*“DEBO, NO NIEGO; PAGO, LO JUSTO”
/ Teresa Carbajal /
Hemos confiado nuestra vida, la memoria, los recuerdos, las cuentas y todo lo que tiene que ver con nuestra vida pública y privada, a esos aparatos que van con nosotros a cada paso que damos, llamándolos teléfonos “inteligentes”.
Esos, que hoy por hoy, son la puerta principal de entrada, a fraudes, robos, y a toda clase de ataques a nuestra seguridad y a nuestro patrimonio. Nos exponemos de todas las formas posibles habidas y por haber, a esos aparatos, que nos comunican a cualquier parte del mundo de manera fácil y rápida.
Y con la que hemos llenado la soledad y el vacío de nuestras vidas. Basta dar un click para encontrar una comunidad, hacernos de una receta de cocina, pedir recomendaciones de cualquier tema incluso para evaluar nuestra salud, o pedir una segunda opinión médica.
Cuantas veces no hemos llegado al consultorio del especialista con el diagnóstico de nuestra salud, en nuestras manos, con síntomas, expectativas y a veces casi con la receta elaborada solo para recabarle la firma.
Perdemos el sueño, o la tranquilidad por la información que nos da nuestro dispositivo móvil; es nuestro mejor consejero en tiempos de tempestades; y hasta nuestro asesor en finanzas, o en relaciones de pareja.
Es una ventana al mundo, que nos permite viajar sin ningún costo, contactar con amigos, y mantenerlos informados sobre nuestro diario vivir.
Les avisamos por redes sociales, de la entrada a clases de los hijos, de si estamos enfermos, o sufrimos algún accidente, del cumpleaños de la abuela; les mandamos ubicación de en qué lugar estamos tomando el desayuno; les decimos, cómo amanecimos de ánimo.
También lo que hemos estudiado, a qué nos dedicamos, si tenemos trabajo o estamos en una mala racha. A través de nuestras redes sociales, conocemos mejor a desconocidos, que a nosotros mismos.
Les enteramos de nuestros romances, o si ya finalizamos alguno. Damos cuenta de si estamos haciendo ejercicio en el gym, o si entramos a dieta. Es decir, le descubrimos nuestra vida a cualquiera llamándolo “amigo” cuando ni siquiera lo conocemos en persona.
Es más, se podría hacer un diagnóstico rápido con tanta información, sobre nuestra salud mental, emocional, nuestro estatus económico, y por supuesto sobre nuestra vida social, solo siguiendo el rastro de lo que hemos publicado en redes sociales.
Es verdaderamente asombroso, –alarmante- pensar, en cuanta información le hemos dado a nuestro teléfono, sin contar las fotografías, los datos de nuestros contactos, y acerca de nuestra identidad.
Solo que hemos olvidado cuestionarnos algo, ¿nuestros teléfonos son inteligentes?, porque hasta ahora, no han sabido a quien negar nuestra información confidencial, como contraseñas bancarias, nips, acceso a cuentas, y limitar la salida de nuestro dinero de la banca móvil.
Nos han clonado el Facebook, han duplicado nuestro perfil, han estafado a nuestros contactos más cercanos en nuestro nombre, nos han robado la cuenta de correo electrónico.
Nos han robado el whastapp, han ‘desperdigado’ por doquier las fotografías que considerábamos privadas; y, en resumen, todo eso ha sido posible, porque nuestro teléfono no ha sido “inteligente” para discernir riesgos, o errores, y ha entregado, esa información a los delincuentes de la red.
No es para menos, la ingeniería social de los estafadores va en diario perfeccionamiento, y ahora hasta escanear un código QR se ha convertido en el principal mecanismo de estafa, fraude y robo de la información de nuestro dispositivo.
No lo digo yo, lo dicen los expertos en ciberseguridad. Los delincuentes ponen Códigos QR en los parabrisas de los automovilistas para tenderles una trampa, simulando que se trata de una multa; haciéndolos caer en la confusión, les hacen redirigirse a un sitio (digital) falso para después ‘asaltarlos’.
Los mensajes al whats, en donde nos alertan, de que siendo este el “último aviso” alguien intenta cancelar nuestra cuenta; y pues ¡válgame Dios!, ¡Qué haríamos sin el whats!
Por eso más vale atender la advertencia y entrar a ver de qué se trata el link, no vaya a ser cierto. Pero, ¡oh, sorpresa! Abriendo ese mensaje se infectó el teléfono inteligente de un virus maligno, mediante el cual, hackearon la aplicación, y ahora ya nos robaron el whats.
¡En fin!, podríamos pasarnos más tiempo compartiendo las anécdotas, pero en resumen, nuestros teléfonos no son inteligentes, y a ellos hemos delegado la guarda de nuestras contraseñas y accesos a la banca móvil de modo automático.
Así que tanto la inteligencia, como la prudencia debe caber en nosotros para evitar seguir siendo víctimas de estafas financieras.
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