Rúbrica.
Por Aurelio Contreras Moreno.
Conforme pasan los días y se observan las tendencias de los contagios por el coronavirus Covid-19 en diferentes países del mundo, crece el temor –y la certeza- de que en México algo no cuadra con los números.
El reporte oficial dado a conocer la noche de este jueves 26 de marzo por el gobierno federal indica un total de 585 casos confirmados, dos mil 156 sospechosos y ocho defunciones a causa de este padecimiento que no solo le ha quitado la vida a personas de edad avanzada, sino también a jóvenes de menos de 30 años, lo cual demuestra que nadie es realmente inmune a la letalidad del virus, por baja que se le quiera caracterizar.
Sin embargo, el número de casos confirmados hasta ahora en México es ínfimo si los comparamos con los de Estados Unidos, que hasta el momento de escribirse estas líneas tenía 81 mil 321 contagios, lo que convirtió a este país -con el que compartimos una gigantesca frontera que hasta la semana pasada estaba abierta- en el número uno mundial en infecciones por Covid-19.
Y es precisamente ese dato –aunado a un gran cúmulo de irregularidades y opacidad oficial- el que ha provocado dudas más que razonables acerca de las cifras que proporciona el gobierno de México. ¿Cómo es que aquí hay tan pocos casos de una enfermedad que se contagia casi que por el solo hecho de respirar?
Definitivamente, no se debe al “buen ejemplo” del presidente de nuestro país, Andrés Manuel López Obrador, que todavía el pasado fin de semana arengaba a la ciudadanía a salir de paseo, a comer en restaurantes y a acompañarlo en sus mítines disfrazados de “giras de trabajo”.
Tampoco a los amuletos religiosos y demás supercherías con las que el mismo López Obrador pretendió hacerse el ingenuo, el chistoso o el populachero para argüir que a los mexicanos nos protege la “divinidad”. La cual se expresa a través de él, claro.
Mucho menos a las sendas pendejadas proferidas por esa mala broma de gobernador que hay en Puebla, Luis Miguel Barbosa, quien afirmó que solo los “ricos” corren riesgo de contraer el coronavirus Covid-19, pues los pobres “somos inmunes”. Pobres, pero los poblanos que votaron por ese costal de prejuicios, resentimiento, ignorancia y cinismo.
Lo que resulta más probable es que el bajo número de casos confirmados en México se deba o a que el gobierno oculta las cifras reales, o a lo que parecería más cercano a la realidad: ni siquiera ellos tienen una idea de la magnitud completa de la epidemia, porque no se están aplicando las pruebas suficientes y necesarias.
En estados como el de Veracruz –donde las cifras oficiales de contagios llevan estacionadas varios días- hay denuncias sobre la negativa de las autoridades estatales de salubridad a confirmar casos que ya han sido diagnosticados en clínicas y hospitales privados, algunos desde la aparición misma de las primeras infecciones, los cuales permanecen en calidad de “sospechosos”.
En cambio, es sabido que en la entidad veracruzana se están diagnosticando numerosos casos de “influenza atípica”, con lo cual el sector salud estatal se “lavaría las manos” –en el sentido bíblico de la expresión- si esas personas llegasen a fallecer en los próximos días. Lo que estarían cuidando son las estadísticas de la pandemia.
¿No cree usted que las autoridades veracruzanas sean capaces de algo así? Baste recordar el pésimo manejo que hicieron de la crisis de contagios por dengue el año pasado para evidenciar, por lo menos, su absoluta incapacidad e irresponsabilidad para hacer frente a situaciones de mediana emergencia.
¿Qué podemos esperar de ellos si no “detentes”, cáscaras de coco o “limpias” con brujos?
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