridad le dan un tono más bien de posicionamiento político que de un enunciado de “mea culpa”.
Ahora bien, en la prédica moral como discurso político del Presidente Andrés Manuel López Obrador éste niega por principio estar informado de lo que pasó en Sinaloa.
Al correr el día 17 de octubre, y ante un enorme vacío de información, brotan noticias diversas en todos los medios de comunicación. Y no es para menos; se trata de un acontecimiento con características singulares:
– Los enfrentamientos entre las fuerzas nacionales y narcotraficantes; una orden de aprehensión contra Ovidio Guzmán; se carece de una orden de cateo oportuna; bloqueo de calles en Culiacán y carreteras distintas; más las amenazas de atacar a las familias de los militares; conforman un cuadro muy complicado para desenredar todo el entramado y estrategia del cártel de Sinaloa.
El Presidente López Obrador, como es bien sabido, ordena liberar al presunto delincuente —hijo de ‘El Chapo’ Guzmán– “para evitar un derramamiento de sangre” y es que el señor Presidente confunde castigo con represión.
Todo lo anteriormente mencionado es lo que ya sabemos que pasó en Culiacán, pero ¿qué no pasó en Culiacán? ¿qué no sabemos acerca de Ovidio Guzmán? ¿La DEA le sigue los pasos al hijo de “El Chapo”? ¿Aún está en el país o lo siguen buscando fuera de aquí? Si estuvo a la mano, ¿qué pasó? ¿Lo recapturaron o simplemente lo dejaron ir?
El caso es que, amén de fallar la estrategia militar, falló la política de comunicación y es por ello por lo que los distintos medios empezaron a publicar lo que iba “cayendo” a la redacción, con o sin mala intención. Fue todo un rompecabezas de información, pero el señor Presidente López Obrador, “con todo respeto”, no pierde la oportunidad de querer delinear el trabajo de los periodistas y de paso estigmatizarlos. Para él, todo aquel que no esté de acuerdo con lo que afirma, lo califica de conservador o adversario.
Para concluir, la reacción que manifestó el Presidente López Obrador en días pasados, al enterarse del accidente que sufrieron 10 reporteros que cubren sus giras, al volcarse la camionetita destartalada y sin frenos, teniendo como saldo dos periodistas con fracturas de clavícula –hoy aún hospitalizados– y otros con numerosas contusiones fue: “todo quedó en un susto “. ¡Qué solidario el Presidente!
Cabe recordar que es el tercer accidente que sufren los reporteros que cubren las giras del Presidente y para él, solo fue “un susto”.
Ante esta realidad de Culiacán, los soldados dan la cara, mientras los políticos moralistas tejen redes de mentira y contradicción .
¡Digamos la Verdad!