“Requerimos al feminismo legislando, gobernando e impartiendo justicia, no como un fin u objetivo, sino como una condición para poder hablar entonces de una democracia.”
/ Yndira Sandoval /
En 1917, Hermila Galindo se registró como candidata a diputada, ganó la elección y le negaron el curul por ser mujer, porque las leyes estaban escritas bajo el “masculino universal” que por mucho tiempo nos convencieron que nos incluía, hasta que nos dimos cuenta que no era así. Se podrá pensar que en 2021 las cosas han cambiado, pero después escuchamos el informe de gobierno donde no se menciona la palabra “mujer” una sola vez, vemos los numerosos clubes de Toby en estos cambios de administración donde se presume tanto la palabra “paridad”, vemos el desmantelamiento de programas y el recorte de presupuesto para las mujeres, vemos que el patriarcado sigue mutando para perpetuarse y que el derecho a ser nombradas se disuelve bajo el discurso de una falsa inclusión. Veamos también cómo se colgaron del voto femenino para ganar esos lugares donde ahora nos dan la espalda.
En un país como el nuestro, en estos tiempos en que las niñas y las mujeres mexicanas sobrevivimos diariamente atravesando el desempleo, la pobreza, el hambre, el abandono, la violencia, la discriminación, la impunidad, la explotación y la muerte, es urgente que sumemos esfuerzos y conspiremos para recuperar lo perdido y lo que se nos debe, que recuperemos nuestra memoria histórica y nuestra genealogía para estar conscientes de todo lo que hoy está en riesgo.
Como feminista, no creo en el Estado ni en las leyes que los hombres han creado para sostener al sistema patriarcal. Como feminista, no creo en las instituciones que nos revictimizan y abandonan a nuestra suerte ni en las autoridades que nos ignoran o nos criminalizan. Como feminista no creo en el hombre como el creador de todas las cosas ni el hacedor de paz, no creo en sus políticas que desde la invención de la rueda nos han dejado en la otredad, sin elección y pagando el precio de sus tiranías, sus guerras y su cultura necrofilica a cambio de saciar sus antojos de poder. Como feminista, decido creer en las mujeres y es por eso que estoy convencida que solo en nosotras, en nuestra colectividad, podremos trazar nuevas rutas para nuestra emancipación.
Necesitamos a mujeres que estén dispuestas a romper con las políticas masculinistas, a renunciar al liderazgo femenino al servicio del hombre, para ejercer una digna representación de la mitad de la población del país desde los valores feministas: Horizontalidad, escucha, formación, organización, articulación, ética, respeto y acción.
Necesitamos que las mujeres que forman parte de la política en este país recuerden y tengan claro que los hombres no las han puesto en esos curules, que hemos sido las mujeres. Nuestras antecesoras, quienes les han abrieron espacio al luchar incansablemente por nuestro derecho a votar y ser votadas y las que estamos aquí, luchando porque tengan un lugar en donde se toman las decisiones y una silla en la mesa grande. Necesitamos que sepan, que el costo de esa lucha será el compromiso que se tiene que hacer y que los tiempos demandan: por todas.
Necesitamos a mujeres que no tengan miedo a no agradar, que no pidan perdón por defender a las mujeres. Que prioricen el bienestar colectivo por encima de todo y estén dispuestas a abandonar ese individualismo que nos tiene perdiendo el tiempo en discusiones estériles y dividiéndonos desde adentro, nutriendo la enemistad histórica entre mujeres que el patriarcado ha instaurado en nosotras desde siempre. Y porque creo en las mujeres, también quiero creer en que tenemos la capacidad de crear un nuevo país juntas, uno donde la mitad de la humanidad y quienes parimos a la otra mitad, tomemos las decisiones sobre el rumbo de nuestras vidas y de México.
Por las que fueron, las que somos y las que serán.