Columna
/Brenda Lozano. /El País.com/
Hace unos días recibí la invitación al cargo como agregada cultural de México en España y directora del Instituto de Cultura de México en España por parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores. La acepté con humildad, en vista de la importancia de representar las muy diversas expresiones culturales mexicanas en un país en el extranjero con el que hay una constante comunicación entre creadores e ideas. Puse énfasis en los artistas más jóvenes, en la paridad y perspectiva de género, en la comunidad LGBT+, los pueblos originarios y otros grupos vulnerados o habitualmente excluidos, y buscando explorar diálogos posibles entre las nuevas expresiones culturales y la tradición que nos precede con una cota alta. Acepté el puesto público –que históricamente han ocupado escritores, en su mayoría hombres– con el genuino interés de escuchar, abrir puertas y tender puentes desde una postura no patriarcal a favor de los derechos de todas las personas, y teniendo presente mi lugar como parte de la comunidad cultural.
Soy parte de una generación de feministas que busca cambiar la narrativa social y cultural. Creo que hay un largo camino en México para erradicar la violencia en contra de las mujeres que ocurre a varios niveles y un largo camino en materia de derechos humanos para poder, entre un largo listado de libertades, decidir libremente sobre nuestros cuerpos. No soy “conservadora”, ni tengo que ver con los grupos presididos por hombres ya mayores, de hecho, yo no había nacido cuando estos grupos intelectuales se formaron y tuvieron vigencia.
Soy parte una generación joven de mujeres que lucha desde su trinchera –en mi caso desde la cultura– por la libertad de expresión, la paridad, la perspectiva de género y la importancia que tiene una idea de cultura amplia e incluyente. Voté por Andrés Manuel López Obrador en las tres elecciones presidenciales pasadas convencida de que la democracia y la libertad cultural son intrínsecas, además de que en su proyecto tendrían cabida muchas voces, incluso las que disienten en los temas de género. Como otras feministas dentro del Gobierno, pienso que hay una oportunidad para esta transformación de la narrativa desde adentro. Precisamente porque hay una diversidad de posiciones y políticas, pienso que sería posible contribuir a reencauzarlas con los principios que defiendo. Con esto estoy comprometida tanto en mi vida personal como en mi trabajo.
En los últimos días he sido objeto de una desmedida cantidad de ataques violentos y misóginos hacia mi persona, de injurias, amenazas a mi integridad y de una gran cantidad de falsedades que parten del reclamo de haber disentido. A esas voces decido no escucharlas. Decido fortalecerme con todas las muestras de apoyo y cariño que he recibido. Aparte de los insultos, muchos afirman que mis posiciones críticas, el despido y la renuncia que ha ocurrido en la Secretaría de Relaciones Exteriores debieran llevarme a presentar mi renuncia. Pienso lo contrario.
Si aceptar representar la cultura de mi país en la Embajada de México en España, como parte de una comunidad cultural y como parte de una nueva generación que defendemos la libertad de expresión, los feminismos, los grupos vulnerables y una postura no patriarcal y antirracista, ocasionó esta polémica no es mi función favorecer la idea de que la cultura mexicana debe requerir una afiliación ideológica. En cambio, sí podría participar en una política cultural abierta que represente la diversidad de la producción y por esta razón acepté el cargo que me extendieron en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
La polémica suscitada me dejó sola en medio de una guerra política y luchas de poder que, en el fondo, poco tienen que ver conmigo, pero ante la que quiero defender mis principios a favor de los feminismos, la libertad de expresión y el pensamiento crítico. Creo que la defensa de los derechos de las mujeres, la diversidad cultural y la libertad de expresión son hoy más necesarias que nunca. Y con toda convicción seguiré luchando a favor de ello.