Todos “ganaron” (perdimos nosotras).

  • Escrito por Lucía Melgar Palacios /

Atrapados en un formato que fragmenta la visión personal y partidaria sobre la Ciudad de México, quienes aspiran a gobernarla y “debatieron”, en busca de nuestro voto, dieron un pobre espectáculo, indigno de una capital que puede ser “maravillosa” pero hoy enfrenta problemas graves y urgentes, que todos esquivaron.

La falta de un diagnóstico veraz que diera cuenta de la complejidad de nuestra ciudad, imbricada en la zona metropolitana, puede achacarse en parte al acartonado libreto en que la y los suspirantes a la jefatura de gobierno estaban insertos; se debe sobre todo a su falta de creatividad, de sentido crítico y autocrítico, para escapar a la lógica mercantil de “vender” propuestas deshilachadas que pueden sonar bien pero resultan incompletas, cuestionables o incoherentes.

Si alguien esperaba escuchar algún planteamiento general sobre el estado de la Ciudad, sus problemas principales, o propuestas integrales para enfrentar carencias y retos prioritarios, se habrá frustrado ante la mescolanza de autoelogios, ataques personales, acusaciones de corrupción, medidas parciales  (no políticas públicas) con que Clara Brugada y Santiago Taboada, en particular, aderezaron la función, mientras Salomón Chertorivski oscilaba entre jugar al bufón y portarse serio, con propuestas más elaboradas.

Así, lejos de mostrar que conocen bien la Ciudad, que reconocen las fallas de gobiernos anteriores, incluyendo el actual, o de aludir siquiera al hecho de que problemas como la crisis hídrica, la contaminación, la movilidad o hasta la pobreza y la inseguridad deben enfrentarse en coordinación con la federación y los estados circundantes (sobre todo el estado de México), pareciera que con extender las medidas instrumentadas en Iztapalapa o la Benito Juárez, o con mantener la línea de la “Doctora Sheinbaum”, como repetía Brugada, ya no habrá de qué preocuparse.

Para la candidata oficial debe resultar casi imposible deslindarse del gobierno actual y señalar alguna de sus fallas: seguir “mejorando” la movilidad cuando en este sexenio hemos padecido el deterioro del Metro, la ineficiencia e insuficiencia de los autobuses concesionados y públicos; o destacar la “obra pública” nueva en su alcaldía y en la ciudad, cuando el proyecto Chapultepec es un capricho inútil y  tapar un humedal es ecocida ; o hablar de la corrupción del “cartel inmobiliario” sin reconocer la del régimen ni mencionar el Programa de Ordenamiento Territorial con que este gobierno capitalino pretendía eliminar el suelo rural y favorecer la urbanización, a costa del agua y la sustentabilidad, es demagógico.

El candidato panista, por su parte, (lo mismo que Xóchitl Gálvez), ha tenido que cargar con el sanbenito de que “quieren quitar los programas sociales” y se cree obligado a prometer más. Así, retoma el estereotípico “salario rosa” mexiquense, para atraer el voto femenino, sin reconocer que becas, pensiones y demás deben focalizarse y no pueden crecer indefinidamente, menos aún sin una reforma tributaria (tema tabú para todos). Que el gobierno actual pretenda atrapar a la población en el asistencialismo, sin considerar evaluaciones que muestran que no beneficia a las y los más pobres, no justifica mantener esta retórica de “papá gobierno” dadivoso.

“Prometer no empobrece”, decían los políticos del viejo régimen. Por eso, Brugada y Taboada prometen mucho desde el autoelogio y las acusaciones mutuas. Chertorivski, más prudente, propone políticas de salud y educación, desde la infancia, medidas para impulsar la economía local, que deberían retomarse, y que desde otro partido sonarían más convincentes.

A  falta de un mal espectáculo, tendremos tres. Ojalá al hablar de seguridad, violencia y violencias machistas, Brugada y Taboada reconozcan los vicios del militarismo y de la política panista de “blindaje”, carentes de supervisión; la urgencia de impulsar una fiscalía capitalina que sí sirva a la ciudadanía y a la justicia, y de garantizar los derechos humanos de todos y todas.

Las descalificaciones, los autoelogios y la exaltación o denostación de lo existente contribuyen al hartazgo ciudadano sin cambiar la realidad. Necesitamos y merecemos propuestas basadas en diagnósticos realistas, que ya existen; en una visión integral de la Ciudad dentro de la zona metropolitana, del país y del mundo.

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