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/ Víctor Hal Díaz /
Jacqueline Saburido, una joven venezolana de 20 años, viajó a Texas durante el verano de 1999 con la intención de perfeccionar su inglés antes de incorporarse a la empresa familiar junto a su padre. Sin embargo, un trágico accidente automovilístico cambió por completo el rumbo de su vida. Mientras regresaba de una fiesta con unas amigas, el auto en el que viajaban fue embestido frontalmente por un conductor ebrio de 18 años. Dos de sus compañeras perdieron la vida al instante, y el vehículo se incendió con Jacqui en su interior.
Las consecuencias fueron estremecedoras: sufrió quemaduras de tercer grado en más del 60% de su cuerpo, perdió la vista y gran parte de sus rasgos faciales, y quedó con movilidad reducida. A pesar de someterse a cerca de 120 cirugías, Jacqui no permitió que la tragedia la silenciara y convirtió su dolor en una causa, dedicando su vida a concientizar sobre los peligros de conducir bajo los efectos del alcohol.
En 2002, protagonizó un impactante anuncio de televisión que conmovió al mundo. Miles de personas le escribieron para agradecerle su valentía y por usar su historia para salvar vidas. Su testimonio se transformó en un símbolo de prevención, fortaleza y esperanza.
Jacqui pasó sus últimos años en Guatemala, enfrentando una nueva batalla: el cáncer. F*lleció el 20 de abril de 2019, con el deseo de ser enterrada en Venezuela junto a su madre. Aunque su vida terminó, su legado perdura como una poderosa advertencia contra la conducción bajo los efectos del alcohol.