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/Por Laura Coronado Contreras*/
¿Las mujeres podemos ser imparciales? Durante siglos, la justicia ha sido representada con una mujer con una balanza en su mano izquierda y una espada en la otra. También con una venda en los ojos. Tribunales, facultades, despachos, oficinas gubernamentales y museos son decorados con estatuas que aluden a esta imagen llena de simbolismos. ¿Actualmente, las redes sociales nos permiten seguir con los ojos tapados o, por el contrario, nos impulsan a abrirlos más?
Casos como el de Fofo Márquez regresan al imaginario público frases como “se litiga en medios”, “el resultado sería distinto si no fuera viral”, “otra vez la cultura de la cancelación”, “somos una sociedad hipersensible”, “es la generación de cristal”. Sin duda, la democratización de los temas, su visibilización y el debate son posibles gracias al ciberespacio. Denunciar violencia de género, feminicidios o discursos de odio era impensable hace dos décadas. No obstante, sintetizar graves problemáticas y concluir, simplemente, con que “las redes hicieron el trabajo”, no sólo es insensible, sino, precisamente, injusto. ¿En un mundo de likes basta con ser populares para tener justicia? Lamentablemente no es así de fácil.
Es real que ser influencer es el sueño de una gran cantidad de personas y que, si lo consiguen, se sienten “intocables” por el apoyo de sus seguidores. También lo es, que la viralidad de un contenido puede permitir que exista una mayor presión social para apoyar a víctimas, pero, en ambos sentidos, esto no cambia los hechos. Napoleón Bonaparte decía que “sin justicia, sólo hay divisiones, víctimas y opresores”. Y, aunque podemos estar o no d eacuerdo con ciertas sentencias, no podemos —ni debemos— relegar como “un tema de mujeres” a la violencia cotidiana —de distintos tipos— a la que nos enfrentamos niñas, adolescentes y mujeres en México. ¿Más de tres mil mujeres asesinadas al año es un asunto sólo de colectivos feministas o grupos de mujeres en redes sociales?
Se nos califica —y a veces ataca— como “aguerridas”, “intensas”, “alarmistas” por compartir información, realizar comentarios, denunciar contenidos. En unas palabras, “de ser demasiado apasionadas” cuando estamos frente a situaciones como los techos de cristal, el ciberacoso, la violencia digital. Incluso, de “ser poco imparciales” cuando se involucra a otra mujer. ¿No es sólo que nuestra aproximación o indignación es diferente?
Desde hace siglos, es decir, desde la Edad Media, los ojos cubiertos de la justicia, aludían a la obligación de los juzgadores para dictar sentencia sin apasionamientos, pero no debemos confundir que, con ello, también estén sordos a las necesidades de la población y, más si ésta se las hace saber a través de trending topics o hashtags. Griegos y romanos, representaban a Dike (hija de los dioses Themis y Zeus) mostrando su mirada. ¿Ahora tendríamos que representarla con un celular?
Con cierta regularidad y desde hace años, circulan videos con el juego de palabras “única y detergente”. Nadie sabe a ciencia cierta si alguien se equivocó y no dijo “diferente”, si proviene del libro Divergente o si sólo se escucha gracioso. Lo que es cierto es que las redes sociales nos permiten ser cada vez más originales, informadas, participativas.
Aunque desde la antigüedad buscamos la igualdad, la libertad y otros derechos, quizás ahora la forma en la que nos identificamos ya no sea con una imagen de la mujer que es ciega. ¿Ahora la justicia es única y detergente?
*Catedrática de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México.
X: @soylaucoronado