Sororidad: Nos enseñaron a ser rivales, pero decidimos ser aliadas

POR: MARÍA CRISTINA MAGGI GORDON*

Hemos crecido bajo la idea de que las principales enemigas de las mujeres son otras mujeres. Lo vemos en los cuentos de hadas, en las películas, en las novelas. El resultado es casi siempre el mismo: mujeres villanas que atacan y sabotean a otras mujeres.

Por si no nos bastara, hemos traspolado este concepto a nuestra vida cotidiana. Aprendemos a ponerlo en práctica desde pequeñas: nos criticamos, nos juzgamos, nos atacamos. ¡Qué equivocadas estamos!

Ni nuestras madres, ni nuestras abuelas, ni nuestras maestras nos hablaron nunca de la Sororidad, y no podemos culparlas, ellas tampoco tuvieron quién les hable sobre la posibilidad de no ser enemigas entre nosotras, sino de ser compañeras.

La sororidad, en palabras cortas, es una práctica ética y política por la que las mujeres nos reconocemos de manera recíproca, nos identificamos como diversas, pero también como pares, es percibirse como iguales para aliarse y transformar su realidad. Es un sentido de hermandad, de consideración y de empatía.

Sororidad proviene del latín soror, que significa hermana, pero es mucho más que un concepto académico o filosófico, es un valor práctico.

¿Cómo ser sororas?

Dejemos de criticarnos la una a la otra por la ropa que llevamos, el maquillaje que usamos (o no), el corte de cabello que tenemos, cada quién tiene derecho a elegir su expresión estética ¿no?.
Basta de juzgar el cuerpo de las otras por estándares de belleza que no atienden a nuestras realidades, motivemos el amor por nosotras mismas. No califiquemos a otras como “fea”, “gorda”, “superficial”, valorémonos por lo que realmente somos.

Basta de decirnos “putas”, por decidir sobre nuestra propia vida sexual. Respetemos el derecho de cada una a elegir sobre su cuerpo.

Paremos de juzgar a las mujeres que deciden no ser madres, o que ejercen su maternidad de formas no convencionales, no critiques sus decisiones reproductivas o familiares.

Respetemos las relaciones sentimentales de otras mujeres, decidamos no entrometernos ni ser cómplices o partícipes de que alguna mujer sea engañada o humillada.

Nunca asumas que una mujer está en puestos de poder por favores sexuales, nunca iniciemos rumores en contra de nosotras.

Si ves que alguna mujer es víctima de violencia en cualquier escenario, ¡intervén!, bríndale apoyo comunicándote con las autoridades respectivas.

No critiquemos a aquellas mujeres que siguen alienadas y contribuyen al machismo, recordemos que es un problema sistémico, ayudémonos a aprender y a crecer de manera constructiva.

Paremos de juzgar a las mujeres que dan de lactar en espacios públicos, una madre tiene derecho a ofrecer el pecho a su niña/o donde quiera que estén.

Apoyemos también a las otras feminidades, su lucha por la inclusión y la no discriminación también es nuestra.

Dejemos de usar frases como «juegas como nena», «lloras como niña», ¿desde cuando ser nena, niña o mujer se convirtió en un insulto?, desnaturalicemos estos discursos.

Convirtámonos en aliadas, en amigas, en compañeras y deconstruyamos la idea de que nacimos para ser enemigas. Somos diversas, con experiencias, conocimientos e historias diferentes, no nos señalemos con el dedo, apoyémonos para crecer.

Por su puesto que no es fácil, crecimos validando esa enemistad.

No podría ser hipócrita y decir que todo lo descrito anteriormente lo he cumplido a cabalidad, pero cada día lo intento, es un arduo proceso de sensibilización y autoeducación. Desde la conciencia y la práctica cotidiana es posible cambiar nuestra propia mentalidad.

Nos enseñaron a ser rivales, pero no que siendo cómplices y compañeras somos más fuertes. Que siendo hermanas somos invencibles. Las mujeres fuertes son las que se construyen unas a otras, no las que se destruyen.

La competencia entre las mujeres es el primer triunfo del patriarcado, mejor probemos sororidad.

“ Yo con las mujeres de mi alrededor no compito, nos construimos, y me dan la mano cuando voy última. A mí no me dan envidia: las admiro, a todas, porque cada una lucha incansable para llegar donde dijeron que no podían. Las mujeres que yo conozco educan, piensan, hacen vuela. Han dejado de decirse que son ellas las malas.”
Autora desconocida.

 

*MARÍA CRISTINA MAGGI GORDON

Orgullosamente ecuatoriana, feminista, comunicadora social con mención en comunicación para el desarrollo, soñadora y arquera de fútbol. “Y cada día más yo, más ligera, más loca, más feliz y menos perfecta”.
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