#SorteoMundial: Claudia Sheinbaum entre la emoción y la silla vacía.

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/Crónica/

05.12.2025.Washington, EUA. – Claudia Sheinbaum vivió un momento de contraste durante su participación en el sorteo del Mundial 2026: entre la tensión de su llegada tardía y la silla vacía que la esperaba en el palco, y la emoción que transmitió al hablar de México como anfitrión por tercera vez de la Copa del Mundo.

La llegada y la silla vacía

El Kennedy Center de Washington fue el escenario del sorteo que definió los grupos del Mundial 2026. La ceremonia inició con la presencia de los mandatarios de Estados Unidos y Canadá, mientras la silla destinada a la presidenta de México permanecía vacía.

La ausencia momentánea generó expectativa en el público y en los medios que enfocaban sus cámaras y atención, hasta que Claudia Sheinbaum apareció minutos después, encabezando la delegación mexicana y siendo recibida por Gianni Infantino, presidente de la FIFA.

Su arribo tardío no pasó desapercibido: periodistas y cronistas registraron la tensión inicial, seguida de un aplauso cálido cuando finalmente ocupó su lugar en el palco de honor.

Minutos antes el Kennedy Center de Washington había abierto sus puertas para dar paso a la Presidenta de México Claudia Sheinbaum, quien ingresó acompañada por Roberto Velasco y Esteban Moctezuma.

Sin conocerse la causa de su retraso la Jefa de Estado fue recibida por Gianni Infantino, presidente de la FIFA, quien la condujo personalmente hacia su lugar. El público reaccionó con aplausos, disipando la tensión inicial.

Cuando llegó el turno de México, Sheinbaum subió al escenario junto a Infantino y los mandatarios de Canadá y Estados Unidos.

El protocolo incluyó saludos formales, intercambio de palabras breves y la foto oficial con el trofeo de la Copa del Mundo. La presidenta extendió la mano a Infantino y luego se acomodó en el centro del estrado, gesto que reforzó la visibilidad de México como anfitrión.

Durante el sorteo del Mundial 2026, cada país anfitrión debía abrir una cápsula —una esfera transparente, llamada “pelotita”— que contenía un papel con el nombre de su nación. Era un gesto simbólico dentro del protocolo del sorteo: mostrar oficialmente al público y a la FIFA la confirmación de cada sede.

Cuando llegó el turno de México, Claudia Sheinbaum subió al escenario junto a Gianni Infantino y los otros mandatarios .

Le entregaron la pelota correspondiente, la abrió frente a las cámaras y sacó el papel con la palabra “México”. Lo levantó con ambas manos para que se viera claramente y, en ese instante, gritó con emoción: “¡Viva México!”.

Ese momento ocurrió después de que Canadá y Estados Unidos ya habían mostrado sus propios papeles. La acción implicaba que México quedaba oficialmente reconocido como anfitrión del torneo, reforzando el carácter tripartito de la Copa del Mundo. El gesto de Sheinbaum no fue parte del sorteo de grupos —que lo hicieron otros funcionarios—, sino del protocolo de representación de cada país sede.

Frente a Infantino y a millones de espectadores, la presidenta expresó: “Orgullosas, orgullosos de recibir por tercera vez la Copa Mundial. México es un país extraordinario, bello, mágico, y tenemos un pueblo trabajador y especial”.

Recordó que el país disfruta y practica el juego de pelota desde tiempos ancestrales, vinculando la tradición cultural con la pasión futbolística contemporánea. Su tono fue emotivo, con gestos de entusiasmo que contrastaron con la sobriedad inicial de la ceremonia.

La mandataria mexicana fue la segunda en ser nombrada en el evento, después del primer ministro canadiense. Su participación coincidió con las actuaciones musicales de Robbie Williams y Andrea Bocelli, lo que dio un aire festivo al momento.

Sheinbaum destacó que México será el único país en recibir tres veces la Copa del Mundo, un hecho que subrayó como símbolo de confianza internacional y de la capacidad del país para albergar grandes eventos.

La crónica de su participación se construye entre imágenes contrapuestas: la silla vacía que marcó su retraso y la ovación que acompañó su discurso; la tensión inicial y la emoción final.

La presidenta no solo cumplió con el protocolo, sino que aprovechó el escenario para proyectar un mensaje de orgullo nacional y de identidad cultural con mucha dignidad.

El episodio deja la estampa singular de Claudia Sheinbaum, con voz firme y sonrisa emocionada, reivindicando a México como anfitrión mundialista, mientras el recuerdo de su llegada tardía se convierte en anécdota de una jornada que buscó celebrar el fútbol y la unión de tres naciones que, ademas, son socios del T-MEC y nunca se hab+ian reunido.