Alguien como tú.
Gladys de L. Pérez Maldonado.
Despierto a un nuevo día…miro por la ventana, escucho el trinar de los pájaros y vislumbro a lo lejos un sol que lucha por salir a decir buenos días, pero que las nubes grises y anunciantes de tormenta no se lo han permitido.
Aparenta ser un día como cualquiera, reflexiono hacia mi interior e intento organizar mis actividades y sorpresivamente un flashazo de luz llega a mi cerebro y mueve mi interior…no es un día como cualquiera, o al menos no como a los que estaba acostumbrada a vivir.
De repente un mañana, dijeron que había un virus extraño allá muy lejos, en China, que estaba matando gente y mucha gente, inmediatamente pensé que difícilmente llegaría a mi país, pues geográficamente estábamos muy distantes, pero más bien mi pensamiento fue encaminado a darme ánimo, suplicando que en verdad no llegara hasta acá.
A pesar de esa noticia, continuamos el día a día de manera indiferente a aquellas vidas que se estaban perdiendo, en la plática cotidiana se escuchaba decir…“nombre es un invento”, “el gobierno lo está usando para desviar la atención de otros asuntos”, “ya ves el ébola nunca llegó acá”, etcétera, otros simplemente no opinaban ante el desconcierto y desconocimiento del tema y muchos quedaban pensativos al respecto.
No pasó mucho, cuando nos enteramos que en Europa se estaban tomando medidas sanitarias ante la presencia del visitante desconocido que estaba causando tanto daño y muerte en la población, empezaron a caer en la enfermedad cantidad de personas, la intriga sobre de dónde había llegado ese enemigo de la humanidad comenzó a ser un reto para los científicos, quienes a pesar de su experticia en la investigación médica, no se explicaban su origen.
Se ha dicho que un murciélago propagó al extraño enemigo de la humanidad, lo cual resulta quizás no muy cierto, pues siempre hemos estado expuestos a ellos y nunca antes nos habían provocado tanto daño.
Los días pasaban, las semanas transcurrían y finalmente lo que no hubiéramos deseado…ocurrió! El viajero incansable había llegado a México. Se dice que viajó de Europa o de los Estados Unidos, usando como transporte a compatriotas, que sin saberlo y mucho menos con intención, sirvieron de medio para que este intruso llegara a hacer de las suyas de manera letal.
De inmediato las autoridades sanitarias mexicanas tomaron cartas en el asunto, el punto no era alarmar a la ciudadanía, la cuestión era implementar los medios necesarios para evitar la propagación de este virus en los hogares mexicanos.
Para ese momento, toda la población de Europa, Asia y parte de los Estados Unidos, ya se encontraba confinada en sus hogares, la economía había parado, los centros de estudios habían cerrado, únicamente los servicios indispensables para la subsistencia de las personas seguían activos, el personal médico, enfermeras, de limpieza, paramédicos de las ambulancias, administrativo del servicio de salud trabajaban a marchas forzadas para combatir la enfermedad provocada por el visitante, que aún se desconocía con certeza su origen nefasto.
Comenzamos a recibir recomendaciones de prevención para el contagio, debíamos lavarnos las manos frecuentemente, más de lo normal, usar gel antibacterial, alcohol para desinfectarnos, usar cubrebocas al salir a la calle -así lo hacían en otros países que iban a la vanguardia de esta situación- y sobre todo la recomendación fue “Quédate en casa”.
Un día sin darnos cuenta, la Organización Mundial de la Salud (OMS), dio un comunicado alertando a la población mundial que el viajero incansable, el Covid-19, había conquistado al mundo y se declaró la Pandemia.
Para todos fue un desconcierto, ¿Cómo era eso que nos teníamos que quedar en casa sin poder salir a trabajar, tomar café, ir al cine, socializar con las amistades? ¿Cómo era eso que no podríamos visitar a nuestros padres y madres pues son personas vulnerables al contagio de este visitante y con pocas probabilidades -con motivo de la edad avanzada- de sobrevivencia? ¿Cómo era eso que ahora, además de trabajar a distancia en los medios electrónicos, al mismo tiempo estaríamos al cuidado del hogar, las y los hijos, de la pareja, de los adultos mayores y todo sin salir de casa?
Pues si, nuestras vidas en un abrir y cerrar de ojos habían cambiado, poco a poco se fue notando menos circulación de vehículos en las avenidas y poca presencia de personas caminando por las calles, aunque, algunos resistentes al cambio, no obstante no era indispensable, continuaron saliendo de sus casas, todavía no era creíble para muchos que hubiere un enemigo oportunista de los incrédulos para hacer presencia triunfal en la humanidad.
Así, hemos llegado hasta el día de hoy, cuando al abrir nuestras redes sociales -cada vez más- nos enteramos que personas cercanas o no han sido víctimas de este terrible contagio y nunca más estarán entre nosotros o que por fortuna otras tantas han superado al enemigo y pueden contar su experiencia.
La incredulidad persevera en la población, después de casi cinco meses de confinamiento de las y los mexicanos, las autoridades de salud han tenido que autorizar que algunas empresas reinicien sus actividades para salvar la economía de todos, pero esto no significa que hayamos vencido al enemigo, este visitante llegó sin anunciarse y llegó para quedarse.
Su existencia está más que demostrada, la empatía del mexicano respecto de los demás no así, por el contrario, el egoísmo del Ser Humano ha provocado que no se sigan puntualmente las medidas sanitarias para evitar la propagación del virus. La gente ya se liberó y ahora salen a la calle sin recato, ¡No más aburrimiento en casa! ¡los niños y niñas están desesperados! ¡Es verano hay que viajar! Y mientras miles de personas luchan por su vida y otras pierden la batalla.
¿Qué más estamos esperando para actuar con responsabilidad y juntos vencer al enemigo? Evitar salir a la calle si no vamos a trabajar, comprar víveres o por emergencia, usar cubrebocas, abstenerse de las reuniones sociales o familiares, disfrutar nuestro entorno en el hogar, no es signo de debilidad, por el contrario, nos engrandece como personas, pues con nuestra conducta coadyuvamos a regresar en un futuro…a disfrutar un día como cualquiera.