ANTILOGÍA
/ Ricardo Monreal Ávila /
La más joven de las redes sociales, TikTok (lanzada en 2016), está siendo objeto de observaciones, investigaciones y prohibiciones en buena parte del mundo occidental y en el mismo país que la vio nacer, China, en donde sus militares y soldados tienen prohibido usarla.
EUA, Francia, Canadá y Gran Bretaña han solicitado a los mandos y funcionarios de gobierno que la desinstalen de sus computadoras, celulares y demás instrumentos digitales de trabajo.
¿La razón? La aplicación es “adictiva”, “distrae” a quien la utiliza, sus contenidos audiovisuales son “fácilmente manipulables” (generadores de “deepfakes”), pero ante todo, “es instrumento de espionaje” del gobierno chino.
Con 1.6 mil millones de personas usuarias activas, la mayor parte de ellos jóvenes y adolescentes, TikTok está desplazando a Facebook, Instagram y al mismo YouTube como fuente de información y consulta de consumidores de contenidos audiovisuales.
Su poderoso algoritmo detecta, desde los primeros videos vistos y buscados, los gustos, tendencias y filias de las y los usuarios, de tal forma que coloca a la vista los contenidos afines. De aquí su carácter “adictivo” e “impositivo”, porque proporciona sólo aquello que tu inconsciente demanda visual y hasta hormonalmente.
En México, de acuerdo con una encuesta reciente, es la tercera red más utilizada, después de Facebook y Twitter. Se usa para tareas escolares, pero también para buscar ofertas, tendencias y compras, desde ropa hasta autos; desde productos de belleza hasta inmuebles. Y cada vez más para buscar contenidos e información política.
Esto último llama la atención de los gobiernos. El Homo Videns de ahora poco tiene que ver con el de los años ochenta y noventa del siglo pasado, cuando el modelo de comunicación política basado en la televisión moldeaba conductas, gustos y actitudes políticas.
El Homo Videns de la tiktokracia está algorítmicamente programado y proyectado para alimentar sus emociones, pasiones y sentimientos más arraigados. No hay espacio para lo racional o lo reflexivo, mucho menos para lo crítico. Lo que se cultiva, alimenta e irriga es, literalmente, el prejuicio, la pre-monición y la predisposición. Y en función de ello, se actúa y decide en la vida personal y en la pública.
¿TikTok es la única red que moldea la inteligencia emocional, intuitiva e instintiva de las y los usuarios? En lo absoluto. El algoritmo de Facebook, Instagram y demás redes sociales hacen lo mismo, sólo que el de TikTok es más potente, acabado y especializado; es decir, más poderoso y competitivo, y esto trae de cabeza a algunos gobiernos, especialmente a los responsables de velar por la seguridad nacional y la gobernabilidad en sus países.
¿Hay que prohibir por ello el uso de esta aplicación “adictiva” y potencialmente disruptiva o “desestabilizadora”? Es la peor de las soluciones. Equivale a pretender detener el desarrollo de internet, de la banda 5G, de la inteligencia artificial, del big data y de todo el universo de las TIC.
¿Hay que dar manga ancha al crecimiento de esta y las demás redes sociales que la IA y la 5G desarrollen en el futuro? Tampoco. Pero cualquier propuesta de regulación en la materia se debe formular con la participación de personas usuarias, proveedores, desarrolladores y ciudadanía de una sociedad cada vez más informada y digitalmente democratizada.