Un día más sin Gloria .

/ Por Livia Díaz /

Este 14 de agosto en mi país se reproduce la transmisión del recuento de 30 años de la Cumbre de Pekín. Poco después de que terminó, nos reunimos en un hotel de la Ciudad de México para decidir si se formaba una asociación de voluntades para hacer visible la situación de las mujeres metiendo al periodismo el tema de las condiciones de ellas.
No se me va a olvidar nunca cómo acabamos viendo la de nosotras. Tampoco he permitido que se desvirtúe ni se dude de su propósito, tan humano como yo.

Y es que en 1994 ya las chavas que en los 80 nos sentíamos muy mujeres teniendo vida en pareja sin casarnos, fumando y tomando cuando nos daba la gana pero trabajando para mantenernos en esa forma de vida, ya habíamos llegado a tener, como el Atlas, al mundo encima.

Luis Velázquez lo describió perfectamente en su novela, poco conocida o ya desconocida en el estado de Veracruz, por cierto, sobre la vida de una reportera.

La primera mala noticia derivada del análisis de la situación de las mujeres en México, fue para las periodistas. No sólo se supo que las fundadoras de lo que se llamo Red Nacional de Periodistas, vivíamos en el riesgo permanente sin servicios de salud, educación, etcétera. Pero además ya teníamos de 4 a 6 empleos, hijos, mamás o a otra parentela que mantener, y un sin fin de compromisos. Dijera Waldina Mejía en un poema que muchos esfuerzos para la multiplicación de los panes redundan en la de los males.

A muchos pero muchos intereses les dió por impedir que las mujeres saliéramos de situaciones tan terribles como las que se empezaron a conocer al escribir.

A 30 años me queda claro que hay otro lado de la acera en la que lo que la gente ve, son los beneficios de los maleficios. ¿Quién en su sano juicio se iba a preocupar por la hambruna si existen mamás luchonas capaces de darle de comer a un tren.? Aunque para la portadora de la pluma sean cosas para denunciar y hacer entender, para otros es una área de oportunidad.

En 30 años han pasado tantas cosas.

Aquí tenemos a líderes en los puestos políticos que son mujeres. Tendríamos que ser todas felices, encaminadas ándale, pero ni en sueños.

Tristemente hace un año cuando compartí con mis compañeras en Poza Rica en un foro que hizo Ceapp nos insistieron en preguntar a decir que la vida de las periodistas había cambiado para mejor. Lo sentí, y aún me dan ganas de llorar cuando lo escribo: para nada.

A las jóvenes las veo igualito de entrampadas como yo me vi hace 35 años. Con triple jornada. Pero igualito que ellas en que aún así estudiamos, buscamos mejorar en muchos sentidos del desarrollo personal, diversificamos. Yo también vendía por catálogo, les diría a las que venden ahora joyería, cosméticos y enseres. Yo también me puse a hacer y a aprender a hacer lo que no podía comprar. Y tantas cosas, como cualquier madre, pero también padre y viviendo el fenómeno de gran parte de la población del mundo con una familia tan chiquita que a la vez fui madrina, tía, abuela, amiga, visita, couch, etcétera.

Ahí ya se veía y estudiaba y analizaba las redes que tenemos las mujeres, las redes que ya estaban y las redes que aprendimos a hacer. Acabo de vivirlo. Cuando estamos en temas de salud las reporteras y reporteros fuimos especiales este año. Esa es nuestra Gloria.
Cómo esa novela que ojalá algún día reedite y publique Luis para todoas. Yo conservo una pero no doy.

Muchas veces he platicado con quién ha querido escuchar que nací en cuna comunista el abuelo lo era, el bisabuelo era reportero de la revolución y tenía un rango militar, mi padre un luchador social, pero salí así como muy mirona, de jovencita incluso conocí de primera mano todo pues viajé por aquéllos lugares en donde el cambio se dió a sangre y fuego, y quizá por eso no le tengo respeto a una revolución en las urnas que deriva en responsabilidades a personas que no se han ganado una medalla por un mérito en el ejercicio revolucionario, entendido como un trote a galope para un fin, pero permanente y constante de compromiso o al menos eso me enseñaron desde la cuna no sólo mi padre sino muchos y muchas personas de razón. Y ahora creo que a los de más razón tendremos que acudir para redefinir está pseudo revolución en la que ni siquiera se respeta al otro y a la otra ni sus condiciones de vida sino que sigamos así, como he dicho, igual que antes, como Atlas cargando al mundo. Pues así no se cae.

#liviainforma