Tener dos caras

Jorge Ramos Ávalos

En México nos quejamos y protestamos, con razón, cuando maltratan a los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. Pero miembros de la Guardia Nacional y del Instituto Nacional de Migración (INM) están maltratando a inmigrantes centroamericanos, haitianos, colombianos, venezolanos y cubanos, entre otros, en su intento de llegar a la frontera de Estados Unidos. Eso es tener dos caras.

En una de esas extrañísimas coincidencias de la vida, el pasado sábado 28 de agosto el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pasó en una camioneta negra por una carretera en el municipio de Huehuetán, Chiapas, momentos después de que su Guardia Nacional y agentes del INM reprimieran brutalmente a cientos de centroamericanos y haitianos. No sabemos lo que vio el Presidente o lo que le contaron más tarde. Pero las imágenes son violentísimas y vergonzosas.

Un inmigrante con un niño en pañales, en brazos y cubierto con un plástico, les suplica a los miembros de la Guardia Nacional -que han formado una cerca en la carretera con equipo antimotines y escudos de plexiglás- que los dejen pasar. “Llevamos niños”, les dice. “No somos delincuentes. Somos inmigrantes. Solo queremos pasar”. Y los guardias no se mueven.

En otra escena, detienen y tiran al suelo a un inmigrante, y un agente de camiseta blanca y con la identificación del INM patea con su zapato la cabeza del hombre. También vi cómo un inmigrante con gorra roja llevaba a su hijo menor de la mano cuando un agente de chamarra café lo ataca por detrás y lo tira al suelo. Luego son rodeados por varios elementos de la Guardia Nacional en un patente abuso de fuerza. Y todo ocurre frente a la mirada del niño. (Dos agentes del INM ya fueron suspendidos y hasta Naciones Unidas protestó por el violento maltrato a los inmigrantes).

Estas imágenes contrastan con la excusa de AMLO de que son “casos excepcionales” y con su compromiso -hecho el 10 de junio de este año- de que “nunca más se reprima… a quienes no están de acuerdo con el gobierno y deben de contar con todas sus garantías para ejercer su derecho”. La represión es patente.

¿Por qué el gobierno de México no puede tratar a los inmigrantes centroamericanos y de nuestro continente con la misma generosidad y solidaridad que les dio a los refugiados de Afganistán que arribaron recientemente al país?

“Vamos a seguir conteniendo” a los inmigrantes, amenazó hace unos días AMLO. Y el secretario de la Defensa de México, Luis Cresencio Sandoval, fue más allá. Las Fuerzas Armadas, dijo, tienen como “principal objetivo detener toda la migración” en la frontera sur. Ese es un plan destinado al fracaso. Y a la vergüenza.

México se ha convertido en el muro de Estados Unidos; primero con Donald Trump y ahora con Joe Biden. El presidente López Obrador ha cedido a todos los pedidos de Estados Unidos en materia migratoria. La Guardia Nacional está actuando como sustituto de la Patrulla Fronteriza estadounidense. Es la otra migra.

Ahora, solo una nota de advertencia al gobierno del presidente López Obrador: van a perder. Nada, absolutamente nada, puede detener a un inmigrante que tiene niños enfermos o con hambre; o a un joven amenazado de muerte y a su hermana en peligro de violación si no se incorporan los dos a las pandillas; o a una familia que lleva años sin conseguir trabajo; o a un campesino que perdió su cosecha de café por una inusual sequía; o a una mujer embarazada que quiere que su bebé nazca con pasaporte azul porque así tendrá más oportunidades educativas que ella; o a una niña que ha visto en internet que en Estados Unidos puede ser astronauta, trabajar para Apple o Google, ser actriz en Hollywood, dar conciertos en el Madison Square Garden y meter goles en una olimpiada; o a alguien que simplemente respira y sueña con una vida distinta y en paz.

Detener violentamente a inmigrantes en su paso a una vida mejor es mezquino e inútil. Al final ellos siempre van a ganar. Ejemplo: muchos de los inmigrantes que pararon en Chiapas siguen hoy su camino al norte.

En el Paseo de la Reforma en la Ciudad de México hay una escultura que dice, por un lado: “Migrar es un derecho humano”, y por el otro: “Nadie es ilegal en el mundo”. Ojalá la pudieran acercar un poquito más al Palacio Nacional.