Jorge Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil
Una de las reacciones que más ha llamado mi atención desde hace años, es la que tiene nuestros gobernantes, legisladores, funcionarios de los tres órdenes de gobierno, así como de indigentes de partidos políticos y de los integrantes de esa numerosísimas legión que es la Corrección Política.
Todos ellos, por encima de sus diferencias políticas e ideológicas, están hermanados en algo que a no pocos pareciera inverosímil: Su rechazo a toda opinión que no encaje, cabal y completamente, en su manera de ver el desarrollo del país, si no son similares a la idea que tienen de lo que debe hacerse para modernizar nuestra economía, y poner al día nuestro vetusto y caduco andamiaje jurídico.
Tal vez el carácter real de este gobierno se encuentre no en la congruencia y la continuidad, sino la ausencia de una línea conductora y en la incertidumbre sobre lo que vendrá.
Desde 2018, apareció un nuevo género en la literatura del análisis político en México.
Este género abundante en libros y ensayos intenta entender cuáles son los objetivos reales del actual gobierno, cuáles han sido las consecuencias de sus acciones y omisiones Y si estás forman parte de una trayectoria programática, de un rumbo ideológico, vamos de un proyecto de país. Es un género que abunda en interpretaciones y en el que han participado tanto simpatizantes como opositores de esta administración y también analistas, en donde se adivina el deseo de ubicarse en la neutralidad. Mientras más observamos y pensamos en las razones, motivos y objetivos que están detrás de las acciones del gobierno, menos alcanzamos entenderlas.
A pesar de la cantidad de trabajos publicados y el esmero intelectual invertido en tratar de entender esta administración, no podemos responder las preguntas más básicas sobre cómo interpretar lo que ha pasado y por lo mismo, no nos dan pistas sobre qué es lo que viene.
Pareciera que se trata de un falso dilema, pues podría pensarse que sobra con una revisión superficial de publicaciones y declaraciones básicas, cómo los contenidos en la plataforma electoral, en las promesas de campaña, los discursos y expresiones públicos del presidente, en el Plan Nacional de Desarrollo.
Normalmente todo eso bastaría para iluminar las dudas que pudieran existir sobre el programa de gobierno o sobre su temple ideológico. El hecho es que este gobierno es un enigma envuelto en un misterio.
Una de las causas de este enigma es la ambigüedad con la que el gobierno y el presidente han manejado la expresión de sus objetivos.
Existe una tendencia hacia el desencuentro entre el discurso y las acciones. Hay también una discontinuidad temporal entre intenciones expresadas en el pasado inmediato y lo que se dice y hace hoy. Esas discontinuidades y contradicciones han hecho muy difícil la vida a los apoyadores acríticos al gobierno, que se autoimponen la penosa responsabilidad de forjar esos retorcidos ejercicios de acrobacia retórica llamados “maromas”, intentos generalmente infructuosos para justificar acciones manifiestamente injustificables y tratar de cuadrar círculos.
Una tercera fuente de confusión son las expectativas sin fundamento que se han construido sobre este gobierno, y que naturalmente no se han cumplido. Estas expectativas estrelladas crean una sensación de disonancia y desconcierto entre las actitudes esperadas del gobierno y las políticas que realmente se han implantado.
Una cuarta fuente de confusión tiene su origen en la ausencia de una narrativa única y congruente sobre el proyecto que representa esta administración. Ni el gobierno ni sus explicadores capaces de armar una historia que ofrezca cohesión y lógica entre un discurso que fundamentalmente habla de justicia social e integridad pública y sus políticas, que no coinciden con esos propósitos.
Al final este nuevo género de explicaciones genera hipótesis interesantes pero pocas certidumbres sobre a dónde va el gobierno.
Tal vez el carácter real de este gobierno se encuentre no en la congruencia y la continuidad, sino precisamente, en la ausencia de una línea conductora y en la incertidumbre sobre lo que vendrá.
El narco se empodera y los niños tendrán educación de menor calidad, todos somos víctimas de lo que llama el Ejecutivo Federal la lucha contra la corrupción y la transformación de la esperanza.
Francisco Martín Moreno definió AMLO como cruel. Cerro refugios para mujeres maltratadas, cerro guarderías, dejó morir a los niños con cáncer, acabó con el sistema de salud y el abasto de medicamentos, ideologiza la educación pública, creo más de dos millones de pobres, prefirió las estampitas al cubre bocas y no hizo pruebas porque era una gripita.
Mandó al carajo a los heridos y muertos del Metro L12. No le interesa la seguridad aérea y nos pone en riesgo a todos, con falsa humildad. Se dice humanista y polariza a la sociedad. Hay más muertos por violencia y 10 femicidios diarios.
Matan candidato sin que el Estado pueda protegerlos.
Sigue con una gran popularidad con un discurso amañado. Pero no miente.
Nos dice que le piden se reelija, y ya encontró el método de prórroga del mandato; deja a la SCJN el tema. Descalifica críticas, amenaza e intenta delitos contra quienes lo cuestionen.
Habla de los responsables del pasado sin ver su presente, adjudicaciones directas, se queja de Banxico por no obtener remanentes, cuando el valor del peso cambió, amenaza a su gobernador. No respeta órganos autónomos especializados que tomaban decisiones imparciales, y quiere de regreso todas las funciones al Ejecutivo.
Mete las manos en el proceso electoral alegando justicia por compra de votos, cuando él mismo hizo promesas, sin tarjetas, pero sus candidatos las usan y esos no están con proceso abierto en la Fiscalía. Su justicia está por encima de la ley.
Las violaciones legales son válidas en nombre de su justicia y su defensa de la democracia selectiva. Ya empezamos con conflictos con el T-MEC que amenazan el posible crecimiento del PIB. Cayó la inversión y el empleo. Pone en riesgo la seguridad aeronáutica por su austeridad republicana y por compartir espacio aéreo de Santa Lucía con aeropuerto CDMX, y ni siquiera empiezan operaciones. El deterioro actual ya demerito a nuestras líneas aéreas que apenas se recuperaban del Covid.
Cargar en su conciencia con tantas muertes no parece afectarlo, aunque anda de mal humor, lanzando más amenazas para derrotar a quienes supuestamente causan problemas.
Las elecciones del 6 de junio consumen sus esfuerzos. Descalifica al INE y al TEPJF para preparar terreno y alegar fraude electoral, cuando somos los ciudadanos quienes contamos los votos. Insiste en el fraude de 2006, sin una sola prueba, y ataca a Felipe Calderón Hinojosa. Éste en entrevista llama al voto, deben acudir los ciudadanos y decidir entre democracia o dictadura.
Así lo evalúa.
López Obrador condena a Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad para frenar sus investigaciones y pide no se le apoye económicamente porque es una injerencia contra su gobierno.
Acabó con los fideicomisos. Ya no hay becas para estudiar en el extranjero, ni Sistema Nacional de investigadores para evitar que trabajen con el sector privado. Acabó con el cine, con el teatro y con la cultura. Dejó sin apoyo crediticio a campesinos. Desapareció el Fondo de Desastres que atendía emergencias por sismos y huracanes y otras desgracias. Cerró el Fondo para la Seguridad Pública. Terminó con el apoyo a periodistas amenazados y defensores de Derechos Humanos.
AMLO sólo dijo que eran corruptos todos y bandidos sus defensores. No alcanzará el Presupuesto para tanta dádiva.
Por qué tanto Francisco Martín Moreno como Felipe Calderón Hinojosa, tienen razón.
El Ejecutivo Federal es un presidente cruel, no humanista. Ni de izquierda como lo apuntó Cuauhtémoc Cárdenas Roger Batra.
Debemos votar por nosotros, por las nuevas generaciones, por la democracia y no para empoderar los inicios de una dictadura que abiertamente quiere apoderarse del país y destruir instituciones y lo peor está por venir.