**Claraboya .
/ Azul Etcheverry /
Esta semana se llevaron a cabo las elecciones intermedias en los Estados Unidos, uno de los procesos electorales más significativos no sólo para la vida interna de aquel país, sino para el mundo y la región, particularmente, con nuestro país, dadas las implicaciones sociales, económicas y políticas que derivan de nuestra estrecha relación, bajo un contexto hiperinflacionario, post-pandémico que aunado a las divergencias políticas y comerciales, demanda más allá de un simple vistazo.
Si bien el modelo electoral no permite aún contar con resultados finales, vale la pena señalar que se trató de un ejercicio democrático intenso dadas las tendencias de polarización política mundiales, sin embargo, en Estados Unidos adquiere un trasfondo radicalizado en donde la violencia ha demostrado ser un factor determinante que va desde lo político hacia lo social y viceversa. Es desde esa ala republicana de reivindicación segregacionista con la que personajes como el expresidente Donald Trump y ahora Ron DeSantis en Florida aspiran al poder.
No obstante, esta tendencia que esperaban se convirtiera en una “marea roja” republicana no está ocurriendo, tal vez debido a dos factores primordiales, en principio, destaca una mayor participación del electorado, considerando que no se trata de elecciones presidenciales, una mayor participación de votantes demócratas que no se contempló ni en las encuestas, además del uso de herramientas como el voto mediante correo postal, permite la participación de sectores poblacionales que por una u otra razón no asisten a las casillas el día de la elección.
Segundo, y probablemente más esperanzador, es que la mayoría de la sociedad no vive en los “polos ideológicos” sino que va moderándose de acuerdo con las circunstancias, necesidades y aspiraciones, de una u otra forma es menor la población indecisa al momento de decidir el voto. Ese fenómeno exacerbado hoy definido como “trumpismo” demostró tal vez no haber perdido fuerza, sino que esta divergiendo en otros modelos como el observado en Florida o Texas.
Es así como vemos que factores como la violencia armada, abuso de sustancias o la inflación y sus consecuencias económicas no resultaron ser lapidarios como se esperaba sobre las aspiraciones demócratas en su futuro a corto y mediano plazo, con Joe Biden como un presidente cada vez menos popular.
Ahora bien, en cuanto a como influyen las elecciones en la relación binacional, en principio vemos como la agenda migratoria no sólo sigue inédita, sino que cuando se habla se hace explotando el discurso en contra de la migración, a pesar de que ya resulta un tema impostergable y no sólo un lema de campaña para los aspirantes que buscan el voto latino. No sólo eso, seguiremos viendo una frontera muy dura, con disponibilidad de capital que mantendrá el cerrojo y con ello la crisis en las ciudades fronterizas.
De igual forma, se incrementarán las exigencias republicanas respecto a los asuntos pendientes derivados de los desencuentros en el T-MEC, exhibiendo aún más la necesidad de reformas constitucionales que den cabida a lo acordado en el tratado. Con una reevaluación del propio documento en 2026 en la que se define su continuidad, es necesario tomar con la seriedad que amerita las posibles controversias que surjan por los incumplimientos al mismo.