Unidad, entre el cinismo y zancadillas

**ALHAJERO

/ Marta Anaya /

El visto bueno del Señor de acá abajo es lo único que preocupa; a cuidar tan sólo que los golpes y los destrozos hagan enojar al soberano

Todos quieren y hablan de unidad. La proclaman a tambor batiente en Morena. Convoca a ella el acosado presidente del PRI.

Pero lo cierto es que las patadas y las zancadillas –entre ellos y los de fuera– están a la orden del día.

Jugoso ejemplo fueron algunas estampas obsequiadas por las codiciadas y alabadas corcholatas en el magno mitin que se organizaron los morenos el domingo pasado para arrancar la carrera 2023-2024.

¿Notaron cómo Claudia Sheinbaum evitó aparecer pegadita a Marcelo Ebrard? ¿Se fijaron en la ubicación de cada uno en el templete? La jefa de Gobierno de la CDMX al lado del presidente del partido, por supuesto; es la consentida de Palacio. El canciller, al lado de la secretaria general de Morena, a manera de Plan B, en el mejor de los casos, pues en los encuadres de las tomas y de las fotos, solía quedar fuera.

Al centro –entre los dos dirigentes del partido en el poder–, el secretario de Gobernación, llevando la buena nueva de los tiempos del Señor de los cielos, mientras el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputadas mostraba sin rubor alguno su camiseta en favor de Adán Augusto López.

Y ya no hablemos del exiliado del paraíso. Del coordinador de los senadores guindas proscrito por Palacio Nacional desde hace un año. De un Ricardo Monreal que a lo lejos se tragaba el desaire –la humillación– y aguardaba el momento de aguarles la fiesta.

“Queremos decirle al pueblo de México que estamos más unidos que nunca”, soltaría Sheinbaum, a sabiendas de que no hay quien se crea tal patraña.

“La unidad se construye con el respeto, se construye cuando hay suelo parejo”, diría Ebrard en pletórica plaza.

Pero ni quién hiciera caso. El visto bueno del Señor de acá abajo es a fin de cuentas lo único interesa. A cuidar tan sólo, pues, no hacer demasiado escándalo con los destrozos y evitar enojar al soberano. Unidad aparente. Desconfianza, indignación, maltratos, desdenes; y las viborillas de los simpatizantes de cada uno arrastrándose entre sus pies.

¿A la unidad convocó Alejandro Moreno a los expresidentes del PRI para que le salven de la embestida del gobierno y mantenerse en la dirigencia del partido, a costa del propio instituto político?

Pónganle los adjetivos que gusten a tal posición.

La unidad que buscaban los jerarcas del tricolor era para “salvar” al partido, si es que aún existe tal posibilidad. Desde su visión, con sólo una decisión podrían retomar el camino: la salida de Alito, la renuncia de la dirigencia del partido.

Unidad, pediría el dirigente del tricolor. Unidad en torno a él. Unidad para arropar sus escándalos y su desprestigio. Esa clase de unidad.

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