**Otros ángulos .
/ Raúl Cremoux /
“Más vale que no enfermes”, me decía mi abuela, quien había nacido hace un siglo y sabía que podías morir por un simple resfriado o un dolor de estómago
Salvo excepciones y lugares que bien pudieran contarse, pareciera que las cosas son iguales o muy parecidas. Recobrar la salud, ahora es sobre todo, un asunto de resistencia y muy caro. Los que eran organismos que nos daban orgullo, los institutos de salud, reconocidos internacionalmente, hoy sobrellevan su pesada carga haciendo milagros, con amabilidad y eficiencia. Todos están saturados, pues se cometió la insensatez de declararlos como hospitales covid-19. El rezago de atenciones es enorme. Doy fe de ello al asistir frecuentemente al INCan y así están el INER, y los institutos de Cardiología y de Nutrición, que alguna vez fueron la joya de la corona en salud integral. Y todos los demás.
De modo irracional y sin planificar ni medir las consecuencias, se decretó la desaparición del Seguro Popular. Por supuesto, tenía deficiencias como todo organismo público, pero caminaba, llegó a servir a 54 millones de personas. Era un mecanismo de financiamiento a la salud, cuyo objetivo era asegurar que la población menesterosa no tuviera que exprimir sus modestos ingresos y tuviera acceso a los hospitales públicos.
La mayoría de los casos eran gratuitos y en otros se estudiaba la capacidad económica de las familias para realizar un cobro. Tenían ingreso a la totalidad de los hospitales públicos. Se le redujo a cenizas y se inventó el Instituto de Salud y Bienestar (Insabi), su propósito era el mismo del Seguro Popular. Comenzó en 2020 con un presupuesto de casi 75 mil millones de pesos y se le desaparecerá, como acto de confesada ineptitud, con una bolsa de 107 mil 216 millones de pesos. Al nacer el Insabi se decretó, también, la desaparición del Seguro Médico Siglo XXI.
De un plumazo, el Insabi desaparecerá y su instrumental —el que sea— será enviado al ya saturadísimo IMSS. Es obvio que tendrán prioridad los derechohabientes ya registrados y no sabemos cuándo ni cómo serán atendidos quienes estaban primero en el Seguro Popular, enviados al Insabi, y ahora reenviados al Seguro Social, organismo tripartita financiado por trabajadores y empleados, por los patrones y por el gobierno federal.
Bien podemos imaginar lo que ya está ocurriendo con millones de enfermos haciendo filas interminables para ser atendidos o dar continuidad a sus tratamientos. ¿Cuántos lo lograrán?
A lo anterior hay que agregar que se pretendió suplir a las compañías que importaban y distribuían las medicinas. El caos originado con ello, no se resuelve después de cuatro años y medio. Resultado, escasez de todo tipo de medicamentos. Eso no es todo, las recetas médicas indicando medicinas regulares para los pacientes que no pudieron surtirse en el año pasado, es de 22 millones 800 mil recetas no surtidas.
¿Qué ocurre con los pacientes, cómo avanzan sus enfermedades, quién es responsable del estancamiento y el profundo deterioro de nuestro sistema de salud? ¿Quién o quiénes?
Más vale que no te enfermes.