*Zurda .
/ Ruth Zavaleta /
No son pocas las opiniones verbales y escritas que han circulado públicamente para decirle a Xóchitl Gálvez lo mal que va su campaña y lo que debería hacer para mejorarla. Desde profesionales en la política que nunca han participado en una campaña, o que, si lo han hecho, nunca han ganado la elección, hasta improvisados de mercadotecnia electoral. Es decir, como en el futbol, a todos nos brota el pequeño experto que traemos adentro. Por supuesto que no está mal ejercer la libertad de expresión, pero ¿qué motiva a estas personas a expresar estas opiniones que, lejos de ayudar, impactan negativamente la percepción de la candidatura? Tal vez la podrían apoyar más si de forma privada le envían sus sugerencias y propuestas, y no seguir abonando a la falsa creencia de que todo está mal, porque no es así.
Después de todo, y sin el afán de justificar los errores que se podrían reconocer que se han cometido por parte de Xóchitl, su candidatura no se produjo porque los partidos políticos del PRI, PAN y PRD así lo quisieran, sino porque tuvo la suerte (en la política se requiere mucha) de estar en el momento y en lugar correcto para capitalizar la coyuntura del movimiento rosa. Le ayudó su audacia y su forma aguerrida de ser, pero lo determinante fue que los partidos aceptaron un método diferente para seleccionar al personaje que los encabezaría como oposición. No obstante, eso no quiere decir que quienes se sentían con más derecho de ser seleccionados y no fueron, ahora se sientan moralmente obligados a sumarse y dar “el resto” para ganar la Presidencia de la República. Incluso, varios de ellos lo dicen y lo repiten una y otra vez, el principal objetivo es impedir que Morena y sus aliados ganen la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, y qué mejor que, para lograrlo, ellos mismos, los que integran las élites partidarias, encabecen las candidaturas plurinominales de diputados y senadores.
Por otra parte, son varias las ausencias de quienes compitieron internamente y no han estado presentes en el periodo de precampaña, manifestando con esta actitud su inconformidad, pero aún es peor, y daña más, aquel que compitió y se hace presente con reclamos públicos; a mí me surge la duda, ¿harían estos reclamos a un precandidato?
En este contexto, y a partir de la evidencia, queda claro que el método de la alianza opositora para seleccionar a quienes encabezarán las candidaturas a las gubernaturas, las presidencias municipales, diputaciones locales y federales, no será el mismo por el que Xóchitl, sin ser militante, logró ser la precandidata, sino que lo decidirá cada partido. Ojalá no fuera así, pero seguramente lo harán como siempre, se repartirán los estados, distritos y municipios, dependiendo de la fuerza territorial, real o ficticia, que tenga cada uno, y repetirán el mismo modelo de campaña que han hecho en otras contiendas: toda la estrategia girará alrededor del personaje que logró la hazaña de encabezarlos, con la esperanza de que también logre generar una ola de votos que les permita, al menos, un buen número de plurinominales.
Sin embargo, para Xóchitl o para cualquier otro que hubiera sido, enfrentar una campaña como opositor es complicado, pero más aún cuando el propio Presidente de la República asumió el papel de coordinador de la campaña de la candidata que él impulsó. Además, 23 estados de la República están gobernados por Morena y sus aliados. Es así que, desde mi punto de vista, la hazaña de Xóchitl fue el haber logrado encabezar a la oposición con el apoyo ciudadano, lo que sigue será ganancia y no depende sólo de ella.
Si el subcomandante Marcos, hace 30 años, hubiera encabezado un movimiento armado bajo los consejos de quienes habían participado ideológica o activamente, en las guerrillas de la década de los años 60 y 70, tal vez, sólo hubiera logrado que lo mataran a él y a sus soldados, pero con su ingenio logró una disrupción diferente y un verdadero cambio para los indígenas, aunque hoy, frente a la levedad de algunos personajes que se autocalifican como de izquierda, sea insoportable reconocerlo.