*Mis Proyecciones en el Espejo
/ Por Paula Roca /
Una casa es muy distinta a un hogar.
Una casa hecha de ladrillos puede ser hermosa, y si hay dinero y solvencia económica, aún más. Pero lo verdaderamente importante es construir un hogar desde el corazón.
Puedes tener sábanas de encaje con olanes almidonados, obras de arte firmadas por grandes artistas, muebles de lujo y un sinfín de pertenencias. Todo eso puede brindar una satisfacción momentánea; sin embargo, si no hay un corazón que te abrace, una mano que te sostenga o un platillo cocinado con amor, ¿de qué sirve tenerlo todo?
Un hogar es funcional cuando está lleno de amor y vínculos que te fortalecen. Cuando enfrentas decisiones importantes, no es el sillón más fino el que te da seguridad, sino la certeza de saber que detrás de ti hay personas que te sostienen y respaldan. De nada sirve un piano de cola de marca Heintzman si no lleva la melodía que buscas compartir dentro de una historia familiar, en un hogar lleno de valores y cariño.
Cuando mi vida llegué al final… No deseo llevarme la construcción, ni la casa, ni lo que hay dentro. Solo quiero llevarme mis recuerdos y vivencias y que lo que permanezca sea mi huella en todos aquellos que formaron parte de mi existencia.
Mi finalidad es construir un verdadero hogar, y descansar en esas sábanas de seda que tanto me gustan, con la conciencia tranquila y llena de amor. Al final, eso es lo que realmente importa, lo que trasciende y lo que me llevaré al más allá.
«De qué te sirve tener tres ladrillos si no te dan paz mental», me decía Rafael Fernández.
Y tenía toda la razón…