*Alguien como tú
/ Gladys de L. Pérez Maldonado /
La sumisión química o spiking, se comete desde hace décadas para ejercer abuso sexual, robo y secuestro, sucede cuando alguna persona administra una droga o sustancia a otra, sin su consentimiento y sin que se dé cuenta, para producir una modificación del estado de consciencia, su comportamiento o anular su voluntad, frecuentemente ocurre en lugares de recreación como bares, restaurantes y antros.
Se puede hablar de tres tipos de sumisión química: proactiva, que es la intoxicación deliberada mediante la administración de una o varias sustancias y/o alcohol por parte del atacante y de manera encubierta a la víctima; oportunista, como la ingesta voluntaria por parte de la víctima de una cantidad de sustancias y/o alcohol que provoquen un estado de intoxicación suficiente que es aprovechada por el agresor; y, mixta, en la que confluyen las dos anteriores.
La mayoría de estas drogas son imposibles de detectar mediante análisis toxicológicos convencionales y tampoco son factor a tomar en cuenta cuando se trata de cubrir protocolos de atención a víctimas de violencia sexual. Su efecto de pérdida de memoria y estado de confusión complican la posibilidad de que las personas denuncien lo ocurrido, quedan incapacitadas para narrarlo.
El perfil habitual de la víctima es el de una mujer que admite consumo de alcohol previo al episodio y que sufre amnesia parcial o total de los hechos. No obstante, se debe considerar la sospecha también en otros perfiles de víctimas, en relación con la obtención de dinero o bienes bajo los efectos de la droga.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), define la violencia sexual de un modo muy amplio, incluyendo cualquier tipo de acto sexual que se realice a una persona mediante coacción, además de aquellas situaciones en las que la persona no está en condiciones de dar su consentimiento por estar bajo el efecto del alcohol o de sustancias estupefacientes.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que siete de cada diez mujeres sufren de violencia sexual en algún momento de su vida, siendo aquellas que se encuentran entre los 15 y los 44 años quienes cuentan con una mayor probabilidad de ser agredidas sexualmente, más que padecer cáncer, estar en un accidente vial o enfrentarse a un conflicto bélico.
Este organismo internacional considera que la violencia suele ser la herramienta que facilita la comisión del delito, sin embargo, existen otros métodos como el uso de drogas legales o no, para quebrantar la voluntad de la víctima sin que esta logre recordar siquiera lo sucedido.
Según la Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas (ADIVAC), en la Ciudad de México más de trescientas mujeres son violadas al año en completo estado de narcosis, cifra que incrementa de manera alarmante cada año. La ONU sostiene que América Latina y El Caribe presenta la mayor tasa del mundo de violencia sexual contra las mujeres.
De acuerdo al estudio Violencia Sexual contra las Mujeres y Consumo de Drogas (2017), del Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), muy pocos casos de violación son denunciados ante las autoridades de procuración de justicia, y aun en ese caso, el acceso de las mujeres se ve obstaculizado por patrones socioculturales discriminatorios que permean el sistema de justicia, esto es, si la mujer accedió a consumir alcohol o drogas voluntariamente antes de la agresión sexual.
El consumo de alcohol, drogas y sustancias estupefacientes puede entenderse como un factor generador de culpa en una víctima de violencia sexual, razón por la cual, los peligros del alcohol sobre el riesgo de agresión sexual son ampliamente subestimados.
La percepción social continua siendo diferente para mujeres y hombres cuando ellas consumen alcohol u otras sustancias psicoactivas al momento de experimentar violencia sexual, puesto que aumenta la probabilidad de que sean estigmatizadas y hasta responsabilizadas de la agresión, lo cual termina minimizando la gravedad de la mismo o motivando a no denunciar ante las autoridades.
Según datos del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de Ciudad de México, la sumisión química afecta más a las mujeres que a hombres, ellas son más propensas a agresiones sexuales y ellos a ser afectados económicamente.
De los casos registrados con el Consejo, 66% son mujeres y 34% son hombres. La agresión sexual es la constante contra las féminas, pues va del 80% al 90%, mientras que para el varón, la depredación patrimonial es del 90%.
Conforme a las estadísticas, personas de 21 a 35 años de edad son atacadas el 48% de las veces; de 36 a 50 años es con una incidencia del 38%, y 10% a personas de 51 a 60 años. Se tiene un registro del 3% en jóvenes de 18 a 20 años de edad, no obstante, en este rango lo más probable es que exista un subregistro considerable, ya que los jóvenes son los que menos denuncian por temor al juicio social.
Las primeras señales de alerta que pueden dar a conocer si una persona ha sido víctima de un delito sexual o patrimonial mediante sumisión química son: la persona aparece en un sitio desconocido sin saber cómo llegó ahí; está desnuda o tiene mal puesta la ropa; sus amistades le cuentan que se ha comportado de manera rara; se encuentra mal físicamente, con una resaca/cruda y dolor de cabeza mayor a lo habitual después de unas copas; tiene más sueño y cansancio de lo normal después de salir de a divertirse; padece lagunas mentales para recordar lo sucedido en horas anteriores o simplemente enfrenta amnesia temporal; siente dolor genital o vestigios de fluidos como semen, entre otras.
La sumisión química hoy por hoy en México no es una conducta que se considere como delito, sólo se persiguen los delitos que ocurren después de la pérdida de consciencia de la víctima, como es el caso del Estado de Veracruz que en su legislación penal la sumisión química agrava la conducta en la comisión de los delitos de violación y pederastia, imponiendo penas más severas al perpetrador.
Desde esta trinchera, Alguien como tú hace insta al Congreso de la Unión y Legislaturas locales para que se tipifique como delito la conducta del suministro de sustancias estupefacientes y/o drogas con la finalidad de lograr la sumisión química.