*.- Respetuoso y admirador de la fe del pueblo mexicano
*.- Hasta la fecha, en la bolsa derecha de su pantalón, porta el rosario que le obsequiaron en la Villa de Guadalupe y todos los días se encomienda a la Virgen Morena.
Por Edmundo Cázarez C.
La mañana del lunes 5 de marzo de 2012, al pie del cerro del Tepeyac, en la Ciudad de México, todo parecía marchar con normalidad, sin embargo, en el interior de la Villa de Guadalupe se respiraba un ambiente de expectación ante la muy próxima visita de un distinguido personaje que había solicitado el permiso para poder visitar a la Virgen Morena y postrarse a sus pies, con el deseo de manifestarle su admiración, cariño y respeto, resultado de la fe que le había inculcado su mamá, tanto a él, como a sus hijos y hermanos.
Apostados en lugares estratégicos, 12 elementos pertenecientes al extinto Estado Mayor Presidencial, así como 4 agentes del FBI y 4 del Servicio Secreto de los Estados Unidos, estaban atentos al arribo a la Villa de Guadalupe del entonces Vicepresidente de los Estados Unidos Joe Biden.
En punto de las 10:45 horas, dos camionetas blindadas color negro, ingresan al estacionamiento subterráneo de la Villa de Guadalupe, siendo la segunda en ingresar, la que transportaba al Vicepresidente del país considerado como el más poderoso del mundo.
Portando un traje color azul marino, camisa blanca y corbata gris Oxford, con absoluta sencillez, al descender del vehículo, Joe Biden, el hoy 46º Presidente Electo de los Estados Unidos de Norteamérica, no podía esconder su emoción de poder estar en la Villa de Guadalupe, la casa de la Virgen Morena de la que tanto le había platicado su mamá Catherine Eugenia Finnegan, y por supuesto, no quería partir de la Ciudad de México sin antes haber tenido la oportunidad de visitar a la Virgen Morena, a quien tanto le había rezado durante los muy difíciles momentos que vivió a causa del trágico accidente automovilístico del 18 de diciembre de 1972 en donde fallecieron su esposa Neilia Hunter y su hija Naomi de tan solo un año de edad, y posteriormente, la muerte de su hijo Joseph Robinnette “Beau”, a los 46 años de edad a causa de un tumor cerebral.
En el acceso subterráneo izquierdo del templo mariano, le esperaban el Rector de la Basílica de Guadalupe Enrique Glennie, así como los Canónigos Eduardo Chávez y Pedro Tapia, respectivamente, quienes eran los encargados de recibirle y acompañarle durante su breve e inolvidable recorrido.
Respetuoso y admirador de la fe del pueblo mexicano, Joe Baiden, emocionado, solicitó respetuosamente a sus anfitriones, a través de un traductor que le acompañaba, le permitieran unos minutos para postrarse de rodillas a los pies de la Imagen de la Virgen de la Virgen de Guadalupe, en un reclinatorio de madera cubierto de terciopelo color marrón.
Por espacio de 10 minutos, con sus manos junto al pecho en señal de respeto y con la cabeza reclinada, elevaba sus oraciones ante la Virgen de Guadalupe, sin poder esconder un par de lágrimas que escaparon de sus ojos que limpió discretamente con los dedos de su mano derecha, quizás, al recordar los duros y dolorosos momentos que le ha tocado vivir.
Al concluir su momento de oración y después de colocar una ofrenda floral, el Rector de la Basílica de Guadalupe, Enrique Glennie, le invita para que firme el libro de distinguidos visitantes, de esta manera, de su puño y letra estampó la siguiente frase: “Soy un ferviente devoto de la Virgen de Guadalupe, amo a México. Soy un respetuoso admirador de la fe del pueblo mexicano”.
Antes de terminar su visita a la Villa de Guadalupe, sus anfitriones le invitan para que realice un rápido recorrido por el Museo Guadalupano, y el momento idóneo para obsequiarle un rosario con la imagen de la Virgen de Guadalupe, por cierto, desde ése día y hasta la fecha, es el mismo que porta en la bolsa derecha de su pantalón y que utiliza todas las noches para llevar a cabo sus oraciones cotidianas.
Por último, la noche del pasado domingo 8 de noviembre de este convulso 2020, al pronunciar un discurso cuando se le notifica ganador de la contienda electoral, Joe Biden, ya convertido como el 46º Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica expresó: “Para mí, para mi hijo que falleció. La fe que me mantiene es la fe que mantiene a América. Y espero que sea algo de esperanza y de alivio para los miles de americanos que han perdido a sus seres queridos. Yo espero que esto les dé alivio y que puedan ir en las alas de los ángeles hasta donde quieran llegar. Ahora juntos en las alas de las águilas nos embarcamos en un trabajo que Dios nos pide, con corazones llenos, con las manos fuertes, con fe en América, con amor por el país. Seamos la nación que sabemos que podemos ser”.
Sin lugar a dudas, Joe Biden es un hombre bien nacido.