Tapados… pero del estómago

Héctor Calderón Hallal. 

Con incipientes argumentos, la escasa y aprontada plantilla de defensores de la ‘Cuarta Transformación’ se ha lanzado al ruedo para encarar –según ellos- la avasallante propaganda de sus opositores, a los que encasillan torpe y cómodamente como los “conservadores”, cuando ellos mismos saben que quienes han inspirado e incitado los cambios más trascendentes en el pensamiento universal de los últimos años, han sido los liberales (entre ellos una subdivisión llamada los ‘neoliberales’)… y que esta vez no fue la excepción.

No hallan como justificar una estruendosa ‘derrota moral’ que el propio López Obrador autoinfligió a su discurso durante una mañanera, cuando fue contra la ‘clase media’ y lo que esta significa.  Craso error… aún no encuentra la forma de corregirlo.

Hoy, como el sastrecillo valiente ensartado en la aguja de ‘Gülliver’, mientras más se mueve la intelectualidad al servicio del régimen tetramorfósico… más se ensarta.

Y así han querido justificar el exabrupto presidencial, cuestionando los atributos de “aspiracionismo” y de “querer salir a como dé lugar adelante” de esa cada vez más reducida clase media nacional.

Reprochando los afanes “individualistas” y hasta “racistas” de esa clase atrapada entre los muy pobres y los muy ricos, en este el país de los extremos y las polarizaciones abrumadoras… y no han podido cerrar satisfactoriamente ese debate.

Ayer se publicó uno de tantos trabajos en que un ‘tundemáquinas ideológico’ que sí ha de cobrar beca del bienestar, escondido en uno de esos ‘novedosos’ pseudónimos, que empiezan por cierto a multiplicarse entre los nuevos ‘intelectuales orgánicos’ defensores del actual gobierno, ante la vergüenza de no poder sostener un debate dando la cara a la población; y que defendiendo lo que es realmente indefendible, trató de justificarse.

Este engendro de las letras, mezcla pretensiosa de disímbolos parámetros de influencia, como Víctor Frankl o Napoleón Hill, habría encontrado en su texto ardiente y rabioso, el concepto clave para ‘bombardear’ a la clase media malqueriente de López Obrador y sus acciones de gobierno: la “meritocracia”.

En síntesis, el texto se reduce a concluír que por culpa de la meritocracia, ese segmento poblacional laboral, fruto del positivismo de los siglos 19 y 20, gobiernos y sistema económico en general del mundo, han sucumbido y olvidado el espíritu libertario y justiciero que traía el mundo desde el siglo 18.

Que “una avalancha de normas y leyes habrían subyugado el intelecto de los seres humanos, empobreciéndolo, deformando a los individuos en analfabetas funcionales, pero sobre todo, eliminando la característica esencial del ser humano… el razonamiento.” Que la meritocracia es supuestamente el sustento de la llamada clase media pues.

Demasiado ‘rollo’ para pretender explicar que por culpa del trabajo sistematizado y de su división social, como de una convivencia interpersonal, basada en un sistema de normas de observancia general (leyes), que hace a todos los individuos, iguales ante su imperio y soberanos por cuanto su valor como individuos poseedores de derechos propios y universales.

El mundo se ha equivocado rotundamente de seguro y el progreso material y humano se ha conquistado en los últimos tiempos por una auténtica ‘chiripada’… Dios y Zarathustra deben estar muy tristes lamentando su fracaso.

Quizá debiera asumirse por fin al mundo sin géneros, aquel de la pirámide invertida, que gire al revés de su propia rotación y donde súbitamente en el reino animal todo depredador termine volviéndose vegetariano. El mundo ‘ideal’ de la portada de la revista de los mormones, dicho sea con toda admiración a la disciplina y al compromiso de los miembros de la Iglesia de Jesucristo y de los Santos de los Últimos Días.

Y tan no ha acabado ese debate alrededor de las clases medias nacionales empezado por el presidente y sus ‘contlapaches’ ideológicos, debate que llevan rotundamente perdido, que han pretendido sacar al foro nacional nuevos temas, muy convenientes por supuesto para la 4T, toda vez el enorme peso que tienen algunos otros expedientes abiertos en el plano de la corrupción y el nepotismo, como el más reciente de los fajos de dinero en efectivo entregado otro hermano del Ciudadano Presidente: “Martinazo”.

Cuando faltan poco más de 38 meses para que acabe legal y formalmente el sexenio de López Obrador, ya empiezan a orear ante la opinión pública el tema de la sucesión presidencial.

Muy a pesar del príncipe en turno –desde luego-, pues no hay tema más lacerante en el ego de un mandatario, que el del final de su mandato… pero tal es la urgencia del régimen por cambiar la agenda del debate nacional, que no tuvo el presidente, que es quien marca la pauta de todo, hasta de los temas a debatir mediáticamente, que sacarlo al público con un sesgo incluso folclórico y hasta tradicional… asombrosamente un tema de corte “priísta”. En la tradición más conservadora… los que se dicen políticos ‘liberales’.

El tema del “tapado” presidencial… ¡Menuda contradicción!… ¡Ni cómo entrarle!

No se distingue en este momento una hendidura por donde poder ingresar al debate nacional y concatenar a alguno de los pretensos siquiera, a suceder al presidente en la nominación morenista a la presidencia en 2024.

¿Cómo asociar a alguno de los supuestos “tapados” a los grandes de interés nacional, cuando este gobierno apareció de repente a 15 millones más de pobres, tiene los más altos índices de delitos de alto impacto, hay 12 millones de desempleados en lo que va del sexenio y su estrategia de vacunación no llega ni a una cuarta parte de la población, ahora que aparecen todo el resto de la amenaza de nuevas cepas del coronavirus?

¿Cómo construirle un discurso que retome la esperanza perdida, a un candidato oficialista, que tenga que darle continuidad al ‘pleito con las clases medias’ por consigna?

La tienen francamente difícil, tanto Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal Ávila, Juan Ramón de la Fuente, Esteban Moctezuma, Tatiana Clouthier, Zoé Robledo y … todos aquellos que dice el presidnete que pueden ser… son los modernos ‘tapados’, que no han sido capaces de convencer a nadie, ni a sí mismos.

Son los ‘tapados’ de la ‘Cuarta Transformación’, que nada tienen que ver con aquellos cartones editoriales que inmortalizaran el concepto, confeccionados por la genialidad de Abel Quezada: Un sujeto a quien le cubre el rostro un manto o sábana, con un par de agujeros simulando que puede ver… pero no escuchar, ni sentir, el verdadero sentir popular… seres sin rostro y sin alma, incapaces de conmiserarse del dolor ajeno de familiares y víctimas mortales de una tragedia como de la línea 12 del metro; de familiares de niños con padecimientos de cáncer que no tienen medicamentos gracias a la inefciencia  y al revanchismo burocrático; incapaces de sentir pena por hacer un uso clientelar de la emergencia sanitaria, lucrando clientelarmente con las imágenes de descargos pírricos de envíos de vacunas y materiales médicos  del extranjero.

Son los ‘tapados’ del presidente, que no tienen nada qué decir… son ‘tapados’ pero no desconocidos o ajenos a la vida pública nacional; ya los conocemos desde hace tiempo.

Son ‘tapados’, pero si acaso de la vista, confinados a las tinieblas de la sinrazón.

Son ‘tapados’, pero quizá sólo del estómago… a quienes ni la mínima flatulencia o ‘torzón’ les valga para expresarsarse ante la población civil, en descargo de su voluntariosidad, nulificada para siempre por su pésima gestión de crisis durante las tragedias anteriormente aludidas.

Son los ‘tapados’ de AMLO, que tendrán qué defender a los ‘individualistas, ególatras y aspiracionistas meritócratas de la clase media’.

Son los ‘tapados’ de la 4 T, que tendrán que convencer al elector mexicano en un discurso donde ensalcen a toda forma de colectivismo, que ataque el individualismo, en aras de forjar y pretender eternizar, a una clase dominante (burocrática) llena de privilegios y posedora de un poder central, absoluto e incuestionable… si no, al tiempo.

Porque a las grandes burocracias del régimen comunista, -llámense politburó- las sostuvo el esfuerzo obrero, el campesino, el asalariado simple, que siempre estuvo al margen de los mínimos beneficios del progreso tecnólogico y comercial del mundo libre.

Baste voltear a Cuba y a la gran tragedia que engendraron hace más de 62 años; dos o tres generaciones perdidas que hoy despiertan al mundo, después de una larga noche de horror y de mentira.

Y hay muchos ejemplos que pueden resumir de forma clara, lo que significa la inutilidad y la simulación del llamado ‘esfuerzo colectivo’ y el beneficio  efectivo que representa el llamado ‘esfuerzo individual’.

En el México de siempre, no en el de ahora… en el México eterno, el país imborrable compuesto de millones de ejemplos de vida, emerge luminoso el recuerdo de un pasaje encabezado por el inolvidable líder social y ser humano, llamado Manuel ‘Maquío’ Clouthier del Rincón, como una flama de razonamiento práctico, en medio de la oscuridad:

Viniendo de regreso de las vacaciones de semana mayor ‘Maquío’ Clouthier, a bordo de su camioneta familiar y con su entonces juvenil familia, se encuentra con otra camioneta familiar cuyas llantas se habrían ‘atascado’ en la arena del camino, en una popular playa regional del centro de Sinaloa, llamada ‘El Tambor’ y ya con destino a Culiacán.

Razón por la cual, el averiado vehículo se habría orillado en el acotamiento y sus tripulantes pedían con trapos y conos el apoyo de otros vehículos en tránsito. Fue el mismísimo ‘Maquío’ Clouthier el que detuvo la marcha de su vehículo familiary se bajó a ver cómo podrían colaborar él y sus hijos, en el lóbrego punto ese, en un tiempo como los años setentas, donde la ineficiencia de los servicios de emergencia de los gobiernos (de cualquier nivel) era regla general… y más si los solicitaba el temible ‘Maquío’ al gobernador en turno… el ‘enemigo’ del régimen. Estaba asegurada la ‘no asistencia’ de la grúa.

Pero al ‘Maquío’ nada lo detenía.

“¡A ver fulano, agárrate de aquél vértice de la defensa… tú mengano, de acá… tú perengano de allá, yo de acá… si no nos van a tragar los zancudos aquí!”…. y así, estableció en una primera instancia del intento por desatascar la camioneta, una estrategia como de quince individuos, lo que resultó, inexplicablemente… inútil.

“¡A ver, a ver!… ya entendí!, repuso el también ingeniero agrónomo.

“¡Quítate tú, tú, tú y tú también… gracias por participar… Me voy a quedar con estos cinco plebes nada más!”, les dijo el robusto individuo.

“¡Ahora sí!…agárrate tú de allá, tú de acá, tú de acullá y yo de aquí!”… “¿Listos?”… “¡Ora pues!”.

Y en pocos pero sincronizados movimientos, lograron desatascar dos de las cuatro llantas embancadas en la arena, que generaban la tracción de aquel vehículo, por lo que ya el conductor pudo maniobrar para incorporar el coche al terraplén de nuevo.

Años después, durante uno de sus discursos de la campaña presidencial, Manuel Clouthier trajo a colación aquella vivencia en el camino vecinal de terracería que conectaba a Culiacán con sus playas.

“Aquella vez”, dijo, “yo también reafirmé lo que aprendí de mis padres, que fueron mis primeros y más grandes maestros, algo que tiene plena vigencia en los gobiernos del México de nuestros días. El alcto costo que tenemos que pagar los mexicanos, por tener burocracias faraónicas que no sirven para nada a final de cuentas… son burocracias que sólo sirven para ocultar el nulo esfuerzo de muchos que simulan trabajar por el bien del país y de otros pocos, muy pocos, que sí hacen chamba como es debido… que sí empujan la carreta…” “Todo claro está, al amparo de un falso discurso de  colectivismo, de protecionismo del estado, que en el fondo no buscan el bien de los desposeídos, sino que solo justifica el gasto excesivo, el dispendio de una clase burocrática que llega al poder a eternizarse y a robar; hay que decirlo por lo claro”.

“Porque como aquella tarde viniendo de la playa, sólo 4 o 5 empujamos la camioneta en la arena… ¡Los otros 8 nomás se hicieron pendejos!”.

Así se explica la diferencia entre el proteccionismo del estado y el simple esfuerzo individual de los ciudadanos.

Más claro, ni el agua.

Autor: Héctor Calderón Hallal

@pequenialdo