¿SOBREVIVIRÁ EL PRD?

DE FRENTE Y DE PERFIL

RAMÓN ZURITA SAHAGÚN

Está visto que el PRD no puede solo y que la elección del 2021 será una de las más difíciles que haya enfrentado, ya que le va en ello el registro como partido político, el que podría perderlo después de la jornada del 6 de junio.

Los pocos perredistas que quedan como militantes saben que la apuesta es sumamente riesgosa y no tanto por los resultados obtenidos en julio del 2018 que descobijaron al partido y lo dejaron casi en la indefensión.

Y es que los perredistas parecen no haber entendido que el rechazo de los electores en 2018 fue real, motivado por la serie de desatinos cometidos en los 29 años de vida que tenía el partido en ese entonces.

La sangría provocada por el éxodo de militantes hacia MORENA y otros partidos y el desastre de los gobiernos perredistas en los estados motivó que en 2018 fueran los votos de varias de las entidades hacia otras organizaciones políticas, quedando del perredismo solamente un gobierno estatal, el de Michoacán, cuyo gobernador, Silvano Aureoles Conejo, disputa cada mes con Cuauhtémoc Blanco ser el gobernado más rechazado del país.

Luego de la elección de 2018, los perredistas han estado mal y de malas y han sufrido, uno tras otro, tropiezos fuertes que lo alejan de tener grandes alcances.

De aquel perredismo fuerte que resistía fracturas de todo tipo y que no importaba que las tribus sostuvieran fuertes disputas al interior, se traslado a la docilidad de sus dirigentes y militantes, desde el arribo de “Los Chuchos” como grupo poderoso que distribuye los principales cargos del partido entre sus simpatizantes.

Todo inició cuando Alejandro Encinas y Jesús Ortega (el Chucho principal) disputaron la dirigencia nacional del partido que se mantuvo acéfala durante largo tiempo, después de una elección interna sumamente disputada y cuestionada, donde las impugnaciones surgieron de todos lados y se tuvo que nombra un árbitro para el conteo (Arturo Núñez).

El resultado favoreció a Ortega, pero provocó el resquebrajamiento de las principales estructuras del partido que derivaron en la salida de López Obrador y sus seguidores.

Los Chuchos no lo entendieron y se dieron gusto dejando en la presidencia del partido a sus afines. Guadalupe Acosta, Carlos Navarrete, Jesús Zambrano, entre otros, hasta que realizaron una alianza con Miguel Ángel Mancera que parecía dotaría de simpatizantes y recursos al debilitado PRD.

El primer golpe lo recibieron en 2015 cuando perdieron varias delegaciones de la CDMX, su principal nicho de votos y el segundo cuando su candidata al gobierno de la CDMX, Alejandra Barrales fue rechazada por los electores de la capital del país.

Lo peor estaba por venir, cuando una pobre cuota de cinco senadores conformaron su bancada en el Senado de la República y una de menos de quince asumió en la Cámara de Diputados. Esas representaciones sufrieron la merma de diputados y senadores que provocó la desaparición de su bancada en el Senado y ser la minoritaria en San Lázaro.

Pero siempre hay cosas peores y el rechazo hacia el PRD en los comicios de Puebla y Baja California es una advertencia sobre lo que se les puede venir el año próximo. En ambos estados, el PRD hubo de recurrir a candidatos prestados, sin grandes votaciones, siendo menores al 10 por ciento los resultados obtenidos. En Baja California en cuatro de los cinco municipios sus candidatos no obtuvieron más allá del tres por ciento de sufragios, siendo la excepción Tijuana.

Ahora con Jesús Zambrano que regresa la presidencia del partido, el perredismo busca desesperadamente hacer alianzas con otros organismos, buscando repetir aquellas alianzas exitosas del 2010 y 2016, cuando de la mano del PAN ganaron varios gobiernos estatales, aunque los candidatos eran de Acción Nacional.

Ahora Zambrano entra en conversaciones nuevamente con el PAN y hasta con el PRI buscando que mediante esas alianzas obtengan la cantidad necesaria de votos para continuar con registro.

Email: ramonzurita44@hotmail.com